Paz Animal, el "cielo" de los seres indefensos

¡Envia una carta de protesta ante el inminente cierre de la protectora Paz Animal!

14 septiembre 2009
Colombia.
Jorge Enrique Rojas/ El País


Si la consigna religiosa es cierta, a San Antonio se le puede invocar para que interceda especialmente en favor de mujeres estériles, hombres pobres, viajeros, albañiles y panaderos. Los creyentes le rezan, también, para que les ayude a encontrar objetos extraviados y algunas chicas que sueñan con el matrimonio perfecto son sus devotas fervientes.

Quién sabe si se trate de una casualidad o en realidad todo obedezca a un mandato divino, pero justo colindando con el barrio que lleva el nombre del santo de las causas perdidas, hay un hospital-albergue para animales desamparados que, alguien cree, debe cerrar sus puertas. ¿Podrá San Antonio escuchar otras plegarias?

El sitio, una fundación que opera desde hace catorce años en el mismo lugar, lleva un nombre convertido por estos días en utopía: Paz Animal. Liliana Ossa, su directora y fundadora, es una filósofa que ya perdió la cuenta de las veces que debió enfrentarse con gente que no entiende que esos seres que ella rescata y alivia y tantas veces adopta, tienen derechos y no son desechables; que sufren y merecen una vida y una muerte dignas; que la calle, entre los carros, en medio de la basura, a las orillas de un caño de aguas negras, nunca será su hábitat natural.

El esfuerzo aún no parece suficiente: cada mes, a las afueras de la fundación, son dejados 50 animales enfermos, heridos, abandonados. En el último año, 4.100 perros, gatos, iguanas, caballos, micos, loros, ardillas urgidos de cirugías, medicamentos y terapias de rehabilitación fueron atendidos. En al menos el 70% de los casos, nadie volvió a preguntar por esos pacientes de picos perforados, alas cercenadas, hocicos fracturados.

Su lucha, criticada por muchos, indiferente para otros, es motivada por un impulso animal: Liliana creció en una familia con una histórica tradición cazadora, así que en su niñez le fue habitual ver hombres que bajaban de las montañas de Cali con guatines estropeados, perros de monte sometidos, aves destrozadas por perdigones de escopeta. Una vez, recuerda ella apretando los dientes en un gesto de repudio que le desfigura el rostro, uno de sus tíos le llevó una cabra de apenas meses de nacida; a la madre la habían matado a tiros en el monte y el hombre creyó, sería un lindo presente, tomar esa cría huérfana para que la niña jugara. El regalo de cuatro patas y ojos asustados se convirtió en un símbolo del abuso y el cinismo que ella nunca olvidaría.

Paz Animal está en la Carrera Cuarta 1-42 del barrio El Peñón. Es una casa antigua de tres pisos y rejas blancas ubicada sobre la misma calle que desemboca en algunos de los hoteles más exclusivos y los restaurantes más costosos de la ciudad. De un lado hay una venta de colchones y del otro, una vieja casona de paredes descascaradas. En los últimos tres años, esos y otros vecinos han enviado a la Subsecretaría de Convivencia Ciudadana ocho solicitudes pidiendo el traslado de la fundación, con el argumento de una supuesta violación del uso suelo.

En promedio, la fundación gasta cada mes $1.500.000 en medicamentos, $4.200.000 en alimento, $3.500.000 en sueldos y $900.000 en servicios públicos. En el albergue de Dagua hay 500 animales recuperándose de maltratos. A Paz Animal también llegan especies silvestres como perezosos y guacamayas. "Es más fácil querer a un animal que a una persona: ellos nunca reprocharán nada, siempre entenderán, siempre podrán perdonarte". Liliana Ossa, directora Paz Animal.

Quienes se quejan alegan que en esa zona residencial y hotelera, no puede haber un lugar para perros sarnosos y gatos moribundos que contamine el ambiente. Nadie por ahí lo admite pero los trabajadores de la Fundación saben que, para muchos, esos animales resultan demasiado feos para hacer parte de un sector “tan bonito”. Hace dos semanas el Municipio ordenó el cierre.

Efraín Sierra, el subsecretario de Convivencia, explicó entonces que se trataba de una decisión postergada desde el 2007 porque allí no estaban autorizados los procedimientos veterinarios. Liliana desacató el sellamiento una vez más: el día de la diligencia dijo a los funcionarios del gobierno, exhibiendo los permisos otorgados en otra Administración, que lo que pretendían era una bestialidad. “La única forma para que deje de velar por los animales que el resto repudia es que me maten”, les gritó con voz de fiera.

Maullidos en el cielo

Los pacientes que llegan a Paz Animal provienen de todos los rincones de Cali. La mayoría son perros y gatos atropellados por algún carro o contagiados de pestes incurables. La gente, contaminada por el humano sentimiento del desprecio, los deja ahí, amarrados a la puerta o envueltos en bolsas negras, como si fueran simples desechos. Algunos llegan tan lastimados que lo mejor que pueden hacer por ellos es aplicarles la eutanasia.

