A Pamplona hemos de ir... para exigir un Sanfermín sin crueldad

Un año más, mi aventura empieza de noche, pues todo indica que hoy será un día muy largo.

12 julio 2017
Pamplona, España.

Un año más, mi aventura empieza de noche, pues todo indica que hoy será un día muy largo.

Con los nervios a flor de piel, mi cabeza no deja de repasar, una y otra vez, cada punto del acto mientras me apresuro a reunirme con un primer grupo de compañeros.

Una vez en el local, entre abrazos y cierta euforia nos ponemos en ruta para juntarnos con el resto del equipo de Barcelona y los maravillosos activistas que nos acompañan una vez más.

Al llegar observó muchos rostros conocidos y queridos pero también muchos de nuevos, lo cual me llena de alegría. Nada más positivo para empezar nuestro viaje que ver como se une más y más gente en cada acto realizado en diferentes lugares de todo el país.

Una vez todos subidos en el bus emprendemos un largo viaje nocturno. Los nervios poco a poco se van apoderando de mi y empiezo otra lucha, la de poder conciliar el sueño algunas horas. Finalmente consigo un ratito de relax hasta nuestra llegada.

¡Por fin! ¡Pamplona ya estamos aquí!

Ya es casi la hora de convocatoria y de mi interior ya empiezan a aflorar todo tipo de sensaciones.

Al mirar hacia delante veo unos viejos muros, unos muros que se convierten en lo único que nos separa de esos nobles animales. Es allí donde la rabia estalla dentro de mi.

Intento cobrar serenidad e ir transformando esa sensación en la fuerza con la que voy afrontar el resto del día, sólo y únicamente por ellos, por todos esos animales que año tras año les han arrebatado sus vidas en lo que algunos denominan como “fiestas”. Una forma a mi parecer muy retorcida de catalogar tal acto, ya que los invitados principales poco se divierten.

Ya llegó la hora y con ella la llegada del resto del equipo y activistas de diferentes sitios de toda la península.

Se empiezan a dar las primeras instrucciones para que todo siga un orden. Yo preparada empiezo a centrarme en mis funciones. Una de ellas, representar de forma escrita en sus cuerpos un único mensaje bien claro.

Levanto la cabeza en busca de mi compañera y observo como todos los presentes colaboran ayudándose unos a otros. Una vez más, me llena de orgullo el estar rodeada de personas con tal energía.

Llegó la hora de escribir sobre el cuerpo de unas personas realmente especiales para mi. Se trata de Jana y su hija que aún se encuentra dentro de esa preciosa barriga.

Para muchos de nosotros son una gran representación del futuro que queremos para nuestro país y su ética respecto a los animales que viven en el.

De repente siento tras de mi los muchos disparos de los fotógrafos mientras ella conversa con todos ellos y explica con mucha ternura los motivos que la llevan a estar allí.

Rápidamente los nervios van tomando más terreno en mi pero también la ilusión de ver el un buen resultado final.

Una vez todos preparados llega mi turno. Ultimo los detalles rápidamente y mi compañera Patri se encarga de pintar mi cuerpo.

Ahora sí! La señal llegó y nos dirigimos hacia la plaza dónde nos esperan compañeros, prensa y muchísimas personas que vienen a darnos todo su apoyo. 

Ya tan sólo quedan unos minutos para la hora prevista y empezamos a colocarnos con el cuidado y ayuda del equipo logístico.

Me desprendo de mi camiseta como el resto de activistas. Siento el calor de un sol abrasador pero nada va a impedir que este allí de pie con un único pensamiento.

¡Los toros te necesitan!

Allí prevalezco con la cabeza bien alta, orgullosa y segura, agarrando bien fuerte esa banderilla ante la mirada de cientos de personas.

Se oye la primera señal y nos preparamos. Seguidamente con la segunda alzamos nuestros brazos para acompañar al tercer grito de tauromaquia abolición una explosión de rojo intenso, tan intenso como la sangre que se va a derramar en estos próximos Sanfermines.

Poco a poco se van cubriendo nuestros cuerpos y en ese mismo instante, sumergida en una nebulosa de color, empiezo a observar la expresión en los rostros de compañeros como Francisco, Yasmina… y me doy cuenta que una vez más, todo el esfuerzo a válido la pena. Lanzo mi banderilla rota hacia el suelo y con ella me desprendo de todos mis nervios.

Un año más, aunque por desgracia posiblemente no el último, he dejado mi pequeña aportación. Y así seguiré, lanzando este mensaje todas las veces que sean  necesarias hasta el día en que la sociedad se de cuenta que todas las vidas importan y es nuestro deber respetarlas.

 

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