Fin inminente de la industria de las pieles

La crueldad ya no está de moda y la peletería se enfrenta a reacciones muy negativas. Estamos frente al fin inminente de la industria de las pieles de animales.

15 mayo 2018
New York City, United States.

This article is from LAIKA Magazine, an online and print publication about veganism and animal rights. Read more stories like this at laikamagazine.com. 

La emoción de vislumbrar a un animal salvaje en su hábitat está tan dentro de nuestra propia naturaleza como lo está el deseo de libertad en la de cualquier animal. Nos hemos nutrido de documentales de Planeta Tierra o National Geographic, que nos han impresionado con la belleza desbordante del reino animal. Pero en las granjas de pieles, esos mismos animales sufren con tal intensidad la deshonra de la cautividad que los despoja de esos comportamientos naturales que consideramos tan fascinantes. Ahora que nuestra concienciación sobre la injusticia social se ha agudizado tanto, podemos extenderla a aquello que comemos y vestimos. Gracias a nuestros valores éticos, somos plenamente conscientes de que infligir sufrimiento a seres sintientes por razones triviales es moralmente incorrecto. Las pieles, así como otros materiales, son productos nacidos de la opresión, por lo que no tienen cabida en los armarios modernos. Ya ha llegado la oportunidad de llevar puesta, literalmente, nuestra conciencia.

A lo largo de las últimas décadas, el comercio de pieles se ha convertido en una industria global multi-milmillonaria, incentivada por las crecientes demandas de las economías en desarrollo de Rusia y China. Pero está empezando a dar muestras de descenso, ya que Europa ha experimentado un desarrollo político y legislativo revolucionario, como demuestra la prohibición de las granjas de pieles en ocho países. Entre ellos se encuentran Reino Unido, donde dichas granjas fueron declaradas ilegales en el 2000; Croacia, que prohibió la peletería a principios de 2017 tras una larga espera; y la Corte Suprema de los Países Bajos, que ratificó la prohibición de granjas de visones en este país, el cuarto mayor fabricante de pieles del mundo. Japón también clausuró la última granja de pieles en 2017 y Nueva Zelanda mantiene una prohibición parcial. Pero la peletería sigue en pie. En China, se ejecutan 125 millones de conejos y 75 millones de visones, zorros y perros mapache al año para la peletería. En las granjas de pieles de la UE, la cifra ronda los 32 millones de animales al año. En EE. UU. y Canadá, donde lo habitual es emplear cepos, se sacrifican alrededor de 7 millones de animales anualmente para vestir. La revista LAIKA ha recogido declaraciones de testigos, activistas y expertos que se han propuesto reducir todas esas cifras a cero.

«Si pudieras ver lo que yo he visto, jamás llevarías ese abrigo»

«Las pieles están por todas partes», comenta la fotógrafa Jo-Anne McArthur. Cuando la revista LAIKA la entrevistó, se encontraba en Escandinavia, donde se encuentran dos gigantes de la industria de las pieles: Saga Furs y Kopenhagen Fur. «Hay personas que ni siquiera saben que se sacrifican animales para hacer sus abrigos de pieles», explica McArthur. «Lo que yo he visto es la muerte de cientos de seres sintientes» McArthur ha visto mucho más que la mayoría. La fotógrafa calcula que ha documentado veinticinco granjas de pieles en Europa y Canadá.

En el mundo, los visones son los animales que más se crían en granjas de pieles. Solo Dinamarca produce 17,8 millones de pieles al año. Están confinados en jaulas extremadamente pequeñas, algunas de solo 20 centímetros de ancho. «Van de un lado a otro. Es completamente antinatural», dice McArthur. «Estos animales [en la naturaleza] viven cerca del agua, con un estilo de vida solitario. Pero en las granjas están hacinados y se devoran unos a otros. Es normal que presenten heridas en la nuca, que les falten las orejas o incluso algunas patas.»

Estas granjas suelen estar en los bosques. Para los animales, aunque la libertad se encuentra cerca, está totalmente fuera de su alcance. «Pueden sentir la brisa, están rodeados de árboles que ven desde sus jaulas, pero solo pueden mirar, un día tras otro», expone McArthur. La fotógrafa describe la suciedad y el hedor insoportable que rodean a los animales, los excrementos amontonados por debajo de ellos, las jaulas cubiertas de piel y polvo.

