Corridas de Toros en Chile: tres siglos de tortura olvidada

Desde la colonización ibérica hacia América del Sur, los espectáculos taurinos trascendieron las fronteras españolas para asentarse en varios países locales. Aunque no es un fenómeno de conocimiento extendido, en Chile se practicó la tauromaquia durante más de tres siglos. La ignorancia de la tauromaquia chilena por parte de los oriundos del país es un claro ejemplo de que la cultura no es inamovible, y que la tradición no es argumento para sostener prácticas moralmente aberrantes.

Inicios

Desde 1555 hasta comienzos del siglo XX, es decir, durante más de tres siglos, se practicaron las corridas de toros en Chile, comenzando en la actual capital del país, Santiago. Desde el siglo XVI y a lo largo de toda la Colonia, este tipo de competencias eran pan de cada día en Santiago del Nuevo Extremo, expandiéndose hacia el resto del país.

Para la primera corrida de toros efectuada en Chile (Santiago, 1555), se habilitó la plaza mayor de la ciudad con tolderías y tablados, durante los días de San Juan, Santiago Apóstol y Nuestra Señora de Agosto, es decir, para la festividad del Tránsito. En esa época, la corrida se hacía mayoritariamente a caballo, y no era el “matador” sino que sus “peones” los encargados de dar muerte al animal.

Durante los siglos XVI y XVII las corridas de toros en Chile fueron un juego aristocrático. El espectáculo -que se realizaba generalmente en la plaza mayor- partía con la presentación de los jugadores, quienes eran señores vestidos con una corta capa negra, daga, espada al costado y sombrero adornado con plumas multicolores.

Lo usual era que los toreros fuesen acompañados de escuderos y lacayos, cuyo número reflejaba su rango social. En una especie de comitiva, los toreros daban un paseo de honor alrededor del lugar y luego montaban un caballo con el cual combatían a los toros, hasta que sus peones ejecutaban al animal. Para seguridad de los humanos, los toros se corrían "embolados'', es decir, con las puntas de los cuernos aserradas, o bien, cubiertas por un armamento de madera de colores.

En ese tiempo, las funciones se celebraban en la plaza principal de la ciudad, construyéndose un ruedo de unos 50 metros de diámetro rodeado de una valla de un metro 60 centímetros, donde se apoyaban las graderías.

El lugar de los asistentes era escogido conforme con una estricta asignación y la función era presidida por el gobernador.

A partir de 1692, el 24 de agosto, la fiesta de San Bartolomé, patrono de La Serena, fue celebrada con tauromaquia. En Concepción el año 1693, se festejó con un espectáculo taurino la llegada del nuevo presidente Tomás Marín de Poveda y su casamiento con Juana Urdaneta.

Las primeras plazas de toros

Aunque las corridas de toros eran muy habituales en el país, recién hacia principios del siglo XVIII se comenzó en Chile el toreo "de a pie" y los intentos por construir una auténtica plaza de toros, con la férrea oposición de la Iglesia. A pesar de la popularidad de las corridas, en 1730 el obispo de Santiago dictó la excomunión de todas las personas que asistieron a una emblemática corrida realizada para reunir fondos tras el terremoto de ese año.

La iniciativa para levantar una plaza tardó años en hacerse realidad, hasta que en 1760 se autorizó la construcción del primero de estos recintos en Chile, que tuvo una dimensión de 217 metros de diámetro y estuvo a cargo del corregidor de Santiago, Manuel Zañartu. Zañartu debió atender a una larga lista de condiciones, entre las que llama la atención:"(…) La plaza debía tener dos piezas o palcos, con la decencia que corresponde; la una para los señores presidente y oidores de la Real Audiencia y la otra para el ilustrísimo Cabildo, Justicia y Regimiento (...). Se establecía, además, una formal división entre la gente ordinaria de ambos sexos y la nobleza que debía ocupar los cuartos bajos o altos" (Pereira Salas, 1974).