Es un procedimiento “humanitario” realizado con sedantes, dice el veterinario Víctor Escobar, tras explicar que los cuerpos luego son enterrados en una sede campestre que la fundación tiene en Dagua. Allí, en una finca que alguna vez perteneció a un capo de la mafia y ahora es administrada por la Dirección Nacional de Estupefacientes, funciona el único cementerio para difuntos lanudos y bigotes retorcidos que hay en la región. De tanto en tanto, los dolientes visitan a sus muertos y les arreglan las tumbas. En las lápidas, limpias de polvo y descuido, los mensajes de amor se repiten sobre el mármol: “Lunita nunca olvidaremos tu felicidad”; “Greco, te amamos”; “Federico, gracias por tu alegría, te extraño”.

El predio, con 180.000 metros cuadrados, se ha convertido también en un paraíso para que caballos maltratados pasen sus últimos días pastando sin afanes. Hay por ejemplo allí un equino color almendra decomisado a un carretillero que, para obligarlo a correr más rápido, le chuzaba los testículos con varas puntiagudas y fierros afilados; yeguas violadas por amos enfermos; potros desdentados con alicates por alguien que, pensó, así serían más dóciles. La imaginación pregunta: ¿Se habrán reído aquellos abusadores, mientras los caballos relinchaban de dolor?

Aunque desde 1989 existe un estatuto nacional que protege a los animales de cualquier sufrimiento o dolor en el territorio nacional, Luz Marina Botero, supervisora equina de la Fundación, sabe que en Cali la ley apenas es teoría. Tanto así, que en Aguablanca han sido detectados sitios donde alquilan caballos por treinta mil pesos para que arrastren escombros día y noche. Muchas veces esos cuadrúpedos, incapaces de empujar más tiempo las carretas, terminan haciendo parte de los mismos desechos que antes cargaban, o tasajeados en mataderos clandestinos. Sólo algunos se salvan.

Paz Animal es el único ente que lucha por su defensa. Un oficial que hace parte de la Policía Ambiental asegura que, de ser cerrada esa fundación, la ciudad colapsaría: “El centro de Zoonosis no daría abasto y las calles permanecerían inundadas de cuerpos agonizantes de los que nadie se haría cargo”. Sólo en el mes de junio, la fundación atendió 149 abandonos, 286 consultas de urgencia y 100 eutanasias compasivas. En los registros policiales de ese mismo mes, no hay un sólo capturado por maltrato animal.

Mártires de hocicos largos

Liliana Ossa está cerca de los 50 años. Es rubia, delgada, de ojos romboides y cafés. Como en aquellos casos en que el amor termina haciéndonos parecer a lo más querido, a veces ella luce como uno de sus felinos protegidos; y puede ser tan dulce en el cariño como feroz en la defensa de sus ideales. Rodeada de un rebaño de perros y gatos rescatados que ahora comparten con ella una casa de dos plantas en Santa Teresita, Liliana imagina un mundo sin albergues como el suyo, donde hombres y mujeres pudieran convivir, en paz, con los animales.

La filósofa piensa en eso mientras contempla a ‘León María’, ‘Pirueto’, ‘Murciélaga’, ‘Zeus’, todos ellos perros de pedigrí callejero, que un día resultaron muy feos o muy peludos o muy flacos para sus anteriores dueños y fueron desamparados en una esquina cualquiera. Entonces cae en cuenta y confiesa que no lo cree posible tras recordar el caso de ‘Mona’, una cachorra de patas largas y hocico puntiagudo que fue dejada en la acera después de recibir una paliza que le molió las costillas, luego marcadas con un grafiti tan cínico como irracional: “Esto te pasa por perra”.

Lo considera imposible al caer en cuenta de las seis perras violadas recientemente; de los caballos con patas amputadas por hombres cansados de verlos caminar lento; de los gatos sumergidos en alquitrán. No, no cree en la bondad de la especie humana, confiesa mirando al cielo. ¡Ah! y tampoco cree en los santos.

Cifras de Paz Animal

  • En promedio, los gastos mensuales de la fundación ascienden a $18 millones. El municipio no aporta dinero. Su mantenimiento es posible gracias a donaciones particulares y algunos servicios que son cobrados.
  • Esos servicios son: consultas y procedimientos veterinarios, esterilización de perros y gatos y cementerio.
  • La casa donde funciona Paz fue donada. Por la finca de Dagua pagan arriendo al DNE; sus únicos bienes: una camioneta y una motocicleta.

 

¡PONTE EN ACCIÓN!

Escribe una carta de protesta al subsecretario de gobierno de Santiago de Cali para que no haga el sellamiento de la Fundación Paz Animal, es muy importante que él sepa que los animales nos importan a todos y que merecen una segunda oportunidad de vida, que un maltratador o irresponsable desaprensivo antes no le pudo dar. Envía la carta al nombre del Subsecretario de Gobierno: Efrain Sierra Delgadillo - [email protected]

CAM, Torre Alcaldia, Piso 4
Teléfono: 6532125 EXT 134

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