Reseña del libro Liberación Animal, de Peter Singer (I)

De entre los distintos autores que han tratado la cuestión del especismo, el que ha llegado a tener más influencia ha sido sin duda el filósofo australiano Peter Singer.

16 septiembre 2005
D.C., United States.

"Liberación Animal", Peter Singer - Trotta, Madrid,1999 [1].


De entre los distintos autores que han tratado la cuestión del especismo, el que ha llegado a tener más influencia ha sido sin duda el filósofo australiano Peter Singer. Su obra Liberación Animal, publicada en 1975, ha vendido cientos de miles de ejemplares en varios idiomas por todo el mundo.

Gran parte del éxito de la obra se debe al hecho de haber sido escrita en un momento muy apropiado, cuando el movimiento por los derechos animales comenzaba a dar sus primeros pasos, y empezaba a surgir un interés sobre el tema que en años posteriores se dispararía. Asimismo, otra razón fundamental del alcance que ha llegado a tener este libro se debe al hecho de que no constituye una obra académica escrita en términos especializados, sino un trabajo de divulgación, de fácil lectura, destinada al público general. Esto hace, por otra parte, que tenga que renunciar Singer a explicar su posición filosófica en este texto (esta puede ser encontrada de modo algo más desarrollado en su Ética Práctica –que, con todo, continúa siendo un libro sencillo, de divulgación– o sobre todo en la obra, ya más académica, Singer and his Critics –sin traducción al castellano–). [2] Singer, como buen discípulo de Richard Hare, es un seguidor del utilitarismo de las preferencias (teoría ética que sostiene la idea de que en nuestras decisiones morales hemos de buscar la maximización de la satisfacción de las preferencias de todos los individuos implicados). Sin embargo, en Liberación Animal no plantea explícitamente tal posición. Se limita Singer a asumir como base de su argumentación el que se conoce como “principio de no maleficencia”: la idea de que debemos procurar no causar daño a los demás. [3] Esto no quiere decir que su planteamiento no se encuentre inspirado por un punto de vista utilitarista: de hecho lo está, pero sólo de un modo implícito, no manifiesto. Busca así huír en la medida de lo posible de tomas de partido controvertidas que no estén relacionadas directamente con la cuestión tratada, presentando sus argumentos con la máxima simplicidad.

Todo ello lo comprobamos en particular en la que sin duda es la parte fundamental del libro, su primer capítulo “Todos los animales son iguales” (un conocido texto que ha sido publicado en ocasiones de forma independiente como separata o parte de otros libros). [4] En él se exponen las ideas centrales de la obra: sólo la capacidad de sufrir y disfrutar puede ser moralmente relevante, y esta es poseída por los animales no humanos (o por lo menos por un número muy notable de ellos). De esto se deriva que no hay motivo que justifique que en nuestras decisiones morales hayamos de tener en cuenta únicamente los intereses de los seres humanos. Obrar así supone incurrir en una discriminación arbitraria de especie, que cabe denominar como especismo (término acuñado por Richard Ryder en 1970). Esta forma de discriminación se adecuaría al mismo modelo que el racismo y el sexismo: todas ellas se basan en una circunstancia moralmente irrelevante: la pertenencia a un determinado grupo (definido ya sea por el sexo, el grupo étnico o la especie).

Es interesante mostrar que el modo en que llega Singer a tales conclusiones no es aceptando como punto inicial la relevancia de la capacidad de sufrir y disfrutar. Por el contrario, parte de la idea, compartida de modo general, de que todos los seres humanos deben ser tratados de manera igualitaria. Asumiendo tal premisa rebate Singer la idea de que la posesión de determinadas capacidades individuales (intelectuales, lingüísticas, culturales…) eleva a los seres humanos por encima de los demás animales. Aplica para ello el argumento de las diferencias entre humanos, que nos recuerda que los humanos con discapacidades y los niños pequeños carecen de tales capacidades. Si creemos que debemos tratar a estos de manera igualitaria nos vemos forzados a rechazar que las citadas facultades justifiquen una discriminación. Ello que implica que los animales no humanos no pueden dejar de recibir un trato igualitario por el hecho de no poseerlas.

Oscar Horta


[1] Tít. original: Animal Liberation: A New Ethic for Our Treatment of Animals, 2ª edición, Random House, Nueva York, 1990. 1ª edición: Animal Liberation: A New Ethics for our Treatment of Animals, New York Review/Random House, Nueva York, 1975 (traducción al castellano de la 1ª edición: Liberacion Animal, A.L.E.C.A., Lope de Vega, México, 1985).

[2] Ética Práctica, 2ª edición, Cambridge University Press, Cambridge, 1995. Tít. orig. Practical Ethics, Cambridge University Press, Cambridge, 1993;  Jamieson, Dale (ed.), Singer and his Critics, Blackwell, Oxford, 1999.

[3] El propio Singer ha indicado esto para explicar la ausencia de un desarrollo más en profundidad en Liberación Animal. Ver Singer, Peter, “A Response”. En Jamieson, Dale (ed.), Singer and his Critics, 269-335, p. 283 y p. 292.

[4] Este capítulo fue publicado de hecho de forma independiente con anterioridad al libro. Ver Singer, Peter, “All Animals are Equal.” Philosophical Exchange, 1, 1974, p. 103-116. Posteriormente ha sido reeditado entre otros en Rachels, James (ed.), Understanding Moral Philosophy, Dickenson, 1976; T. Mappes & J. Zembaty (eds.), Social Ethics, McGraw-Hill, 4ª ed., 1992; Thomas Mappes and DeGrazia, David (eds.), Biomedical Ethics, McGraw Hill, Boston, 2001; LaFollette, Hugh, Ethics in Practice, Blackwell, 2ª ed., 2002.

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