Una respuesta a los argumentos contra la iniciativa para prohibir entrada de menores a corridas de toros en San Luis Potosí

El 3 de marzo del 2016 los diputados del Congreso del estado de San Luis Potosí rechazaron el dictamen que habría reformado el artículo 113 de la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes para prohibir su entrada a las corridas de toros. En este artículo, Gerardo Morales Jasso, Maestro en Estudios Históricos Interdisciplinarios por la Universidad de Guanajuato, nos ayuda a entender las falacias tras los “argumentos” de los diputados que vetaron la iniciativa.

02 mayo 2016
V, México.

Además de haber razones legales para impugnar la decisión del Congreso, es necesario responder a los argumentos irracionales de los diputados que pasaron a la tribuna faltando el respeto a un espacio supuestamente honorable.

Antes de entrar al tema central de este texto tocaré brevemente el contexto. La LX Legislatura fue la que promovió la iniciativa de reformar el mencionado artículo con el objeto de que se prohíba a los menores de edad la entrada a la llamada “fiesta brava”. La LXI Legislatura decidió pasar la iniciativa para su votación de forma apresurada. El día de la votación se reunieron en el Congreso del estado manifestantes tanto en pro como en contra de la reforma. La territorialización de la postura de los manifestantes fue contundente, a la derecha los antitaurinos y a la izquierda (sin dejar pasar a nadie que no comulgara con sus ideas) los taurinos. Los diputados decidieron que los niños podían seguir asistiendo sin inconvenientes a las corridas de toros. 

A continuación narraremos los argumentos esgrimidos el día de la votación y los impugnaremos de manera crítica, con el fin de que podamos dar mejores respuestas a las falacias repetidas ad hominem por los que defienden la tauromaquia.

Hubo diversos argumentos a los que acudieron diputados como Óscar Vera Fábregat, entre ellos: que de eliminarse las corridas desaparecería el toro de lidia; que hay espectáculos más violentos que sí habría de prohibir como el futbol y las luchas; que los antitaurinos son hipócritas por comer con tanto gusto carne, así como otro par de argumentos de los que hablaremos en este texto.

Vera argumentó que de eliminarse las corridas (lo cual no estaba a discusión en el momento, pero sí desviaba la atención) se extinguiría la “raza” de “toros de lidia”. En realidad, el ganado bovino forma parte de la subespecie Bos primigenius taurus, así que de desaparecer las corridas, la “raza” de lidia no se extinguiría, puesto que no existe dicha raza como especie o subespecie separada de las demás vacas y toros domesticados. La raza, de hecho, tampoco existe, pues sus características morfológicas son indefinibles por impares, como se puede ver en Ética para matador, de Ortíz-Millán.

Vera también acudió a la supuesta hipocresía de los antitaurinos por comer carne. Es cierto que no todos los antitaurinos son veganos, los hay vegetarianos y omnívoros, pero esto no representa una contradicción más que en el mirar obtuso y la argumentación amañada. En el planeta, el ser humano no tiene una función trófica concreta, así que lo que come es una cuestión cultural y social. Debido a los fuertes intereses de la industria cárnica y a toda la mercadotecnia que conlleva, el consumidor casi nunca está enterado del maltrato animal que hay detrás ni de otras implicaciones del consumo de carne y derivados.

Sin embargo, dañar, herir y matar para un fin lúdico no es una razón, sino una racionalización, lo que cae en una irracionalidad. Es llevar la racionalidad medios-fines a un extremo y una ética que es paralela al “todo vale” pues en tal ética, mientras se logren los fines, se justifican lo medios. Tal ética es de la que habla el filósofo Carlos Thiebaut en De la tolerancia, cuando dice que: “El tirano y el homicida harán ver el sufrimiento como necesario y lo llamarán ‘bien, o necesidad histórica, o destino manifiesto’, ocultando su carácter de daño.” Así que en el caso del sector de antitaurinos omnívoros el comer carne no es una inconsistencia en su argumentación y más bien, el que entre las personas que no se congratulan con el sufrimiento de un animal por un fin recreativo existan diversas ideologías, muestra que hay distintas perspectivas para oponerse a ese daño, y que en todo caso, los vegetarianos y veganos podrían causar un impacto en los omnívoros a través de atacar el fetichismo de las mercancías.


Vera también hizo alusión a algunos pintores, compositores y escritores cuyas obras se inspiraron en el toreo. Pero, ¿el toreo puede ser justificado por las creaciones culturales inspiradas en éste? Respondamos a través de un ejemplo: ISIS recientemente destruyó patrimonio arqueológico en Medio Oriente, por ser de una religión politeísta de dioses que no son Alá. Las obras destruidas eran invaluables. Pero no por valorar estas obras y el que algunas de éstas hayan tenido que ver con sacrificios de recién nacidos y con prostitución sacerdotal se justifica o reviven las costumbres de esas culturas antiguas. ¿Por qué? Porque en nuestro presente y debido a nuestra historia no se justificaría tales comportamientos. 