A comienzos del siglo XIX (en 1801), se puso en marcha una nueva plaza de toros, ahora mucho más grande y lujosa. El recinto se erigió en el basural de Santo Domingo, con una capacidad para 3.000 personas.  Desde el siglo XIX, luego de problemas de incumplimientos de contratos y debido al éxito de las carreras de caballos en Renca, las subastas para adjudicarse la organización de las corridas pasaron a ser costumbre.

La prohibición de las corridas de toros: “No son propias de culturas civilizadas”

Sin embargo, el 27 de septiembre de 1822, durante el gobierno de Bernardo O’Higgins, el líder nacional Manuel de Salas, protestó en contra de las corridas de toros y presentó una moción para prohibirlas en Chile, porque el trato dado a los animales en estos espectáculos atentaba contra la ilustración y la cultura, "propias de costumbres civilizadas". El 15 de septiembre de 1823, el director supremo Ramón Freire, firmó la prohibición definitiva de corridas de toros y las peleas de gallos del país, en el mismo decreto por el que se abolió la esclavitud en Chile.

Desde entonces, se frenó el desarrollo de la tauromaquia en el país, con algunas excepciones como la localidad de Colchagua, donde las corridas de toros continuaron ilegalmente hasta, por lo menos, el 1900, convirtiéndose en el principal escenario en Chile para las corridas de toros.

Continúan las corridas de toros en el país

La llegada a Chile del torero español Aransaez, en 1889, marcó  un nuevo boomde las corridas de toros a nivel masivo, a pesar de la prohibición nacional. Para volver a instaurarlas obviando la normativa, el torerocreó un concepto nuevo: los "simulacros" de corridas de toros. "Creció de nuevo el entusiasmo: lo difícil era conseguir que la autoridad diera permiso, pero el primer alcalde de la comuna de Providencia, don Wenceslao Sánchez (…) concedió permiso para que se estableciera una plaza interina en el Frontón Ballesteros, en dicha comuna'', revela un texto publicado en la Revista Sucesos del 14 de marzo de 1903, que cuenta la historia de las corridas de toros en Chile.

De hecho, en 1900 la construcción de una plaza de toros en Providencia estaba muy avanzada, tal como lo muestra el artículo de "El Mercurio".

Mientras tanto, los espectáculos en distintos puntos del país, como Valparaíso y Concepción, eran posibles porque algunos empresarios montaron una plaza portátil para realizar estos eventos en más localidades.

Las nuevas plazas de toros de la época, conocidas como "Plaza-Circo'', aumentaron con la construcción de tres plazas en Valparaíso -en el Puente Jaime, en Las Delicias y Playa Ancha-, además de otras en Concepción, Talca, Curicó, Los Ángeles, Victoria, La Serena y Temuco. Por esos días, un artículo del diario nacional "El Mercurio" hablaba sobre el posible surgimiento de una escuela de toreros.

"En Valparaíso fue tal el entusiasmo que rayó en el delirio, pues poco a poco se construyeron tres plazas (...) Hay que confesar que esto ya era exagerado, porque en España, que es el país clásico de los toros, por lo general no hay más que una en cada capital o ciudad'', explica la revista Sucesos.

Un diario nacional de la época da cuenta de la importancia que las corridas de toros tenían en Chile a principios del siglo XX: "Conocido el entusiasmo que en nuestro público ha despertado el arte del toreo, y como una sola plaza se hace a veces insuficiente para contener a los numerosos aficionados, una sociedad iniciará la construcción de una nueva plaza, cuya ubicación se ha escogido en la calle Pio IX. Quedará en frente al Mapocho (...) y el nombre que llevará será el de España.'' (El Mercurio del 4 de Septiembre de 1900).

