Un dí­a más sin liberación animal

Cada segundo mueren aproximadamente 3.000 animales a manos de los seres humanos. Mientras caminas, duermes, te lavas los dientes, comes, millones de animales no humanos están siendo torturados. No es un pensamiento muy positivo, lo sé. Pero lo que sí­ es positivo es que, cada vez más, la gente joven se sensibiliza ante los temas relacionados con los derechos de los animales.

Hace tiempo aparecí­ en un programa de televisión dando una entrevista muy ligera de ropa… fue con motivo de las protestas anti peleterí­a en Barcelona y de la caza de focas. Cuando el entrevistador me preguntó si no me avergonzaba aparecer así­ delante de las cámaras, le dije que si ésta era la única manera en que lograba tener un espacio en los medios, lo harí­a sin problemas, pues con tan sólo una persona que se hiciera vegetariana después de haberme oido hablar sobre la explotación animal, yo estarí­a salvando indirectamente 95 animales, y eso valí­a más que cualquier actitud pudorosa.

Pocas semanas después, un colaborador de AnimaNaturalis me dijo que una chica de 16 años habí­a visto el programa y se habí­a hecho vegetariana. Pero no sólo eso, sino que convenció a un amigo y a su madre de que lo intentaran también. Un programa, tres vegetarianos, casi 300 animales que se salvan de existir para ser comidos. Me doy por satisfecha.

Nuestra labor no es fácil, nadie dijo que lo serí­a. Cada noche al acostarme pienso: un dí­a más sin liberación animal. Pero un dí­a más en que he hecho algo por los animales, un dí­a más en que he dado un folleto, he escrito una carta protesta, he conversado con alguien.

Nunca ninguna causa tuvo tantos enemigos, nuestros propios familiares, amigos, vecinos, nos son adversos. Los animales cuentan con poquí­simos aliados en comparación con el número de verdugos. Por eso no basta oponerse a la tortura, a la injusticia, a la crueldad. Falta llevar a la práctica nuestras convicciones morales y hacer de nuestra vida algo coherente. Si no matarí­amos a un animal con nuestras propias manos, ¿por qué pagamos para que otro lo haga?

A veces nos cansamos de decir siempre lo mismo, de defender nuestra postura cuando en realidad es la otra la indefendible. Tenemos que acostumbrarnos a que trabajar por los derechos de los animales es un camino lleno de obstáculos; cuando parece que se ha solucionado un problema, surge otro igualmente o más grave. Pero es un trabajo que me llena de orgullo. Que hago aunque no me reporte beneficios económicos, porque estoy convencida de que es lo correcto. De que alguien tiene que hacer algo por los que no pueden defenderse.

El argumento de que el ser humano ha llegado a ser lo que es gracias a su alimentación omní­vora me hace pensar que quizá cuando la cantidad de vegetarianos en el mundo sea significativa, nosotros podemos dar origen a una nueva raza, a una nueva especie de seres verdaderamente humanos. Suena a ciencia ficción y tal vez lo sea. Pero lo que es cierto es que quien dí­a a dí­a da su tiempo, su vida, su alma a los derechos de los animales, ya es otra clase de ser humano, es el cambio que queremos ver.
Otro dí­a más en el ordenador, otro dí­a más en una manifestación. Así­ es como quiero que sea mi vida, así­ es como tiene que ser. Como dijo Barry Horne: “No es por nosotros, es por ellos.”

Leonora Esquivel
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