Sé radical

¿Por qué, como feminista, estás en contra de la cosificación de los cuerpos pero ves a los animales no humanos como objetos de consumo? ¿Por qué al mismo tiempo que le haces frente a la opresión que el patriarcado ejerce sobre ti participas de la explotación de otros seres sintientes cuyo único pecado, el Original, ha sido nacer con un genoma distinto al tuyo?

14 octubre 2019
Madrid, España.

¿Por qué, como feminista, estás en contra de la cosificación de los cuerpos pero ves a los animales no humanos como objetos de consumo? ¿Por qué al mismo tiempo que le haces frente a la opresión que el patriarcado ejerce sobre ti participas de la explotación de otros seres sintientes cuyo único pecado, el Original, ha sido nacer con un genoma distinto al tuyo? ¿Por qué te bebes la leche de una vaca que no es tu madre, te comes los óvulos sin fecundar de una gallina esclava y te tragas el cuento de que sus vidas y las de sus hijxs no les pertenecen? ¿Por qué te comes a los cerdos y quieres a los gatos? ¿Por qué te crees superior al resto de especies? ¿Y por qué justificas tu especismo con los mismos argumentos biológicos, históricos o culturales que el machismo emplea para acallarte a ti?

La palabra radical viene del latín y habla de raíces. De valores que se aferran a la tierra como garras, como esas tres dobles erres seguidas; y que le aportan a nuestros ideales el alimento necesario para seguir creciendo. Ser radical no es malo. Ni bueno. Ser radical es esencia, pero también aprendizaje. Si defiendes un principio, hazte árbol en torno a él y no te vayas solo por las ramas que te gustan. O que más te convienen.

“No suelo mencionar que soy vegana, pero es el momento adecuado para hablar de ello porque forma parte de una perspectiva revolucionaria. De cómo podemos no solo descubrir relaciones más compasivas con los seres humanos, sino también desarrollar relaciones más compasivas y justas con las otras criaturas con las que compartimos este planeta, y que podrían suponer desafiar por completo la producción capitalista de alimentos. La mayoría de las personas no piensa acerca del hecho de que están comiendo animales. Cuando se comen un filete o un trozo de pollo, la mayor parte de la gente no piensa acerca del tremendo sufrimiento al que esos animales están sometidos simplemente para convertirse en productos para ser consumidos por los seres humanos.” - Angela Davis

El primer paso ya está dado. Si mientras lees este post te cuestionas (una vez más y las que te quedan, porque de eso se trata) tu feminismo, ya lo has dado. Responder a las preguntas que te joden te hará libre. Deja los juicios. Aquí no existen los juicios. Ni las juezas. El mundo nos necesita críticas pero no con nosotras sino por nosotras.

La gran revolución feminista será la que acabará con el dominio antropocéntrico, capitalista y blanco del hombre-de-los-libros sobre nuestros cuerpos, sobre los animales y sobre la naturaleza. Sobre todo lo que no es él. Esos mismos libros también nos han enseñado que hay que elegir, que toda elección implica una renuncia y que el punto de vista del opresor vale más que el de las víctimas (“¿o acaso te importan más los animales que las personas?”) Nos han enseñado a ponerle límites a una vida de emociones expansivas. Como si, en algún punto del vuelo, alguien hubiese cortado los alas que conectan nuestro sentido de la ética a ciertas partes de la realidad.

Tanto ensalzar el ser humanas como una condición suprema que, al final, hemos perdido el instinto.

Pero aún nos quedan armas. Contra su discriminación, interseccionalidad. Contra las injusticias, nuestra lucha transversal. Y contra un sistema androcéntrico que disfraza la mansedumbre de mérito y tacha nuestras bonitas raíces de extremistas, y con boli rojo, ecofeminismo antiespecista radical.

Foto: ilustrassart

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