Carta al Ayuntamiento de Coria

Con esta carta Animanaturalis se dirigió al Ayuntamiento de esta localidad extremeña.

Señores,

Me dirijo a ustedes para comunicarles la gran decepción que tuve cuando conocí­ en que consistí­a el evento central de las fiestas de San Juan de Coria.

Su ciudad es, sin duda, rica en patrimonio histórico. No todas las ciudades pueden presumir ser una sí­ntesis de la riqueza de las culturas que han recorrido históricamente de la Pení­nsula Ibérica, ya que no en todas partes se han podido conservar monumentos tan interesantes como en su localidad, por ejemplo las murallas, cuyo origen se encuentra en época romana, o la catedral gótica.

Sin embargo, todos estos elementos positivos de Coria se truncan cuando se tiene conocimiento de la brutal crueldad inflingida a un animal para festejar el solsticio de verano.

Desgraciadamente, en España,  existe todaví­a muchí­sima crueldad hacia los animales en nombre de la cultura popular, pero €œsu particular evento€ probablemente sea uno de los que causa más estupor por su alto grado de sadismo.

Según relatan Carmen Sánchez y Juan Carlos Rubio, en el libro sobre Coria, existen dos versiones sobre el origen de esta tradición. Entre ambas,  la más verosí­mil cuenta que en los tiempos de los vetones  cada año un joven era elegido a sorteo para ser corrido por las calles, en consecuencia, casi siempre solí­a morir cruelmente.  Pero un año, la desgracia le tocó al hijo de una rica dama, la cual, comprensiblemente aterrorizada, pidió cambiar a su hijo por un toro, y desde entonces, ustedes han perpetuado tal bárbara tradición con estos bellos animales.

Los vetones, pueblo celta de pastores, fundaron el asentamiento que dio origen a Coria en el siglo VIII a.C.  En aquel entonces, en Iberia y en el mundo, costumbres tan crueles como las de los vetones eran corrientes en la mayorí­a de pueblos y tribus bárbaras. 

Sacrificar animales vilmente o sustituir a las ví­ctimas humanas por animales en la práctica de costumbres crueles, no fue ni es, una particularidad de los vetones. Todas las sociedades humanas, durante su camino hasta la verdadera civilización, han pasado por  perí­odos en los que se torturaba de manera supuestamente ritual o por mero entretenimiento. Este tipo torturas eran infligidas tanto a humanos como a animales. 

En los tiempos de los vetones, puede que se planteara que los seres humanos sufrimos, pero todaví­a nadie se planteó que los animales también. Hoy dí­a, existen una gran cantidad de estudios cientí­ficos que demuestran que los animales sufren fí­sica y psí­quicamente, entre los cuales, sólo por mencionar uno entre tantos, les cito el referido a los toros, hecho muy recientemente por el Catedrático de Ciencia Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona, Javier Manteca. 

Por la sencilla razón que el toro sufre (cosa obvia, pero cientí­ficamente demostrada), su tradición es moralmente injustificable. Pero este no es el único planteamiento que deberí­an cuestionarse, no hay cosa más degradante que la tortura como espectáculo lúdico, no hay cosa que nos haga más indiferentes al dolor ajeno que familiarizarnos con la tortura y no hay cosa que nos haga más viles que acostumbrarnos a la sangre por placer. Por lo tanto, des de esta óptica, moralmente su tradición es doblemente injustificable.

Puede que ustedes crean que su tradición de lanzar dardos con cerbatanas al toro sea una expresión antropológica de su identidad cultural como pueblo y que ustedes han mantenido una tradición milenaria. Afortunadamente, no todos los pueblos han hecho como ustedes, y muchas cosas que eran tradicionales y formaban parte de los patrones culturales convencionales, han sido erradicadas. Por suerte ya no hay ejecuciones públicas, ya no se quema a personas acusadas de herejes, ya no se opera sin anestesia, etc... Por ejemplo, en Tarazona (Zaragoza) por la fiesta mayor, se solí­a soltar un preso al cual se le tiraban piedras. Posteriormente, el preso se sustituyó por un arlequí­n y las piedras por tomates. Incluso prácticas crueles con toros eran comunes en Inglaterra, existí­a una modalidad de torturas callejeras llamada bull-runnig, muy similar al estilo de Coria, que por suerte, ya forma parte del pasado. La única ví­a por la cual los pueblos se han civilizado, ha sido abandonando sus costumbres crueles.

Su fiesta es por definición cruel, bárbara, embrutecedora, sanguinaria, etc... pero además incita a los seres humanos a actuar de forma temeraria y a correr riesgos innecesarios delante un toro enloquecido de dolor.  No pueden negar que ha habido €œaccidentes€ tan graves, como evitables, entre los cuales debo recordarles el que acabó con la vida de un sensible e instruida mujer británica, Vicki Moore, que muy valientemente, hace diez años, se encontraba en Coria, con el fin de hacer algo para evitar estas torturas injustificables. Esta tragedia, que dio la vuelta al mundo, hace sentir profundamente avergonzados a muchí­simos españoles.

En definitiva, esta €œfiesta€ es un sí­ntoma de la poca sensibilidad de los corianos, de su falta conocimientos sobre las facultades de los animales, de su poca voluntad para evolucionar hacia una civilización más completa y real, de su carácter primario y su poca humanidad. ¿Pensarí­an ustedes que en los paí­ses más civilizados, donde actos depravantes como su €œfiesta€ serí­an un delito, carecen de identidad cultural? Más bien, los paí­ses más avanzados deben pensar que ustedes están depravados y que el único que muestra humanidad en este €œevento€ es el pobre animal torturado.

Por favor, no tomen estas palabras como algo en contra de su ciudad, más bien piensen que una Coria más civilizada es una Coria mejor y que una ciudad hermosa con patrimonio como la suya, no tiene ninguna necesidad de mostrar al mundo una imagen tan vergonzosa de España.

Cordialmente,

Helena Escoda Casas
Coordinador del írea de Animales en el Entretenimiento & Tradiciones Crueles