Expedición refuta a Japón: pueden estudiarse ballenas sin matarlas

Durante años, Japón ha sostenido que es necesario matar a los cetáceos para poder analizarlos. Sin embargo, la misión internacional derrumbó esta afirmación: expertos estudiaron a 60 ejemplares sin necesidad de asesinar a ninguno.

17 marzo 2010
New Zealand.

Para los maoríes, pueblo originario de Nueva ZelandIa, Tangaroa es el dios del mar y padre de las criaturas que lo habitan. También es el nombre de un barco científico neozelandés que trajo esperanzadoras noticias para las ballenas y sus defensores. Luego de cinco semanas de trabajo en el océano Antártico, los investigadores lograron obtener muestras de tejidos de 60 ejemplares de ballena jorobada, registros de audio y fotos y también insertaron dispositivos de rastreo satelital en 30 de estos animales. Todo eso sin matar a un solo cetáceo.

Se trata del primer paso de un programa científico de cinco años de duración, el cual será financiado por los gobiernos de Australia y Nueva Zelandia y apoyado por la Comisión Ballenera Internacional (CBI). La iniciativa buscar establecer el tamaño de la población de ballenas, estudiar cómo se alimentan y cómo migran desde sus lugares de reproducción en el Pacífico Central. "Todas estas preguntas pueden y serán respondidas usando técnicas no letales", afirmó Nick Gales, líder de la expedición.

A diferencia de los barcos balleneros japoneses que cuentan con arpones de alto calibre accionados a gran distancia, los científicos usaron botes para acercarse a los cetáceos y pequeños arpones para tomar las muestras de tejidos e insertar los chips se rastreo.

Esta es la primera vez que investigadores viajan hasta el hábitat de las ballenas para confirmar in situ que es posible estudiarlas sin exterminarlas. Los nuevos antecedentes agregan una dosis adicional de presión sobre Japón, país que defiende la caza de cetáceos con fines científicos, luego que el comercio de carne de ballena fuera prohibido en 1986.

Japón y la caza científica

Japón se ampara en el artículo ocho del convenio que permite la caza científica. "Por eso Japón se autoimpone una cuota, argumentando que es necesario cazar esas ballenas para estudiarlas. Pero todos sabemos que no es así y se trata de una caza comercial disfrazada", afirma Samuel Leiva, coordinador de Campaña de Greenpeace en Chile.

Estimaciones no oficiales indican que Japón caza mil ballenas cada año bajo este pretexto. Pero un estudio realizado en 2008 por la U. de Tokio requirió la muerte de 4.700 ballenas minke.

Sin embargo, los japoneses mantienen su postura. Tushinori Uoya, encargado de asuntos balleneros en la Agencia Japonesa de Pesca, señaló a Associated Press que la información sobre la edad de los mamíferos, el contenido de su estómago y su tasa de fertilidad "sólo se pueden obtener mediante una aproximación letal".

Para Nick Gales, en cambio, si el objetivo es la conservación y manejo adecuado de las poblaciones de ballenas, resulta más importante estudiar sus comportamientos antes que sus órganos: "Se necesita saber más acerca de sus movimientos, la estructura de su población, la forma en que viven e interactúan con su entorno", explica.

La expedición vuelve a tierra a sólo dos meses antes del inicio de la reunión anual de la Comisión Ballenera Internacional en Marruecos, programado para junio. La instancia podría aprobar una moción que permita a Japón continuar cazando con fines científicos con la condición de que abandone esta práctica en 10 años más.

Para la ocasión, la Dirección de Medio Ambiente, Antártica y Asuntos Marítimos de la Cancillería ya tiene una postura: pro conservacionista. Además, comentan que están analizando los estudios de estos expertos.

 
Polémica ballenera a la carta

Tras seis meses de investigación, el equipo realizador del documental "The Cove" -ganador del Oscar- denunció que un lujoso restaurante en California ofrece en su carta filetes de ballena, pese a la prohibición que rige sobre su comercio. Tras ganar la confianza de los administradores del local, los documentalistas ordenaron "kujira" o carne de ballena del excéntrico menú. Muestras del plato fueron enviadas a Scott Baker, investigador de la Universidad de Oregón, quien confirmó que la correspondía a carne de ballena sei. La especie se encuentra en peligro de extinción y es cazada por barcos japoneses con fines científicos. Las autoridades norteamericanas presentaron cargos contra los dueños del restaurante y contra el chef, quienes arriesgan penas de cárcel y multas superiores a los 200 mil dólares.

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