Poco después de la invasión norteamericana en Afganistán, los noticieros emitieron imágenes de un horroroso ví­deo que mostraba las muertes agonizantes de perros en experimentos militares de Al-Qaeda. Se veí­a a un perro atrapado dentro de una habitación que desprendí­a gas. El perro comenzaba a lamerse los labios (el aumento de saliva es uno de los primeros signos de envenenamiento), perdí­a el control de sus cuartos traseros y eventualmente se lo veí­a recostado sobre su espalda, gimiendo. Como sea, estos crueles experimentos no son nada nuevos ni sólo han sucedido en Afganistán, suceden en los laboratorios de todo el mundo.

Desde Tel Aviv a Texas, perros y otros animales están siendo envenenados y torturados en experimentos quí­micos, biológicos y convencionales de guerra. No importa de qué lado se esté de los conflictos internacionales, es un hecho terrible que, por ejemplo, la armada israelí­ haya hecho explotar cerdos sin anestesiar con misiles explosivos y conducido otros dolorosos experimentos en perros, monos, palomas, ratones, sapos y cobayas. Un artí­culo de marzo de 2000 del más respetado diario israelí­, reportó que los experimentos llevados a cabo por las Fuerzas Armadas de Israel fueron tan horribles que los soldados forzados a realizar estos experimentos tuvieron que buscar atención psicológica.

Las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos cuentan con una larga historia de crueles experimentos con animales. Cada año, al menos 320.000 primates, perros, cerdos, cabras, ovejas, conejos, gatos y otros animales son lastimados y asesinados por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos en experimentos que se consideran entre los mas dolorosos conducidos en este paí­s. El costo de estos experimentos se estima que excede los 100 millones de dólares anuales.

Top Secret

Los experimentos militares son clasificados como “Top Secret” y es muy difí­cil obtener información sobre ellos. De las investigaciones publicadas se sabe que las instalaciones de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos experimentan todas las formas de armerí­a en animales, desde los rifles Soviet AK-47, agentes biológicos y quí­micos hasta explosiones nucleares. Los experimentos militares pueden ser intensamente dolorosos, repetitivos, costosos y no confiables, y son particularmente un desperdicio porque la mayorí­a de los efectos que ellos estudian pueden ser, o ya han sido, observados en humanos o porque los resultados no pueden ser extrapolados a la experiencia humana.

Los experimentos

  • En 1946, cerca del Bikini Atoll en el Pací­fico Sur, 4.000 ovejas, cabras y otros animales fueron cargados en un bote y asesinados o severamente quemados por una explosión atómica detonada sobre ellos. Los militares apodaron al experimento como “El arca atómica”.
  • En el fuerte armado Sam Huston, ratas vivas fueron sumergidas en agua hirviendo durante 10 segundos. En 1987, en el Instituto Médico Naval de Maryland, las espaldas de unas ratas fueron rasuradas, cubiertas con etanol, y luego se las incendió durante 10 segundos.
  • En 1998, en la Base de la Fuerza Aérea de Kirtland en New Mexico, un grupo de ovejas fueron situadas dentro de una holgada red colgada contra una plancha reflectora, y un artefacto explosivo fue detonado a 19 metros. En dos de los experimentos explotaron 48 ovejas: El primer grupo para probar la resistencia de un chaleco usado durante la explosión, y el segundo para ver si los marcadores quí­micos ayudarí­an en el diagnóstico de heridas causadas por una explosión.
  • En el Instituto de Investigación de Radiobiologí­a de las Fuerzas Armadas en Maryland, nueve monos rhesus fueron atados en sillas y expuestos a una irradiación total de sus cuerpos. Luego de dos horas, seis de los nueve estaban vomitando, hipersalivando y masticando. En otro experimento, 17 beagles fueron también expuestos a una irradiación total, estudiados durante una semana y luego asesinados. El experimentador concluyó que la radiación afecta a la vesí­cula biliar.
  • En la Base de la Fuerza Aérea Brooks de Texas, un grupo de monos rhesus fueron atados a simuladores de vuelo B-52 (La “Plataforma de Equilibrio primate”). Luego de darles dolorosas descargas eléctricas para que aprendieran a “volar” el artefacto, los monos fueron irradiados con rayos gamma para ver si ellos podrí­an resistir “durante las 10 horas que tomarí­a bombardear una imaginaria Moscú”. Aquellos que fueron irradiados con las dosis mas fuertes, vomitaron violentamente y se volvieron extremadamente letárgicos antes de ser asesinados.
  • Para evaluar el efecto de la temperatura en la transmisión de el virus 2 del Dengue, una enfermedad trasmitida por un mosquito que causa fiebre, dolor muscular y sarpullido, experimentos llevados a cabo por la Armada Norteamericana en el Fuerte Detrich, en Maryland consistieron en rasurar los estómagos de monos rhesus adultos y luego le sujetaron unas cajas de mosquitos a sus cuerpos para permitirles a éstos alimentarse.
  • Los experimentadores del Fuerte Detrich inventaron también un artefacto para restringir a un conejo que consiste en una pequeña jaula que inmoviliza a los conejos con varas de metal mientras los mosquitos “se hacen el banquete” sobre sus cuerpos.
  • El Departamento de Defensa ha operado un “laboratorio de heridas” desde 1957. En estos lugares, animales conscientes o semiconscientes son suspendidos con sogas y son disparados con armas de alto poder para infligirles heridas como las de las batallas para luego practicarles cirugí­a. En 1983, en respuesta a la presión pública, el Congreso limitó el uso de perros en estos laboratorios, pero una gran cantidad de cabras, cerdos y ovejas aún son disparados y al menos un laboratorio continúa disparándole a gatos. En el laboratorio de cabras del Fuerte Sam Huston de la Armada, las cabras son colgadas boca abajo y disparadas en sus patas traseras. Luego de prácticas médicas para extirparles las heridas, cualquier cabra que sobrevive es asesinada.
  • Otras formas de experimentaciones militares incluyen someter a los animales a enfermedades de descompresión, ingravidez, drogas y alcohol, inhalación de humo y oxí­geno puro.