Recientemente, McArthur captó vistas aéreas de granjas descomunales de visones en la costa este de Nueva Escocia, que describe «como una nueva versión de los campos de concentración». Esta factoría completamente mecanizada de las granjas de pieles genera una cantidad de contaminación colosal. Los vertidos provocan la proliferación de algas en los largos cercanos, algo cada vez más común en estas regiones. «Hay campamentos infantiles cerca de estos lagos, y no solo se ha prohibido nadar en ellos, sino que se ha llegado a trasladar el campamento porque la proliferación de algas es peligrosa», explica McArthur. «Y no saben si pueden eliminarlo, ni siquiera tratarlo. Simplemente mata el lago y todos los animales que beben de él enferman. Y todo por esa inútil granja de visones, que está generando una cadena de acontecimientos catastrófica

No importa si la granja es nueva o vieja, «es un infierno», comenta McArthur. «Si pudieras ver lo que yo he visto, jamás llevarías ese abrigo» Aparte de las granjas de visones, McArthur también ha documentado granjas de zorros, una de las cuales también tenía perros mapache. En la naturaleza, estos animales ―que pertenecen a la misma familia que los perros domésticos― viven en zonas de densa vegetación y recorren grandes distancias.

En las granjas de pieles, los animales «no tienen nada de autonomía», expresa McArthur. «No pueden elegir a sus amigos, ni a sus parejas. Sufren una gran soledad.» Suelen desgastar a mordiscos las construcciones de madera en las que se encuentran, lo que acaba derivando en heridas de gravedad en la boca que no son tratadas. «Estos animales se pasan el rato dando vueltas en círculo, intentando encontrar una salida», explica la fotógrafa. Estos y otros comportamientos estereotípicos (repetición anormal), como morderse la piel y autolesionarse, suelen verse en las granjas de pieles y son síntomas de disfunción psicológica. Muchos animales acaban sucumbiendo a la desesperación. «Están completamente abatidos, como sin miedo», dice McArthur.

En la naturaleza, los zorros excavan complejas madrigueras, pero en las granjas de pieles se les obliga a permanecer sobre suelo de alambre durante toda su vida. «¿Puedes concebir el horror y la urgencia de lo que algo así supondría para tu gato o tu perro? Eso mismo es lo que están sintiendo millones de animales», comenta McArthur. «Imagina cómo se atrofiarían tus piernas al no poder dar ni una zancada, de pie pero encogido sobre el suelo de una jaula. Te verías obligado a retorcer el cuerpo de todas las formas posibles para aliviar el dolor. El único recurso es permanecer acostado, si es que se puede considerar un recurso

Los abrigos más fríos

Un nombre que está sonando últimamente como sinónimo de pieles es Canada Goose, una empresa textil con sede en Toronto que vende sus plumíferos de pieles con la falsa promesa de que están hechos con humanidad.

Canada Goose y otras empresas que emplean pieles animales se valen de cepos de caza para atrapar a los coyotes. Estos cepos les provocan heridas de las que sangran profusamente, desgarros en los tendones (ya que los animales se retuercen para liberarse) y amputaciones de las extremidades, entre otras lesiones. A veces llegan a estar hasta cinco días sin revisar los cepos, por lo que los animales capturados padecen sed, hambre y miedo. Para preservar la piel, cuando encuentran a los coyotes aún con vida, en lugar de sacrificarlos de un tiro, los aporrean, los asfixian o los estrangulan con una trampa de lazo (un lazo de metal con un nudo corredizo que provoca una muerte agónica que puede durar hasta ocho minutos).

Canada Goose se empeña en afirmar que sus chaquetas de 900 € ―lucidas por algunos famosos y personas en busca de estatus social― son las apropiadas, a pesar de que no hay pruebas científicas que demuestren que las pieles o las plumas sean imprescindibles para preservar el calor. De hecho, materiales sintéticos de alta calidad han resultado igualmente apropiados, incluso en expediciones subárticas.

