Papá, no me lleves a toros

De tradición y cultura se han disfrazado muchas atrocidades que hemos venido heredando de generación en generación en contra de los animales, y llevar a una criatura a presenciar el linchamiento de un pobre animal, convierte a sus progenitores en degenerados

10 abril 2005
España.

"No me gusta ver torturar animales". Así­ le respondí­a Miguel, de once años, a Jorge Morales Gil, quien fuera mi compañero de curul, médico oncólogo y ex concejal de Medellí­n, a la propuesta indecente que le hací­a a su hijo. Y es que ahora en muchos casos son los hijos quienes dan lecciones de vida a los padres.

Siempre he pensado que el incremento de las responsabilidades van de la mano del nivel de civilidad de las personas y de los pueblos. La capacidad del uso de la razón debe, necesariamente, orientar nuestros actos a la construcción de un mundo mejor, dejando atrás, y como negras páginas de la historia del hombre, toda esa carga de crueldad y violencia que le hemos infligido al ser humano y a los animales.

De tradición y cultura se han disfrazado muchas atrocidades que hemos venido heredando de generación en generación en contra de los animales, y llevar a una criatura a presenciar el linchamiento de un pobre animal, convierte a sus progenitores en degenerados asesinos de la inocencia y bondad de sus hijos.

En su momento, yo fui ví­ctima de esa maldita herencia, y veo con alegrí­a que cada dí­a son menos los niños insensibilizados ante la tortura y muerte disfrazada de espectáculo. Gracias a Dios, Isabel, mi hija, estará a salvo, se los aseguro.

Y gracias también a decisiones históricas de muchos gobernantes que demostrando su grandeza han entendido que la violencia y la tortura van en contraví­a de la evolución del hombre, por mucha tradición que tengamos, que tirar al tarro de la basura, por tratarse precisamente de eso, basura revuelta con sangre.

Cito ejemplos. Al Concejo de Medellí­n, que fuera mi hogar por seis años y al que le debo la gran oportunidad de reparar con importantes proyectos parte de todos mis crí­menes juveniles, le importó un pepino la perversa tradición de la matada del marrano en las calles, previa humillación y maltrato por parte de borrachos y energúmenos, y prohibió el sacrificio de animales por fuera de los mataderos tecnificados. El parlamento inglés, en histórica decisión, mandó al carajo más de tres siglos de tradición y sepultó definitivamente la no menos cruel y aristócrata cacerí­a del zorro; Barcelona, que en teorí­a es la segunda ciudad española, pero que en la realidad es la primera, se declara "Ciudad Antitaurina" por acuerdo de su Concejo municipal, ejemplo que han seguido ya muchas otras ciudades Catalanas, la última, San Feliu de Llobregat, y la próxima, Girona; por el mismo camino va Lima, la capital peruana. Una diputada francesa radica un proyecto para erradicar las corridas de toros en Francia, y el ERC, partido que gobierna Cataluña, hace lo mismo con un proyecto que prohibirí­a la pica, las banderillas y la muerte del toro, convirtiendo las corridas de toros ahí­ sí­ en un espectáculo incruento y artí­stico, proyecto similar al que tuvo en sus manos la anterior Asamblea de Antioquia y que les quedó grande a los diputados por culpa de sus anacrónicas mentalidades.

Brindo por el niño Miguel Morales, sus palabras le dan la razón a los no violentos; por su padre, que entendió el mensaje; también por los zorros que aún sobreviven en la campiña inglesa, y espero muy pronto brindar por la no tortura de los toros, los gallos y todos los animales al que la bestia mayor lastima y mata por diversión o explotación. El dí­a que el hombre deje esa masacre despiadada contra los inocentes se vislumbra en el horizonte. La juventud de hoy en dí­a lo conseguirá, no tiene reversa.

ílvaro Múnera Builes

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