La realidad de las galeras de caballos en Palma de Mallorca

Las asociaciones animalistas denuncian "trabajos forzados" y maltrato en las calesas. La Policía Local de Palma reconoce que es "imposible" controlar las jornadas.

08 agosto 2017
Palma de Mallorca, España.

La estampa de las galeras, recortando el perfil de la Catedral de Palma de Mallorca entre las ruedas del carruaje y las herraduras del equino, se vuelve un must seen de la ciudad cada vez que la primavera asoma por la puerta. Y con ella, la polémica. En apenas dos años, las multas a los caleseros de Palma han caído un 80%; estadística que, según el regidor de Movilidad, Gabriel Vallejo, muestra el «mayor cumplimiento de la normativa» por estos profesionales del paseo turístico. En total, el año pasado el Ayuntamiento de Palma abrió 9 expedientes sancionadores por infracciones leves y graves, frente a las 26 denuncias presentadas.

Ya estamos acostumbrados a noticias como la de un caballo que caía en mitad del Paseo Marítimo tras sufrir un golpe de calor y paralizaba el tráfico, ante la mirada atónita de turistas y locales. En mitad de una lluvia de insultos y recriminaciones al calesero, fue un grupo de vendedores ambulantes el que intentó echar una mano rociando al animal con agua hasta que consiguieron que se recuperara. Desde un autobús turístico, se multiplicaban los flashes.

«La situación de las calesas siempre ha tenido problemas, pero en cuatro años hemos aumentado las exigencias a los conductores y mejorado las ubicaciones para las paradas», señalaba ayer Vallejo. En la actualidad, hay concedidas 28 licencias de galeras -casi la mitad de las 50 que autoriza el reglamento-, que se dividen entre el Arenal (5), la calle Conquistador (8) y la Catedral (15).

Para el regidor, el incidente del pasado miércoles se suma al registrado en octubre de 2014, cuando un caballo se desplomó en pleno Jaime III. «Y no creo que pueda achacarse al servicio», plantea. Para las asociaciones animalistas, la relación es evidente. En su opinión, los animales «están sufriendo las consecuencias que tiene su explotación». A los «trabajos forzados», suman jornadas a temperaturas de hasta 40 grados en verano o nevadas en invierno, o los «golpes» de sus conductores.

Lo cierto es que en apenas dos años, las multas a caleseros han bajado un 79%: de los 43 expedientes abiertos en 2012 a los 9 del año pasado. El número de denuncias también registra un descenso similar, aunque sigue siendo muy superior a las infracciones que acaban pasando por caja. En 2014 se presentaron un total de 26. Entre los motivos principales, apuntan desde el Ayuntamiento, está el no tener visible el cuadro de tarifas, llevar al caballo sin las obligatorias herraduras de goma, no recoger los excrementos o llevar a un pasajero en el pescante junto al conductor.

«Esta bajada en las multas se debe a que cada vez se cometen menos infracciones porque las inspecciones son más continuas», asegura Vallejo. Sin embargo, desde la Policía Local reconocen que es «imposible» controlar la jornada de los caballos, «autorizados para un máximo de ocho horas». Hace unos años, se planteó implantar un sistema similar al de Sevilla, en el que se sustituyeran las multas -«que muchas no se pagan», subrayan- por la inmovilización del carro. Una penalización que va de los dos a los 15 días y que, consideran, llevaría a los conductores a cumplir a rajatabla la normativa.

El actual reglamento recoge un amplio listado de infracciones que pueden conllevar multas de hasta 1.800 euros. Entre las más graves -con sanciones desde 900 euros-, cobrar precios por encima de las tarifas aprobadas, conducir sin el permiso correspondiente o sin seguro. Las faltas graves -sancionables de 300 a 900 euros- contemplan los daños o maltrato a los caballos, superar el aforo máximo de pasajeros o dejar las riendas en manos de los usuarios.

Por otro lado, cada año las calesas pasan una suerte de ITV completa que incluye la revisión de los carros y del estado de salud de los caballos por parte de la Inspección de Sanidad Veterinaria Municipal. Existen revisiones extraordinarias, sí, pero sólo, según el propio reglamento, «siempre que se aprecien en el animal indicios de taras, lesiones o deficiente estado sanitario general o de nutrición», entre otros supuestos.

Para las asociaciones animalistas no es suficiente. Mientras el Ayuntamiento espera el resultado del examen veterinario al caballo accidentado, ellos han recogido ya más de 14.200 firmas para pedir la retirada de las calesas de Palma y su sustitución por carros eléctricos o coches antiguos para acabar con la «tortuosa vida» de estos animales.

A poco más de un mes para las elecciones, el regidor afirma que es una decisión que deberá tomar el nuevo equipo de gobierno. Por el momento, Cort trabaja ya en la modificación del reglamento.

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