Lo que pueden aprender las personas veganas sobre los éxitos del movimiento gay

Si el hecho de infligir sufrimiento y matar animales no humanos (con capacidad para sentir placer, dolor y una amplia gama de emociones) representa un maltrato real -y la mayoría de la gente reconoce que lo hace- nadie debería sentirse ofendido por la sugerencia de que esto debe acabar, así como otro tipo de maltratos, que tras haberse considerado como tal son ahora casi universalmente condenados.

23 junio 2017
New York, United States.

Siempre han sido tiempos difíciles para los derechos de gays y lesbianas. Ya hay cuatro estados que apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo en Estados Unidos, y es probable que esto aumente en los próximos años. Un conservador republicano que ejerció como Procurador General del Presidente George W. Bush está presentando un recurso judicial contra la constitucionalidad de la Proposición 8 de California, la cual prohíbe el matrimonio homosexual en ese estado. Aunque la discriminación por orientación sexual continúa, la situación ha cambiado mucho en un país en el que, hace sólo 23 años, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos aprobaba una ley de sodomía criminal en Georgia y, específicamente, su aplicación selectiva a las parejas homosexuales.

Este éxito inspira la imitación de otros grupos que luchan por acabar con otros tipos de opresión. Una profunda y omnipresente forma de subordinación es la que los seres humanos aplicamos a los animales no humanos. En la actualidad, la ley permite el maltrato y los sacrificios masivos que se infligen a miles de millones de animales para su consumo como alimento y ropa.

Cada vez son más quienes reconocen la injusticia del maltrato y los asesinatos, pero una gran mayoría de la población se resiste a ello. ¿Qué lecciones podría dar la lucha por los derechos de los homosexuales a aquellos que buscan poner fin a la tortura y sacrificio sistemático de animales?

Una analogía arriesgada - pero que no debería ser ofensiva

Lo primero que debe tenerse en cuenta es que existe un riesgo al comparar la lucha por los derechos de los homosexuales con la lucha por los derechos de los animales. El peligro que me preocupa no es, como se podría pensar, el de ofender a la gente. Muchas personas se han visto ofendidas (y todavía algunas) ante comparaciones entre la opresión racial y la lucha contra la homofobia, pero es precisamente el resistirse a una afirmación poco familiar (especialmente una cuando implica su propia conducta) lo que la hace parecer "ofensiva".

Si el hecho de infligir sufrimiento y matar animales no humanos (con capacidad para sentir placer, dolor y una amplia gama de emociones) representa un maltrato real -y la mayoría de la gente reconoce que lo hace- nadie debería sentirse ofendido por la sugerencia de que esto debe acabar, así como otro tipo de maltratos, que tras haberse considerado como tal son ahora casi universalmente condenados.

El riesgo es el de perder la conexión real. Para una persona gay que lucha por los derechos de los homosexuales, la comparación que se debe hacer no es con un animal no humano, ya que éste no es capaz de buscar justicia para sí mismo (excepto por aparecer, ocasionalmente, en la conciencia pública y despertar cierta angustia y empatía). El análogo apropiado a la persona gay que lucha por los derechos de los homosexuales es, en cambio, la lucha de las personas veganas por los derechos de los animales.

Cuando utilizo la palabra "derechos de los animales" aquí, me refiero a algo muy básico: un derecho a considerar seriamente sus intereses en el proceso de toma de decisiones de las personas. Nadie, según mi conocimiento, está defendiendo que se permita a los animales no humanos votar, ocupar cargos públicos o recibir becas, como tampoco se defenderían derechos similares para un ser humano de tres años. Pero si tomásemos en serio los intereses de un ser, no se les torturaría ni maltrataría simplemente para satisfacer un puñado de preferencias culinarias o de moda.

¿Qué hace similares a homosexuales y personas veganas?

