ATEA pide que no se adquieran animales como regalo durante las fechas navideñas

La Asociación para un Trato Ético con los Animales (ATEA) desea hacer un llamamiento a la opinión pública para que actúe con la máxima responsabilidad en estas fechas de tradición consumista, en lo que a la adquisición de animales vivos como regalo se refiere.

02 enero 2006
España.

Hace apenas unas semanas una organización proteccionista madrileña ofrecía escalofriantes cifras en este sentido: se calcula que más de un cuarto de millón de animales serán regalados durante la época navideña. Es evidente que muchos de ellos se adquirirán de forma compulsiva, sin tener en cuenta las consecuencias negativas que para las víctimas tendrá esta acción, sobre todo en el caso de los llamados “animales exóticos”, bajo cuya denominación podemos descubrir prácticamente a cualquier especie susceptible de rentabilidad económica, sea ésta un reptil, un pequeño roedor, un anfibio o un insecto. A partir del momento de la adquisición, la trayectoria de estos desdichados se repite dramáticamente en la mayoría de las ocasiones. La seducción inicial pronto se torna en pereza al comprobar que el animalito requiere en realidad más cuidados de los que nos habían anunciado en el establecimiento donde se adquirió. Con independencia de su especie, todos tienen importantes necesidades tanto biológicas como emocionales, que no podrán satisfacer ni de lejos en un ambiente tan restringido y pobre como una pecera o un terrario, en los que apenas pueden guarecerse de la presencia humana, que para ellos supone siempre un peligro potencial. El estrés y una alimentación defectuosa acaba por enfermarles, pero se trata de seres que por su propia naturaleza no consiguen transmitirnos sus emociones de manera tan eficaz como lo hacen los perros o los gatos. Se inicia así un proceso de agonía que en el caso de algunas especies  de metabolismo lento puede durar meses, hasta que al final acaban en el cubo de la basura, regalados a terceros o soltados en un medio natural que no es el suyo. En el primero de los casos, muchas veces aún permanecen vivos cuando son retirados al vertedero. El segundo no suele suponer una mejoría, pues se concibe más bien como una forma rápida de deshacerse de lo que ahora ya es un estorbo, con lo que el periplo no hace sino alargarse. Y el tercer supuesto supone uno de los mayores problemas que hoy existen para el equilibrio ecológico, además de convertir a sus desdichados protagonistas en “especies invasoras”, una siniestra etiqueta que las distintas administraciones no tienen recato alguno en colocarles, a pesar de que buena parte de la responsabilidad en toda esta situación recae precisamente en los ayuntamientos, quienes están obligados por la Ley 6/1993 de Protección de Animales, única genérica en este ámbito en la CAPV, a exigir cada tres meses a los establecimientos de venta de animales una lista completa de entradas, salidas y adquirientes. ATEA está en condiciones de asegurar que ni uno solo de los ayuntamientos vascos cumple con este epígrafe, a pesar de lo cual algunos emplean dinero público en organizar eventos precisamente sobre las especies invasoras, teniendo cuidado de ocultar una dejación tan inadmisible como la mencionada. Ni que decir tiene que las mismas entidades que incumplen la legislación vigente son las mismas que emplean a continuación expeditivos métodos para “controlar” las especies que ocupan diversos medios naturales. Lo habitual es que la estrategia pase por la eliminación física (muchas veces empleando burdos métodos también ilegales), con lo que al final vemos cómo una injusticia se reproduce en repetidas ocasiones a lo largo de todo el proceso.

Por lo que hace referencia a los llamados “animales de compañía” (y a los que desde organizaciones como ATEA preferimos llamar “animales bajo tutela”), nuestra asociación cree que, como norma general, deberíamos negarnos a ofrecer dinero por cualquier animal. Ellos no son objetos de transacción ni elementos inertes, sino seres sensibles como cualquiera de nosotros, y por lo tanto merecedores de un mínimo respeto. La cuestión se agrava al comprobar que cada día en España deben ser sacrificados varios cientos de perros y gatos ante la ausencia de una alternativa mejor. Con una tragedia diaria como ésta sobre nuestras conciencias, alguien que tenga la imperiosa necesidad de convivir con un animal de compañía, debería imponerse la obligación ética de rescatarlo de un refugio para animales abandonados. Si la mayoría de la gente actuara de esta forma, el problema se vería reducido a la mínima expresión. En realidad, vemos que se trata de un fenómeno de índole moral, pero que también tiene tintes matemáticos.

Como protocolo genérico, ofrecemos algunos puntos básicos en cuanto a la convivencia con animales, que se pueden resumir en los siguientes:

  1. Aceptar como “animales de compañía tan solo aquellas especies que por su propia historia biográfica ya no tienen un sitio natural en el medio, y que en la práctica se limitan a perros y gatos.
  2. Nunca intercambiar animales por dinero. Ello alimenta una concepción mercantilista de los mismos, y los reduce a meros objetos de consumo.
  3. Si se decide convivir con un animal, adoptarlo siempre de un refugio para animales abandonados o rescatarlo de una situación traumática.

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