Este atrevimiento a la hora de engañar a los clientes tiene su origen en la complicada relación de Canadá con la captura de animales mediante trampas o cepos. La historia idealizada del asentamiento del país «influye en todo, desde las políticas gubernamentales hasta la gestión de la fauna, pues the North American Wildlife Conservation Model (una organización para la conservación de la naturaleza en Norteamérica) se basa en el principio de que la fauna debe ser utilizada como recurso», explica Lesley Fox, directora ejecutiva de la organización canadiense The Fur-Bearers, que lucha por los animales cuyas pieles se utilizan en la industria textil. «Los políticos que buscan obtener el voto de las áreas rurales suelen huir de estos temas», comenta Fox. Incluso el primer ministro canadiense Justin Trudeau participó en la Conferencia Global de Empleo de Canada Goose y el director ejecutivo de Canada Goose, Dani Reiss, fue nombrado Miembro de la Orden de Canadá en 2016 «por su compromiso con la preservación del norte de Canadá, especialmente por presidir Polar Bear International». En 2016, Reiss declaró a The Telegraph que «los osos polares son símbolos del norte. Hemos hecho parkas para los científicos y el personal de apoyo que trabaja con ellos».

Los coyotes asesinados para hacer esas parkas también son símbolos norteamericanos, llamados «perros de Dios» por los navajos. Al igual que nuestros queridos perros domésticos, pertenecen al género Canis. En LAIKA: Issue 6, en Kindred Creatures, Camilla Fox (sin parentesco con Lesley Fox), fundadora de Project Coyote, explicó que los animales tachados de peste por Canada Goose pertenecen, en realidad, a una especie que juega un papel fundamental en un ecosistema amenazado.

En Canadá, los activistas se enfrentan a grandes trabas, entre las que se encuentra la ausencia de leyes federales sobre etiquetado, por lo que las tiendas pueden vender piel de perro, gato, conejo y otros animales etiquetándola como piel sintética. «Para muchos clientes es complicado saber qué pieles son auténticas y cuáles no», comenta Fox. Sin embargo, The Fur-Bearers suma avances a nivel municipal, trabajando con comunidades individuales para acabar con el uso de trampas y con el apoyo que tiene esta práctica. «Como resultado directo de esta campaña, diversos municipios en British Columia han aprobado leyes o solicitado permiso al Ministry of Forests, Lands and Natural Resource Operation ―responsable de la administración de las tierras y los recursos naturales de esta área― para prohibir el uso de trampas», comenta Fox.

Y ahí hay una ventaja: muchos canadienses sienten una fuerte conexión con la naturaleza debido a lo cercana que les resulta. «Este hecho facilita un poco los debates en los que introducimos nuevas ideas relativas a los animales salvajes sintientes», explica Fox. Al educar al consumidor, la demanda se reduce, como demuestra el hecho de que el gigante de artículos deportivos Canadian Tire se haya visto obligado a dejar de vender pieles en dos de sus sucursales. Atmosphere, una de las tiendas que declaró que no vendería pieles, excepto en sus tiendas de Quebec, era una de las empresas que había vendido productos de Canada Goose desde siempre.

«Cuando te enfocas en la víctima, es fácil sobreponerse al miedo»

En Nueva York, donde Canada Goose abrió en 2016 su tienda principal en EE. UU., surgió una apasionada iniciativa. Hubo protestas frente a la tienda del Soho cada semana, e incluso dos manifestaciones en contra de las pieles ese mismo invierno. Había carteles y pegatinas en paradas de autobús y edificios neoyorquinos que lucían el logotipo de Canada Goose con los eslóganes «Torturando animales con orgullo desde 1957» y «Las pieles son asesinato» que, además, se expandieron a otras partes del mundo.

«Nuestro objetivo principal es cambiar la forma en la que la gente ve las pieles», comenta el organizador Rob Banks. «Hay que tratar este aspecto a diferentes niveles: luchando en la calle, educando a la gente o peleando por que las leyes cambien» A través de su página de Facebook «Stop Canada Goose Now», Banks y otros activistas comparten publicaciones, intercambian ideas y ayudan a activistas de otras ciudades del mundo a organizar manifestaciones. En Instagram, #FuckCanadaGoose aparece cientos de veces, e incluso el propio hashtag de Canada Goose #AskAnyoneWhoKnows (#PreguntaAQuienSepa) ha sido superado por las publicaciones en contra de las pieles.