Una vez reconocido que es la persona vegana -y no el animal no humano- quien ocupa el lugar equivalente al de los defensores de los derechos de los homosexuales, encontramos algunos puntos en común importantes. Uno es que, a diferencia de la raza y el sexo, la identidad gay y la identidad vegana son, en parte, elegidas.

Al decir esto, no me refiero a que la gente "decida" si es gay o heterosexual, como deciden qué libros leer. Lo que quiero decir es que en ausencia de cirugía u otro tipo de mutilación, una persona que es blanca no puede decidir ser afroamericana, y un hombre no puede decidir ser una mujer: el sexo y la raza son, en ese sentido, inmutables. Por el contrario, parte de lo que hace que el movimiento de los derechos de los homosexuales sea distintivo es que es posible que un gay o una lesbiana vivan (desgraciadamente) como si fuesen heterosexuales.

Esta posibilidad es, además, señalada por muchos defensores de la heterosexualidad legítima. También ayuda a explicar por qué personas anti-gays y lesbianas argumentan que no discriminan a los homosexuales, ya que ellos son libres -como los heterosexuales- de casarse o no con alguien del sexo opuesto.

Así pues, es posible para una persona homosexual vivir como si no lo fuese, pero muy probablemente le espere una vida llena de insatisfacciones. La decisión de reconocer (a los demás, pero también a uno mismo) que uno es gay o lesbiana es trascendental, requiere de coraje y, a menudo, conlleva tensiones familiares.

Del mismo modo, los veganos toman la decisión ética de comenzar una dieta y un estilo de vida vegano. A diferencia de la mayoría no vegana, muy pocos veganos nacieron en el veganismo y, por lo tanto, tuvieron que cuestionar un status quo que trata la masacre ganadera como una situación inevitable y admisible. Aunque a los veganos se les pregunta por qué son veganos, casi nunca se les pregunta a los no veganos por qué no lo son. De hecho, se considera impertinente preguntar a un no vegano "¿por qué eliges consumir productos de origen animal?".

Hacerse vegano a menudo genera conflictos familiares, en parte de forma similar a reconocerse como homosexual. Por ejemplo, las personas del entorno de una persona vegana, pueden tener dificultades para aceptar el cambio e incluso divertirse a costa de ello, recordando anécdotas de consumo de animales a los ahora veganos.

El vegano ético - y no el animal no humano - es la faceta de los derechos de los animales que verá la mayoría de la gente (si es que se ve alguna cara de los derechos de los animales en absoluto). En los Estados Unidos, la mayoría de las personas que contribuyen al sufrimiento de los animales -esos que consumen partes de animales muertos y productos que han sido arrancados de animales vivos- raramente han tenido la oportunidad de interactuar con una versión en vivo de lo que comen. Sin embargo, abruman a una persona que rechaza las opciones rutinarias de comida estadounidense y rehúsa un sistema de persecución y maltrato.

La idea de que esta elección es posible puede ser inquietante para alguien que nunca se ha cuestionado seriamente la legitimidad de consumir animales y sus productos derivados. Ese sentimiento de hostilidad que se genera, ya sea sutil o manifiesto, se asemeja al de una persona gay que se niega a reconocerlo, cuando se siente amenazado al interactuar con una persona abiertamente gay. Una conversación con un vegano ético puede mostrar a la otra parte una verdad que es, en algún nivel, conocida pero no abiertamente reconocida: la verdad de que uno está participando diariamente en el sufrimiento y la muerte de los animales - y que hay alternativa.

Estrategia para las personas veganas

Al igual que una persona homosexual, una que es vegana puede elegir entre una variedad de formas de serlo. Hay algunos se quedan ``en el armario’’. Una mujer que conozco, por ejemplo, compra sólo alimentos veganos para su hogar, pero cuando está fuera, come lo mismo que los demás o dice no tener hambre, para que la gente no sepa de su veganismo. Dice que una vez que conoce a alguien bien, le confiesa que es vegana.

