Reseña del libro de Tom Regan (II)

La teoría que formula y defiende Regan será lo que se denomina una teoría de los derechos prima facie.

19 octubre 2005
D.C., United States.

The Case for Animal Rights, University of California Press, Los Angeles, 1983

La teoría que formula y defiende Regan será lo que se denomina una teoría de los derechos prima facie. Este tipo de teorías son aquellas que sostienen que un derecho en principio no puede ser nunca vulnerado, a no ser que se dé una situación de conflicto entre el respeto que distintos derechos merecen, en la que respetar los derechos de alguien implica forzosamente vulnerar los de otro sujeto. (En tales casos de conflicto para Regan es preciso decantarse siempre por llegar a la solución que salvaguarde un derecho de más importancia; o, si la relevancia de todos los derechos implicados es la misma, la que salvaguarde el mayor número de derechos).

Afirma Regan que poseen derechos todos aquellos seres dotados de lo que denomina “valor inherente” (inherent value). E indica que lo que posibilita que posean tal valor será el hecho de que son lo que llama “sujetos de una vida” (subjects-of-a-life). Con tal término no se refiere Regan al mero hecho de estar vivo, [1] sino al de tener la posibilidad de poseer experiencias que hacen que la vida nos vaya mejor o peor –es lo que Regan llama la posesión de un “bien experiencial” (experiential welfare)–. [2] Una planta y un animal en estado de coma irreversible son seres vivos, pero no están conscientes; carecen de la capacidad de tener experiencias positivas y negativas, que es lo necesario para tener derechos. En relación a esto cita Regan una serie de requisitos que considera necesarios para ser un “sujeto de una vida”, entre los que incluye el hecho de poseer deseos, percepción, memoria, un sentido del futuro, una identidad psicofísica, una vida emocional ligada a sensaciones placenteras o de sufrimiento...  [3]

Una crítica habitual a este respecto, común entre los defensores del especismo, consiste en indicar que sólo quienes puedan poseer deberes podrán disfrutar de derechos. La respuesta a tal objeción es que las capacidades necesarias para la posesión de derechos no coinciden con las que son necesarias para el reconocimiento y respeto de tales derechos. De acuerdo con esto distingue Regan entre agentes morales (los sujetos que pueden asumir responsabilidades) y pacientes morales (quienes no tienen la capacidad de hacerlo pero son, sin embargo, “sujetos de una vida”). Dado que tanto agentes como pacientes comparten las condiciones necesarias para la posesión de “valor inherente”, dirá Regan, estará fuera de lugar afimar que no puedan poseer derechos por igual.

Las consecuencias de todo esto se exponen en el último capítulo del libro, “Implicaciones de la perspectiva de los derechos”. [4] En este se muestra que de la argumentación anterior se infiere que el uso de animales resulta injustificable. Prácticas como su uso para la experimentación o la caza resultan así censuradas, y el vegetarianismo pasa a ser una obligación moral.

Además de las críticas de utilitaristas y otros consecuencialistas, la obra de Regan ha sido el blanco de otras objeciones de distinto corte. Se ha indicado que la idea de “valor inherente” viene a ser un mero recurso concebido por Regan que carece de un fundamento real constatable, lo que por extensión afectaría al resto de su teoría. Asimismo, se ha criticado por muchos de quienes se oponen a la discriminación o uso de los animales que los requisitos que Regan propone para ser “sujeto de una vida” son excesivamente estrictos. Parece que lo único necesario a tales efectos tendría que ser la posesión de experiencias positivas y negativas, independientemente de la posibilidad de tener, por ejemplo, memoria o un sentido del futuro. De hecho, Regan indica que su criterio sería cubierto, por lo menos, por los mamíferos de más de un año. Y Regan no niega que otros animales puedan también ser “sujetos de una vida”, pero parece que, al limitarse a aquellos a quienes se refiere, lo asume implícitamente, a pesar de que los argumentos fisiológicos, evolutivos y de conducta para afirmar la capacidad de sufrir y disfrutar es compartida por todos los vertebrados y un gran número de invertebrados. Esto será muy criticado por todos aquellos que planteen la necesidad de tener en cuenta a todos los animales sobre cuya capacidad de tener experiencias podemos tener algún Finalmente, se cuestionará el hecho de que su teoría favorece a los humanos sobre otros animales. El motivo es que Regan considerará que a pesar de que humanos y no humanos poseerán un derecho a la vida el de los humanos resultaría prioritario por el hecho de que la vida de estos, cree Regan, tiene mayor riqueza.  La inconsistencia de su posición aquí es muy notable: si se acepta tal idea se ha de aceptar forzosamente, por pura lógica del argumento, que también el derecho a la vida de los humanos varía (de forma que será mayor el valor de la vida de aquellos humanos con más años de vida por delante o mayor capacidad para disfrutar esta). Sin embargo Regan no asume que el derecho a la vida de los humanos varíe por tales motivos.  Tales posiciones son contradictorias: si la consideración por la vida puede variar en función de su riqueza ello tendrá que aplicarse tanto para no humanos como para humanos, si no es así no podrá aludirse a ello para discriminar a los animales no humanos. Lo contrario implica evidentemente asumir una posición especista.

Otras obras de Tom Regan relacionadas con el tema:

All That Dwell Therein. Essays on Animal Rights and Environmental Ethics, University of California Press, Berkeley, 1982.
The Struggle for Animal Rights, International Society for Animal Rights, Clarks Summit, 1987.
Defending Animal Rights, University of Illinois Press, Chicago, 2001.
Empty Cages: Facing the Challenge of Animal Rights, Rowman & Littlefield Publishers, Inc., Lanham, 2004.

Como coautor:

Con Carl Cohen, The Animal Rights Debate, Rowman & Littlefield, Lanham, 2001

Como editor o coeditor:

Animal Sacrifices: Religious Perspectives on the Use of Animals in Science, Temple University Press, Philadelphia, 1986.
(Con Peter Singer) Animal Rights and Human Obligations, Prentice Halls, Englewood Cliffs, New Jersey, 1989.


[1] The Case for Animal Rights, p. 262.
[2] Ibid., p. 244-245.
[3] Ibid., p. 243.
[4] “Implications of the Right View”.

Oscar Horta

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