Banks cree que cualquiera puede encontrar el coraje para defender a los animales. «Cuando te enfocas en la víctima, es fácil sobreponerse al miedo», comenta. «Todo lo que hago aparece publicado, lo cual motiva e inspira a otros activistas a dar con sus propios métodos, acciones y palabras. Todos aprendemos y nos hacemos más fuertes con cada encuentro». Banks se ha enfrentado a cientos de personas y ha empleado tácticas diferentes. Para algunos, la aprobación social es su talón de Aquiles. «La vergüenza y la humillación son el tipo de atención que no desean, lo cual les hace reconsiderar volver a llevar pieles en público», explica Banks. También recalca la necesidad de comprometerse de diversas maneras. Aunque las redes sociales son una herramienta indispensable, los encuentros en persona son «necesarios para llegar a personas que no suelen ver publicaciones relacionadas con los derechos de los animales».

Banks recuerda una conversación memorable con una madre y su hija que se habían detenido para observar una de las protestas y que desconocían que las pieles del abrigo de la niña eran reales. Les sugirió que donaran el abrigo a los activistas para que lo enviaran a un centro de rehabilitación animal, donde las pieles donadas se utilizan como lecho para animales huérfanos. «La madre se volvió hacia su hija de seis años y le dejó la decisión a ella», comenta Banks. «Sin dudarlo ni un momento, la niña respondió ‘¡Sí!’»

«Queríamos impulsarlos a pensar por sí mismos»

En los Países Bajos, la organización por los derechos de los animales Bont voor Dieren se vale del amor de los niños por los animales para crear When Did You Stop Caring ―Cuándo dejó de importarte―, un vídeo precioso y arrebatador con un final inolvidable.

El objetivo de este vídeo creativo era tocar la fibra sensible de la gente joven que, de otro modo, daría la espalda a las imágenes gráficas. «Queríamos impulsarlos a pensar por sí mismos», explica Barbara Slee, directora de las campañas de Bont voor Dieren. Esta organización se ha aliado con Reclamebureau Roorda, una agencia holandesa que ha cosechado mucho éxito con sus campañas contra el consumo de alcohol y tabaco dirigidas a niños. Consiguieron comprender la ciencia detrás de los cambios de comportamiento que conllevan las campañas visuales. «Esta agencia publicitaria tuvo la idea de mostrar la importancia que las mascotas tienen para las personas, especialmente para los niños, para luego exponer la contradicción que supone llevar pieles cuando eres mayor», comenta Slee.

Para el director del vídeo, Joren Molter, un joven de 23 años de la productora The Boardroom, la autenticidad era indispensable. «Intenté encontrar interacciones reales entre animales y niños», comenta sobre su decisión de no utilizar actores. Molter y Tijn Sikken, su cinematógrafo, entrevistaron a diversos niños en sus casas para ver qué solían hacer con sus mascotas. El vídeo resultante captura interacciones completamente genuinas.

When Did You Stop Caring no solo ha resonado profundamente entre el público holandés, sino que el director del vídeo también lo ha hecho. «Pensé ‘Estamos en el siglo XXI, es claramente falsa’», comenta Molter sobre cuando suponía que todas las pieles eran sintéticas. Debido al desarrollo de la producción en masa, particularmente en China, muchas prendas de piel real son más baratas que las de piel sintética, por lo que Molter considera que «es urgente contar esta historia». Para abordar este problema de crecimiento, Bont voor Dieren ha colaborado con una ONG china para crear Fur Free Life, una página web en contra de las pieles. Slee está convencida de que la labor de concienciación cambiará la perspectiva de la población china y que, por ese motivo, «es crucial que invirtamos en informar y educar a la gente».

«Cuando la gente deje de comprar, los animales dejarán de morir»

Para salvaguardar sus tremendos intereses económicos, el comercio de pieles se ha cubierto las espaldas con estrategias de marca ética y greenwashing. El proyecto WelFur, financiado por la propia industria, promete asegurar un alto grado de bienestar animal en la producción de pieles, objetivo inalcanzable según expertos en ética y bienestar debido al problema inherente de confinar animales salvajes en jaulas pequeñas que impiden comportamientos naturales como correr, escalar y nadar.

