Reseña del libro de Tom Regan (I)

Junto a Singer, el filósofo moral que posiblemente haya alcanzado mayor renombre de entre quienes han explorado el tema del especismo ha sido Tom Regan.

05 octubre 2005
D.C., United States.

The Case for Animal Rights, University of California Press, Los Angeles, 1983.

Junto a Singer, el filósofo moral que posiblemente haya alcanzado mayor renombre de entre quienes han explorado el tema del especismo ha sido Tom Regan. Este autor ha dedicado varios trabajos al tema, pero sin lugar a dudas su obra central es The Case for Animal Rights, obra todavía no traducida al castellano cuyo título viene a significar La causa de los derechos animales (otras traducciones podrían ser igualmente válidas, siempre que recojan el sentido que el término “case” tiene aquí como “defensa argumentada” o “argumentos a favor”). Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en el caso de Singer, no muchos de aquellos que conocen o han oído hablar de Regan han leído en realidad su obra. Ello tiene una razón muy comprensible: el libro que nos ocupa, lejos de ser un trabajo de divulgación, es un texto filosófico bastante denso. En realidad, la tarea que emprende Regan es distinta de la asumida por Singer. No procede, como el australiano, simplemente aplicando a un problema concreto (la discriminación de los animales no humanos) unos patrones teóricos generales tomados de una teoría ya desarrollada (para Singer, el utilitarismo de las preferencias) y exponiendo los resultados sin ahondar en detalles argumentativos. Regan toma un camino muy diferente. Emprende la labor, ciertamente más ambiciosa, de construir una teoría propia que dé cuenta de nuestras obligaciones morales (aunque, evidentemente, tomará distintos elementos e ideas de otras propuestas teóricas ya formuladas con anterioridad). Su idea es que una vez que hayamos asumido la validez general de esta teoría, habremos de comprobar qué es lo que esta nos dice cuando nos preguntamos si la discriminación de los animales no humanos se encuentra justificada. En ese momento, tendremos que concluir cuáles son las repercusiones prácticas que de ello se derivan.

Si bien tal es el esquema general conforme al que cabe entender la propuesta de Regan, su exposición en la obra va a seguir un orden distinto. En los tres primeros capítulos (“Consciencia animal”, “La complejidad de la consciencia animal” y “Bienestar animal”) [1] va a defender Regan que los animales no humanos son seres con la capacidad de poseer experiencias positivas y negativas. Así, rebatirá, entre otras ideas, la afirmación de que no son seres conscientes por no poseer un lenguaje.

En los tres siguientes capítulos (de título “Reflexión y teoría ética”, “Las perspectivas centradas en los deberes indirectos” y “Las perspectivas centradas en los deberes directos”) [2] va Regan a dar cuenta de una serie de requisitos que en su opinión ha de satisfacer una teoría ética. Rechaza Regan en particular dos tipos de posiciones. En primer lugar, considera inaceptables aquellas que mantienen que los deberes que tenemos hacia los animales no humanos son de tipo indirecto. Estos enfoques se basan en dos supuestos: a) la idea de que los animales no humanos no son moralmente considerables, esto es, de que el hecho de que puedan verse dañados o beneficiados por nuestras acciones no debería en sí mismo importarnos en absoluto; y b) la idea de que, no obstante, no debemos tratarlos cruelmente porque con ello estaríamos obrando inadecuadamente hacia otros humanos (bien porque a estos les desagradaría tal actitud, bien porque con ello estaríamos desarrollando un carácter cruel que posibilitaría futuras conductas igualmente crueles hacia los humanos). Regan denunciará correctamente como incoherente e inaceptable tal posición (que se ve reforzada cuando se basa la defensa de los animales no en los intereses de estos, sino en el argumento que quienes son violentos con los animales no humanos pueden luego agredir a otros humanos). Si podemos establecer un paralelismo entre el daño causado a los animales no humanos y el causado a los humanos entonces resulta arbitrario suponer que sólo tenemos deberes directos hacia los humanos. Por lo tanto, no deben denunciarse las agresiones a los animales no humanos porque puedan dañar indirectamente a los humanos, sino por el propio daño que les ocasionan a ellos. 

La otra posición a la que se opone Regan es la defendida por el utilitarismo. Este busca la maximización del bien general, un fin para cuya consecución acepta, si ello resultase necesario, el sacrificio de los intereses particulares que un individuo pueda tener. Regan considerará esto inadmisible. Defenderá este autor la existencia de derechos morales que protegen a sus posesores incluso aunque los demás se vean perjudicados por ello. (Por su parte, los utilitaristas acusarán a su vez a teóricos como Regan de permitir que, con el fin de salvaguardar los intereses de un individuo concreto se sacrifiquen los de una gran mayoría.)  Se trata, en realidad, de la clásica discusión entre éticas consecuencialistas (que sitúan la corrección moral de una acción en función de las consecuencias que se derivan de ellas) y éticas del deber o deontológicas (que dictan que la corrección o incorrección de la acción está en si esta se adecúa a un deber –por ejemplo, el de respetar un determinado derecho–).

La exposición de la teoría alternativa que propondrá Regan tendrá lugar en los dos siguientes capítulos “Justicia e igualdad” y “La perspectiva de los derechos”.  El modo en que procederá Regan para construir su teoría es el siguiente. Partirá de la idea de que tenemos unas ciertas convicciones previas sobre qué es correcto o incorrecto. Y propondrá Regan una serie de postulados que, en su opinión, deberemos aceptar como principios básicos por su superioridad frente a los de otras alternativas posibles para adecuarse a tales convicciones preliminares. 


[1] “Animal Awareness”, “The Complexity of Animal Awareness”, “Animal Welfare”.
[2] “Ethical Thinking and Theory”, “Indirect Duty Views”, “Direct Duty Views”.


Oscar Horta

Necesitamos tu apoyo

AnimaNaturalis existe porque miles de millones de animales sufren en manos humanas. Porque esos animales necesitan soluciones. Porque merecen que alguien alce la voz por ellos. Porque los animales necesitan cambios. Porque en AnimaNaturalis queremos construir un mundo más justo para todos.

Las donaciones puntuales y periódicas de nuestros socios y socias son la principal fuente de nuestros fondos.