Ayer ya no hubo carreras en el canódromo Meridiana, el último que quedaba en España. La compañía cierra con unas deudas fiscales que ascienden a 1,68 millones de euros. La Generalitat ha aumentado el impuesto sobre las apuestas del 3% al 10%, y exige los pagos no abonados desde el 2003.
"Hemos luchado hasta el último momento, pero la Generalitat no ha querido negociar y no hemos tenido más remedio que cerrar. Con unos impuestos tan altos, las carreras de galgos no son rentables", se lamentó ayer tarde Josep Lluís Navarro, gerente del canódromo.
La noticia del cierre supuso una victoria para SOS Galgos y todas las organizaciones animalistas que han luchado durante años por su clausura.
El canódromo, situado en la calle Concepció Arenal, había sido inaugurado en 1964 y celebraba carreras cuatro días a la semana en sesiones de mañana y tarde. La entrada era libre, los menores debían ir acompañados y era uno de los pocos lugares de Barcelona que se habían quedado anclados en la era preolímpica. El cierre deja sin empleo a 54 trabajadores y sin casa a más de 700 galgos. El canódromo promete negociar las indemnizaciones a los empleados y buscar lugares de acogida para los animales.
Anna Clements, de SOS Galgos, había denunciado repetidamente las pésimas condiciones de vida de los galgos en el canódromo Meridiana, donde pasaban 23 horas al día encerrados en jaulas de un metro cuadrado y se sospechaba que competían dopados. Navarro puntualizó que los animales son propiedad de sus criadores, no del canódromo.
Las organizaciones animalistas, aun así, consideran que la instalación no cumplía con la ley de protección de los animales, que exige jaulas de seis metros además de controles antidopaje, y lamentan que la Administración se haya preocupado más por sus impuestos que por los animales. Clements considera que "la Generalitat debería protegerlos ahora, favoreciendo su adopción. Ya han sufrido mucho. Son excelentes animales de compañía, muy silenciosos, cariñosos y tranquilos".
España es uno de los países de la UE que peor tratan a los galgos, según los animalistas. Más de 50.000 mueren al año a manos de sus propietarios y muchos son torturados. Además de buenos corredores, son excelentes cazadores. Sin embargo, cuando se acaba la temporada de caza o pierden habilidades son, a veces, ahorcados en los árboles.
Fuente: La Vanguardia
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