El triunfo de la ética

Pese al boom de la tauromaquia hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, no dejó de haber controversias. Desde las primeras décadas del siglo XX, las autoridades fueron más severas e impidieron el desarrollo de corridas de toros e incluso de sus "simulacros'' porque no estarían exentas de un trato vejatorio al animal que, a pesar de su tradición, mostraba a la sociedad chilena como una sociedad “incivilizada”.

Por lo tanto y a pesar de que durante más de tres siglos la tauromaquia fue parte de la tradición chilena, su arraigo y costumbre no la eximieron de un examen ético ni de ser objeto de reflexión de los líderes nacionales en relación a sus aspiraciones para construir una sociedad chilena independiente e “ilustrada”. 

Aún así, el argumento de la tradición sigue siendo frecuente para defender las fiestas taurinas. Si la tradición es motivo para mantener las corridas de toros, el coleo, el rodeo o las peleas de gallos, pues también deberíamos perpetuar la dictadura, el machismo y la corrupción que, lamentablemente, también han sido tradiciones en varios países latinoamericanos.  Pues en toda tradición cultural hay hechos y manifestaciones que con el tiempo se consideran inapropiadas para una sociedad que progresa: así es como las dictaduras se han superado, la corrupción es intencionadamente combatida por diversos gobiernos de la región, y así mismo es como Cataluña (España) abolió las corridas de toros, y como Chile tomó la misma decisión hace más de 180 años atrás -a pesar de tres siglos que avalaban la costumbre.

La revisión de nuestras tradiciones implica un proceso de reconversión y reestructuración que es sólo un ingrediente de todo progreso social, y no una razón para impedir nuestra madurez moral y la construcción de una sociedad coherente con principios de paz, solidaridad y justicia. Lo mismo fue necesario, por ejemplo, para el fin de la Segunda Guerra Mundial y para la misma abolición de la esclavitud en Chile que, no por casualidad, se dictó de la mano con la prohibición de las corridas de toros y las peleas de gallos en el país.

De acuerdo con las mismas ideas de Manuel de Salas, el impulsor de la abolición de la tauromaquia en Chile, una nación que asocia su cultura al cruel hábito de banderillear y matar a un toro asustado, y que tolera todo esto bajo la impostura de “tradición” y “cultura”, no puede más que ser una nación de naturaleza empobrecida, sin auténtica creación cultural, y de ética mediocre. Porque todos los animales, humanos o no-humanos, somos iguales en el único aspecto que es moralmente relevante: la capacidad de sufrir. Los golpes, el maltrato, la tortura y hasta la muerte de animales por motivos de entretenimiento constituyen una aberración para una sociedad que se solidariza con el dolor de los indefensos. 

Por ello, las corridas de toros y otras fiestas taurinas han generado controversia a nivel mundial, siendo censuradas y prohibidas en la mayoría de países donde la ética humana ha evolucionado y sus sociedades han entendido que la violencia, agresividad e irrespeto ejercidos contra los animales son injustificables y que incluso pueden ser fácilmente extrapolados hacia los seres humanos. 

Chile ha demostrado ser un país moderno en su historia, siendo el primero en abolir las corridas de toros y las peleas de gallos, dando una lección de progreso y humanismo para todas las naciones. Ya es momento de dar un paso más, y celebrar el Bicentenario del país prohibiendo otros espectáculos crueles que aún manchan nuestra patria, como el rodeo o las tiraduras de caballo. Sólo entonces, los animales no humanos que sufren, y los humanos que luchamos por su defensa, celebraremos los 200 años de la nación sabiendo que algo hemos aprendido de nuestra historia.

 

Bibliografía

 

  • Purcell, F. 2000. Diversiones y juegos populares, formas de sociabilidad y crítica social: Colchagua 1850-1880. Santiago de Chile: Lom.
  • Cruz de Amenábar, I. 1995. La fiesta: metamorfosis de lo cotidiano. Santiago de Chile: Universidad Católica de Chile.
  • Pereira Salas, E. 1974. Juegos y alegrías coloniales en Chile. Santiago: Editorial Zig-Zag.