Nuestro tiempo es otro, y lo que en algún momento se consideró una tradición válida, hoy puede ya no serlo. En nuestro siglo, puede observarse y apreciarse museos de la tortura o de la Inquisición realizadas por la humanidad en el pasado. Podemos extraer de allí enseñanzas, asombrarnos de la técnica y conocimientos necesarios para producir tales artefactos y entender que esas culturas tenían éticas con las que ya no nos identificamos. Puede uno emocionarse con canciones como “Granada” o “Silverio”, pero eso no justifica la práctica del toreo, así como disfrutar Lo que el viento se llevó o Guerra y paz no justifican la esclavitud o la guerra, en las cuales (en parte o totalmente) se inspiraron. Existen grandes producciones cinematográficas inspiradas en la Segunda Guerra Mundial: Pearl Harbor, Los doce del patíbulo, La lista de Schindler, La vida es bella, Cartas desde Iwo Jima; sólo por mencionar algunas películas valoradas, incluso laureadas; pero aunque alguien considerara alguna de estas películas patrimonio fílmico, nadie se atrevería a declarar la Segunda Guerra Mundial como patrimonio de la humanidad, debido a todas las manifestaciones artísticas que ha inspirado. De modo que las grandes pinturas, canciones, óperas y películas que se inspiraron en el toreo no dejarán de serlo si los niños dejan de ir a la plaza de toros o si deja de existir la tauromaquia. Una cosa es la representación artística sobre una práctica cultural y otra, la práctica cultural misma. 

Así que enfoquémonos en esta tradición antiquísima como también lo hizo Vera después de intentar generar silogismos cuyas conclusiones en ningún momento se derivaron de sus premisas. Es imposible no concordar con Vera en que el toreo es arte, cultura y tradición. Pues, como el toreo no es algo natural, antropológicamente la tauromaquia es cultural, pues implica una percepción y una expresión estética (no a todos les gustan las mismas pinturas y estilos, así que reconocer que algo es arte no obliga a que nos guste; y que algo nos guste no implica que sea bueno). La tauromaquia es también una tradición, pues tiene siglos de ser practicada como una manifestación cultural concreta. Sin embargo, la ley y la ética no pueden justificar una actividad con base en que ésta es cultura o tradición. También llegó a ser tradición la esclavitud y los circos romanos, el sacrificio humano a los dioses prehispánicos era cultura, y aunque existan películas de guerra en las que el espectador ve maltrato animal, generalmente se advierte al final de la misma que ningún animal fue maltratado para la realización del film, pues los cineastas también tienen límites éticos para su arte (el matar a alguien en un libro o serie no implica la muerte real de un individuo para su realización). En realidad, el que algo sea tradición no justifica el tradicionalismo. La monarquía era una tradición basada en el catolicismo y ahora, debido a la proclama de igualdad entre hombres, muchos países son republicanos; de hecho, la igualdad no ha sido tradicionalista, de modo que solo incluya a los hombres; se ha convertido en una tradición viva y progresista, pues las mujeres han accedido a la igualdad (aunque no aún en los suficientes contextos). Así que el que algo sea una tradición no expresa un juicio ético o moral al respecto, por lo que acudir a tales argumentaciones implicó evitar el tema de raíz. La pregunta sería, ¿esta tradición es congruente con la sociedad potosina o solo con un pequeño grupo de potosinos tradicionalistas, más no tradicionales? De donde se derivaría, ¿la mayoría de los diputados representa a la mayoría de los potosinos? O, ¿para conveniencia de ellos representan a una minoría?

La discusión debió haber ido en el sentido de la violencia y hubo un momento en que Vera se dirigió a ese tópico, aunque desprestigiando el llamado a la no violencia a los animales. Se enfocó en que no hay disputas entre los espectadores dentro de las plazas de toros, como sí las hay entre los asistentes a los partidos de futbol. Se enfocó en que no se agrede a otros hombres, como sí se hace en la lucha libre. Añadió que tales espectáculos sí debían ser prohibidos, aunque claro, lo hizo acudiendo al sarcasmo. En realidad, los aficionados al futbol, a las luchas, al futbol americano, al toreo, sólo ven una parte de esas prácticas: el espectáculo, a veces negándose a ver lo que hay detrás de estos. Pero no nos distraigamos, desprestigiar otros espectáculos y deportes no dotará de prestigio a la tauromaquia.

La discusión sobre si el niño sería afectado o no al asistir a las corridas de toros y ver cómo se celebra allí el daño al animal dotado de sistema nervioso central era lo que se debía llevar a cabo y no se realizó; mucho menos desde una perspectiva ética o psicogenética, a pesar de que eso hubiera sido enfocarse en la discusión concreta. En su lugar, hubo una simulación. Ese día los diputados hicieron como que se informaron a fondo, hicieron como que sabían, hicieron como que han leído e hicieron como que legislan. No por nada es una de las legislaciones más grises que nos ha tocado en el estado de San Luis Potosí. Probablemente desecharon esta iniciativa para evocar en los días sucesivos los mismos intentos de argumentos para promover que el toreo sea declarado patrimonio. Queda claro que aún hay mucho por hacer, y hemos de hacerlo con mejores argumentos que los que ellos operan.

 

Gerardo Morales Jasso, Maestro en Estudios Históricos Interdisciplinarios por la Universidad de Guanajuato

 

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