Para enfrentar las pandemias debemos cambiar la manera en que usamos a los animales por su carne

El brote de coronavirus enfatiza la necesidad de cambiar la forma en que obtenemos nuestra carne. Es urgente cambiar el paradigma y mirar hacia las alternativas a base de plantas.

18 marzo 2020
Los Angeles, United States.

El mundo está paralizado por el nuevo brote de coronavirus que se extiende por todo el mundo. Está cada vez más claro que las medidas de aislamiento y  restricciones de viaje son a menudo demasiado leves y llegan demasiado tarde. Los funcionarios de salud pública de la Unión Europea están señalando que, en este punto, la contención es similar a cerrar la puerta del granero después de que los caballos se hayan ido.

Sin embargo, en el mundo globalizado de hoy, los caballos posiblemente abandonaron el granero hace mucho tiempo.

Además de tratar con seriedad las consecuencias de la actual pandemia, necesitamos examinar las circunstancias que permiten que estas enfermedades zoonóticas salten de otra especie a los humanos. Afortunadamente, ahora sabemos las circunstancias que dan lugar a brotes zoonóticos, y tenemos la tecnología para reducir enormemente este riesgo mediante la modernización de nuestro sistema alimentario.

Se cree ampliamente que COVID-19 surgió de un mercado de carne y vida silvestre en Wuhan, China, aunque el huésped animal inmediatamente antes de su salto humano aún no se ha identificado de manera concluyente. Este origen no es nada sorprendente. Así como las agencias de seguridad monitorean las transmisiones entre las presuntas células terroristas, los científicos mundiales monitorean rutinariamente la transmisión de virus en dos poblaciones clave: cazadores de carne de animales silvestres y trabajadores de mataderos. Los virus zoonóticos casi siempre saltan a los humanos directamente desde el ganado o de la vida silvestre, cuya matanza y caza pone a los huéspedes humanos susceptibles en un contacto particularmente cercano con animales vivos, sus tejidos y fluidos infectados.

Tanto los animales salvajes de granja como los enjaulados crean el caldo de cultivo perfecto para las enfermedades zoonóticas. Las densidades de población extraordinariamente altas, los niveles prolongados de alto estrés, saneamiento deficiente y dietas antinaturales crean un escenario perfecto para que los virus contagien a un huésped humano debilitado y trasciendan la barrera de las especies. De hecho, sabemos que esto sucede de manera rutinaria: es simplemente una cosa de timpo para que uno de estos saltos  permiten que el virus se transmita de manera más eficiente de humano a humano. El intercambio entre especies a menudo permite que los patógenos tengan un giro más siniestro, causando enfermedades graves o muerte en su nuevo huésped a pesar de mostrar sólo síntomas leves en los animal.

Una y otra vez, los virus zoonóticos emergen de estos contextos: ola tras ola de gripe aviar, gripe porcina, virus Nipah... la lista continúa. Dado nuestro sistema actual, el riesgo de que los virus salten a los humanos es una cuestión de cuándo y no si es posible que suceda. Poco después de la temporada más virulenta de gripe aviar H7N9 zoonótica que surgió de granjas avícolas en China, la alarma del Dr. Amesh Adalja de Johns Hopkins fue clara: "Una pandemia de H7N9 podría ser peor, quizás mucho peor que la gran pandemia de 1918". El informe más reciente de la Global Preparedness Monitoring Board convocado por la Organización Mundial de la Salud tampoco mordió las palabras, abriendo con una advertencia premonitoria: “Si es cierto decir 'lo que es pasado es un prólogo', entonces existe una amenaza muy real de una pandemia altamente letal y de rápido movimiento de un patógeno respiratorio que mata de 50 a 80 millones de personas y acaba con casi el 5 por ciento de la economía mundial ... El mundo no está preparado". Los investigadores del One Health Institute de UC Davis son igualmente contundentes: "Pocas amenazas a la salud humana tienen el potencial de causar más impacto que las zoonosis emergentes".

Los consumidores del mundo, que ya están en circunstancias frágiles debido a las perspectivas de una interrupción económica prolongada, están sujetos adicionalmente a la volatilidad de los precios de los alimentos como resultado de estas vulnerabilidades de la ganadería. Estos ataques virales periódicos a la seguridad alimentaria demuestran que, independientemente de la ruta precisa de transmisión zoonótica del brote actual de COVID-19, nuestra dependencia de la cría de animales a gran escala no es prudente ni pragmática en el mejor de los casos o en el peor de los casos.

Es hora de admitir que nosotros, como civilización, hemos superado la noción anticuada de usar animales para producir carne. La caza y la cría de animales cumplieron su propósito durante milenios, pero en 2020 debemos ser brutalmente honestos con nosotros mismos. No podemos seguir haciendo esto. El sistema actual está roto. Es ineficiente, insostenible y extremadamente inseguro.

Afortunadamente, sacar animales de nuestro sistema alimentario es más fácil de lo que pensamos. Como lo demuestra el enorme aumento de la innovación, la disponibilidad y el interés del consumidor en las carnes de origen vegetal, se está redefiniendo todo el mercado de la carne. Las alernativas a base de plantas cada vez son más reconocida como una experiencia muy similar a la costumbre de comer animales, caracterizada por una combinación específica de aminoácidos, grasas y minerales en lugar de criar animales en condiciones deplorables. Ningún animal tiene que ser criado o cazado y no necesitamos exponernos a ninguna enfermedad para disfrutar de una hamburguesa jugosa o un nugget crujiente.

También es probable que veamos carne cultivada en laboratorios (llamada clean-meat, desarrollada a partir de células animales en probetas) en el mercado en algún momento no muy lejano, gracias al talento, inversión y actividad empresarial de los países desarrollados. Tanto los productos cárnicos de origen vegetal como los cultivados en laboratorios eliminan la inseguridad alimentaria y las enfermedades zoonóticas inherentes a los alimentos de origen animal. La producción moderna de carne cultivada y a base de plantas brinda a los consumidores un producto sin sufrimiento en la mesa, junto con beneficios subyacentes masivos en salud, seguridad y sostenibilidad.

Los gobiernos están invirtiendo inmensos recursos en programas terapéuticos y de desarrollo de vacunas en un intento frenético de control de daños para el brote actual. Pero nada de esto evitará la próxima pandemia, y potencialmente peor.

No hay tiempo que perder en impulsar soluciones para lo que probablemente sea la causa subyacente de esta pandemia y lo que ha sido la raíz de docenas de eventos zoonóticos anteriores. No podemos permitirnos no tener el mismo nivel de urgencia al dirigir la financiación, esfuerzo y talento para acelerar el desarrollo e implementación de métodos de producción de carne alternativos, modernos y más seguros. Ya es hora de alejarse por completo de la carne proveniente de animales. En lugar de tratar de cerrar la puerta después de que los caballos se hayan ido, es hora de construir un mejor granero.

 


Liz Specht, PhD, es directora asociada de ciencia y tecnología en el Good Food Institute.

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