¿Deben desaparecer los sanfermines?

Fue el propio Kant quien afirmó que el maltrato a los animales contribuirí­a a nuestra insensibilización y abocada en un mal trato a los humanos. No parece de recibo por tanto que la televisión y la radio pública dediquen espacios especí­ficos al fomento de la afición al «arte» del toreo, como de hecho lo hacen, sin que nadie presente ninguna objeción, o al menos no lo haga con la fuerza y la frecuencia que serí­a preciso.

Como afirmaba Katy Guest en The Independent el pasado domingo 2 de julio, los amantes de los animales se enfrentarí­an con la fiesta tradicional de San Fermí­n de la siguiente manera: «Los pueblos siempre han intentado utilizar la tradición para justificar el abuso continuado, incluso el trabajo de los niños y la esclavitud. Las tradiciones malas deben acabarse». Decididamente la argumentación de los defensores de los animales es sumamente correcta. Más allá de las tradiciones está el juicio moral, la crí­tica ética, que nos sirve para discernir si algo es bueno o malo con independencia de que sea un hecho realizado por un sin número de generaciones.

Resulta bochornoso e irritante para alguien con un mí­nimo de sensibilidad moral que a la matanza de toros no sólo se le elogie, como algo bellí­simo, artí­stico, y demás, sino que se le llame en España «la fiesta nacional». En este sentido tengo que mostrar mi horror y estupor ante algo que leí­ una vez en una crónica taurina, algo que me heló el corazón: «Dios ha estado en el ruedo», decí­a el entusiasta cronista, abusando de Dios y de las creencias morales de la humanidad medianamente ilustrada.

Como también, al parecer, San Fermí­n bendice los sanfermines. Dirí­ase que se trata de una locura cotidiana que, por acostumbrada, no nos causa pavor. Ahí­ es nada: los hombres, especialmente varones a decir verdad, arremetiendo contra el noble animal, que merece, como ser sintiente y sufriente, respeto, compasión y empatí­a.

Fue el propio Kant quien afirmó que el maltrato a los animales contribuirí­a a nuestra insensibilización y abocada en un mal trato a los humanos. No parece de recibo por tanto que la televisión y la radio pública dediquen espacios especí­ficos al fomento de la afición al «arte» del toreo, como de hecho lo hacen, sin que nadie presente ninguna objeción, o al menos no lo haga con la fuerza y la frecuencia que serí­a preciso.

Al margen del debate sobre la matanza «artí­stica» de los toros, quisiera poner sobre la mesa la cuestión más primordial. ¿Por qué nos aferramos a nuestras tradiciones en vez de enjuiciarlas, mejorarlas o suprimirlas cuando conculquen los principios básicos de una sociedad democrática e ilustrada? Yo dirí­a que, como siempre, es necesario más Platón y no más productos alienantes que nos hacen aparecer como seres gregarios participando alegremente, inconscientemente, en la fiesta bárbara.

Autora: Esperanza Guisán, catedrática de filosofia moral de la Universidad de Santiago de Compostela.
Fuente: La Voz de Galicia, 14 de julio de 2006.