"Fui una con ellos, con los toros"

Cristina fue una de los participantes de nuestra más reciente acción contra las corridas de toros en Sanfermín. Este es su relato de esa experiencia, cuando lo dejó todo por sentir un instante la fragilidad que viven los animales.

05 julio 2016
Pamplona, España.

Feliz, porque su dolor está dando la vuelta al mundo, y yo he podido ayudar a transmitir el mensaje que ellos no son capaces de darnos, a que las personas sepan que unas fiestas sin sufrimiento pueden y deben ser una realidad.

Triste, porque, a pesar de todo, los toros que pude sentir tan cerca de mí van a morir de una manera terrible y no puedo hacer nada para salvar sus vidas. Preparándome delante de los Corrales pude sentir su olor, pude escuchar el sonido de sus movimientos, pude ver el despreciable trato de sus llamados cuidadores, y la impotencia se apoderó de mí. Sentí una gran pena pero mi misión tuvo más sentido que nunca.

Hice parte del camino que hacen ellos, contemplando lo preciosa que es una ciudad que sigue permitiendo tal atrocidad, sintiendo el asfalto bajo mis pies, acariciando un vallado de madera que servirá de proteccion para algunos y que impedirá la escapatoria de los toros, que tiene cicatrices causadas por unos preciosos cuernos de uno de los animales más bonitos de la Tierra, y finalmente llegando a una plaza abarrotada de personas. No dejé de pensar en ellos ni un momento, en lo asustados y desorientados que deben estar todos esos toros cuando hacen ese mismo camino, cuando hagan ese camino en unas horas.

Yo solamente iba a estar expuesta a sus burlas unos minutos y después podría marcharme a casa, la sangre derramada sobre mi cuerpo se marcharía con agua; la sangre que cubre sus cuerpos es real, les duele, ellos acabarán su penitencia en una plaza de toros llena de personas que disfrutaran con su cansancio, su sufrimiento y su muerte.

Sentí miedo, sentí pudor, sentí nervios, cansancio, sentí que la sangre que se derramaba por mi cara me impedía respirar y abrir mis ojos con normalidad, pero también me sentí cerca de ellos, transmitiendo alto y claro un mensaje que los toros tan solo pueden mostrar con su mirada de incomprensión y súplica, sentí el calor de mis compañeros que también tenían miedo y que tenían muy claro que tenemos un don: somos la voz de los animales. Vamos a sufrir más que la mayoría de las personas, pero celebraremos con la mayor felicidad la abolición de la tauromaquia.

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