Combaten a Cristina hasta por las pieles

"Tratándose de un jefe de Estado, no corresponde que use animales muertos."

02 agosto 2008
Argentina.

Como si hubiera sido un luto de 3 meses, entre mórbido y oscuro, Cristina de Kirchner se recuperó del trance rural y volvió al color. Es un síntoma. Se vio esta semana, cómo también volvió a la utilización de alhajas, por lo menos a esa gargantilla de oro macizo que algún aniversario especial debe recordar. En esos cambios incluyó otra incorporación que los fanáticos de la vida silvestre cuestionan a voz en cuello y hasta prometen hacerlo en la calle: las pieles. Por si no le faltaran problemas.

¿Quien la influye? ¿Mirtha Legrand, Susana Giménez, Moria Casán, Graciela Alfano?, esas divas que siempre exponen abrigos de piel como si ese acto fuera parte de su condición. Cristina se incluyó en la lista de estas famosas damas con un diverso ajuar de fauna protegida, enamorada de pieles naturales que antes pasaban al desván por la protesta de los ecologistas. Ahora, fashion hasta como alguna figura internacional, se calza estos modelos peludos para combatir el módico invierno argentino. Aunque, obvio, reconoce un límite: bajo ningún aspecto desea parecerse a María Julia Alsogaray (recordar su famosa foto), a esa producción sexy que alguna vez enorgulleció a la mujer privatista del menemismo y que, después, pagó carísimo por ese ingreso al mundo animal.

Creciente se advierte el gusto de la mandataria por las estolas y abrigos -que nada tienen de sintético-, lo que la ubica en la mira crítica de diseñadores y ambientalistas, como si no tuviera otros problemas con su segundo, Cobos, la inflación, Guillermo Moreno, el campo y otra interminable fila de complicaciones. Por ahora, nadie auspició escraches, pero en estos países subdesarrollados hasta el atuendo presidencial puede ser objeto de manifestaciones.

Diría Néstor si le cacerolean la residencia de Olivos los amantes de la naturaleza. Castigo probable, quizás, por usar un zorro auténtico, por ejemplo.

Igual, ella desafía y, a menos que no se haya enterado que la modelo Nicole Neumann prometió desnudarse en plena calle Corrientes para pronunciarse en contra de la matanza de animales, insiste. También se percató de que la incipiente actriz Marcela Kloosterboer se mostró en una publicidad sosteniendo en sus manos un zorro despellejado con el slogan «Aquí está el resto de tu tapado de piel». Parece no importarle: elige cada vez más seguido las pieles, ni siquiera consulta a Romina Picolotti, se enfunda para la noche u ocasiones iluminadas por el día y el suficiente glamour -su encuentro con Nicolas Sarkozy, por ejemplo- con abrigos de chinchilla rasada ofrecidos por Charles Calfun. O, lo que hace más común, se tapa con cuellos y exclusivas estolas de visón -de pelo de abdomen, la más cara- y zorro patagónico, ejemplares de su tierra que exhibe como una publicidad (ejemplo: la inauguración de una central eléctrica en Salta).

Demodés

Para los especialistas del diseño, las pieles que hicieron furor en los 90 -cuando John Galliano, seguido por Giorgio Armani, Karl Lagerfeld, Dolce&Gabbana, Carolina Herrera y Marc Jacbobs las reincorporaron en sus colecciones- hoy son demodés. «La moda evoluciona. Las pieles naturales son sólo un símbolo que recuerda a los años ochenta y noventa. Son antiguas y avejentan a quienes las usan», explicó a Ambito Financiero el diseñador de alta costura Francisco Ayala. Según este especialista, «es inadmisible que Cristina use pieles. Ella es la Presidente y por protocolo no debería elegirlas. Al contrario, tendría que dar el ejemplo».

Le atribuyen otras decisiones erróneas: el 7 de julio, en la cena de las Fuerzas Armadas, apareció con un tapado de armiño y una estola de zorro (acompañando el equipo, además, por una cartera de cocodrilo de Hermes). Se indignan de ira los activistas del ecologismo por esos excesos, quizás no les encaja con el progresismo kirchnerista. Pero ella es así, aunque a otros no les guste. «Si no fuera la presidente de la Nación, estaría perfecto; pero, tratándose de un jefe de Estado, no corresponde que use animales muertos, y menos tres a la vez», afirma el asesor de imagen, Fabián Medina Flores. A él, claro, no lo consultaron.

Este hábito por las pieles, sin embargo, desataría críticas levessi se buscaran alternativas menos escandalosas. Por ejemplo, vale esta explicación: «No se trata de un esquimal que necesita de la piel de un oso para abrigarse. Ella tiene otras opciones para resaltar, como usar prendas con diseños más elaborados. Después de todo, la moda es una cuestión de vanidad», opina Ayala, y concluye: «El uso de pieles se contradice con el discurso de Cristina, que tanto insiste en mostrarse socialmente responsable. Debería tomar conciencia de que al usarlas, está fomentando el funcionamiento de una industria realmente cruel». Por ser mujer, a Cristina -como ella lo reconoce- todo se le hace más difícil. No la dejan en paz ni cuando entra al probador.

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