Inteligencia animal

Las Fuerzas armadas reclutan muchos animales para el combate, enviándolos a “misiones” que ponen en peligro sus vidas y su bienestar.

El cuerpo Marino le enseña a los perros a agredir, gruñir, olfatear, y otras destrezas adecuadas que se necesitan para buscar bombas y drogas.

Una serie de experimentos navales con explosivos acuáticos en Chesapeake Bay en 1987 mató a más de 3.000 peces. Experimentos nucleares en el Pací­fico Sur han destruido el hábitat de cientos de especies.

Experimentos crueles e inútiles

El sistema de rastreo militar enlista aproximadamente a 725 experimentos en los que se utilizan animales. Tales experimentos son tan inútiles como crueles. Los animales frecuentemente responden a los agentes quí­micos y antí­dotos de una manera diferente que los humanos. El sistema respiratorio de una rata difiere ampliamente del sistema respiratorio humano, y las ratas son más susceptibles a las toxinas porque son incapaces de vomitar. Los ratones tienen una tendencia genética a desarrollar tumores pulmonares, y gran parte de las investigaciones se traducen en efectos fisiológicos de exposición inválida. Dado que los animales de laboratorio tienen pelaje y no poseen glándulas sudorí­paras en la mayor parte de sus cuerpos, éstos no proveen modelos óptimos de exposición dermatológica.

El gas mostaza, usado por primera vez en la primera Guerra Mundial, continúa siendo el agente favorito de los experimentos con animales del Departamento de Defensa. Un experimento llamado “Desarrollo de una formula para prevenir el gas mostaza inducido para dañar la piel”, realizado en el 2005, induce al daño de la piel de los animales.

Bajo el estandarte del “uso para la defensa”, muchos animales han sido utilizados para probar las trayectorias de las balas que les permite a los expertos en armas militares a congelar permanentemente el rastro de las balas. Los animales han sido colgados y disparados muchas veces para que los médicos pudieran practicar la extracción del tejido muerto, cuando existen maneras más superiores de entrenar a los médicos.

Ví­ctimas inocentes

Los animales no hacen la guerra, ¿por qué deberí­an ellos sufrir porque los humanos la hacen? Todas las naciones deben rechazar los experimentos de armas quí­micas y biológicas en animales. No existe diferencia para un perro retorciéndose en convulsiones si el hombre que le administra el gas venenoso es afgano, israelí­ o norteamericano. Todos los ciudadanos del mundo deberí­an juntarse por el pací­fico propósito de condenar y demandar un final para esta forma de terrorismo sobre animales inocentes.

Fuente: “The military's war of animals”, noviembre de 2005. PETA.