Este enfoque cerrado refleja algo rutinario para muchos gays y lesbianas, al menos, alguna vez en sus vidas. En lugar de arriesgarse a ser juzgados y sentirse más vulnerables hacia los demás, seleccionan con cuidado a las personas que van a saber de su verdadero yo. Es una decisión que, a pesar de comprensible, sólo parece consolidar una noción falsa y nociva: como dijo Justice Powell una vez, "no creo haber conocido nunca a un homosexual".

Hay otras personas veganas "libres" en el sentido de dejar que la gente sepa que lo son, pero intentan minimizar las diferencias entre su consumo y la persona no-vegana. Estas personas se asemejan a los gays y lesbianas que se "encubren" (no actuando demasiado "gay" en compañía mixta), por usar una palabra cuyo significado ha sido explicado y desarrollado maravillosamente por Kenji Yoshino.

A menudo, cuando una persona vegana y una no vegana van a un restaurante juntas, las no veganas preguntan algo como: "¿Te importa si pido la hamburguesa con queso?". La vegana que dice "No, adelante" transmite la noción de que ser vegana es simplemente una elección personal, en lugar de reflejar un profundo compromiso moral. Para la mayoría de gente vegana, la pregunta es frustrante, porque les tienta a decir en voz alta: "Lo que estás haciendo está mal, y no debes hacerlo". El hecho de no decirlo mantiene la armonía, pero si lo dices corres el riesgo de alienar a otros y poner en peligro el propio estatus.

La situación para una persona homosexual, obviamente, no es idéntica. Ningún gay o lesbiana se opone a que un heterosexual opte por estar con alguien del sexo opuesto. Por otra parte, los activistas por la homosexualidad siempre se han opuesto al autoengaño y encubrimiento de la orientación sexual. Afirman, convincentemente, que hay personas que viven como heterosexuales, negando su verdadera orientación. Estas personas tienen la obligación – respecto a sí mismos, pero también hacia otros - de adoptar su verdadera identidad. Los activistas han desafiado la noción de que la heterosexualidad es un rasgo inevitable y natural de los seres humanos.

Las personas veganas enfrentan desafíos similares. Viviendo como lo hacemos, comunicamos a otros de forma implícita una crítica del status quo y, necesariamente, una crítica de la conducta de quienes lo siguen. Los veganos sugieren - sin tener que decir nada - que las personas deben analizar sus decisiones de consumo, en lugar de aceptar la idea de que comer animales y productos de origen animal es inevitable o natural para los seres humanos. A pesar de la creciente disponibilidad de información acerca de lo poco saludable y tóxico que es el consumo de proteínas animales (incluidos los peces y especialmente los productos lácteos y los huevos) para el bienestar humano -tanto a nivel individual como global- muchos no veganos insisten en que las personas estaban predestinadas a comer animales. Evidentemente, el equivalente dentro de la lucha por los derechos de los homosexuales ha sido la afirmación de las personas anti-homosexuales de que la gente simplemente nace siendo heterosexual y que cualquier otra cosa es "antinatural".

Pocas personas abarcan ser gay o ser vegano todo el tiempo. Como dijo Yoshino sobre los homosexuales, uno no "sale del armario" una sola vez. Con cada nueva persona que se conoce, hay una nueva posibilidad de "pasar" como heterosexual (sin decir nada), "cubrir", o "exhibir" la propia orientación sexual.

Esto mismo es aplicable a los veganos. Sin embargo, como hemos visto en las últimas décadas, la visibilidad es un antídoto útil contra la ignorancia y el miedo. A medida que las personas aprenden - de aquellos veganos orgullosos de serlo- que la industria ganadera conlleva el sufrimiento de animales, destruye el planeta y contribuye a las enfermedades (incluyendo cáncer, enfermedades del corazón y diabetes), más probablemente cuestionarán la falsa creencia de que la carne, los productos lácteos o los huevos son necesarios para una vida humana placentera y satisfactoria.

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