Mientras, por un lado, comercializan sus productos como éticos, Saga Furs ―una de las casas de subastas más grandes del mundo― es encubiertamente muy activa en China, donde la legislación sobre bienestar animal es extremadamente escasa. «Las estrategias de relaciones públicas de la industria peletera han dado un giro más siniestro y emplean tácticas similares a las de la industria tabacalera en las que presentan su versión de la ciencia en su propia defensa», denuncia Brigit Oele, directora la coalición internacional Fur Free Alliance (FFA), que une 40 organizaciones protectoras de los animales, como las antedichas Bont voor Dieren y The Fur-Bearers. Comparten recursos y estrategias, además de colaborar en campañas y proyectos de investigación. La FFA trabaja como un frente unido para acabar con el comercio de pieles en todo el mundo y ha conseguido convencer a algunas marcas de lujo, como Armani y Hugo Boss, de que dejen de emplear pieles. Según Oele, la prohibición del uso de pieles en países europeos «es un ejemplo de cómo, en la civilización moderna, las preocupaciones éticas de la gente se reflejan en las leyes». Oele considera que el movimiento contra las pieles favorecerá inevitablemente a los derechos de los animales en su conjunto porque «se ha visto que el progreso llevado a cabo en un área estimula el debate en otras donde los animales también se utilizan para beneficio humano».

Mark Glover, director de Respect For Animals en Reino Unido y miembro de la FFA, ha estado a la vanguardia del movimiento contra las pieles alrededor de 30 años. En el 2000, jugó un papel esencial en la prohibición de las granjas de pieles en Reino Unido. Solo después de que el comercio de pieles se debilitara por la caída de las ventas como resultado de un intenso escrutinio público, explica, fue posible llevar a cabo con éxito una iniciativa política. Para cuando Glover testificó en una reunión del Comité en el Parlamento escocés durante los debates que llevaron a la prohibición de las pieles, la industria ya se había desentrañado. «Ya a la desesperada, el comercio de pieles hizo circular una fotocopia en la que supuestamente se mostraba una comida china hecha de visón picado», recuerda Glover. «¡Fue ridículo!»

Aunque actualmente hay muchas menos peleterías en Reino Unido, ha empezado a proliferar el uso de pieles supuestamente falsas, pero que en realidad no lo son. Esta es una de las razones por las que ninguna de las organizaciones con las que hemos tratado promueve las pieles sintéticas. «Si algo es considerado inmoral, ¿por qué imitarlo?», explica Glover. Además de exigir un etiquetado claro y visible, Respect For Animals y la FFA lazarán una serie de iniciativas para contrarrestar la propaganda del comercio de pieles.

Entre estas iniciativas se encuentra una mayor implicación en las redes sociales, que funcionan particularmente bien para atraer a jóvenes compasivos. «El discurso chabacano del comercio de pieles que quiere vender miseria disfrazada de glamur no llega a las redes sociales», afirma Glover, optimista de cara al futuro. «El comercio de pieles se extinguirá, como ocurrió, en gran parte, con la caza comercial de ballenas, pero su desaparición la liderarán los consumidores», comenta.  «Cuando la gente deje de comprar, los animales dejarán de morir» El público debería condenar y repudiar a las personas que llevan pieles, especialmente a las celebridades.

Enfrentarse a la industria de la moda

En Francia, los activistas por los derechos de los animales se encuentran con desafíos culturales, a menudo paradójicos. «Demandar la prohibición [de la peletería] es un tema radical», comenta Muriel Arnal, fundadora de la organización francesa One Voice. «El 91 % de la gente demanda un etiquetado que garantice que los productos no están hechos de piel auténtica. Y, sin embargo, son reacios a la prohibición del uso de pieles reales. Se trata de libertad. La gente necesita sentirse libre en Francia».

A pesar de que Francia tiene solo once granjas de pieles activas y que generalmente obtiene las pieles de China y el norte de Europa, es «grande dentro de la industria de la moda», explica Arnal. No en vano, París es la capital de la moda y sus pasarelas están repletas de pieles, por lo que aprobar la prohibición de pieles aquí sería un punto de inflexión en la moda. Por esta razón, One Voice, que también es miembro de la FFA, ha publicado una investigación sin precedentes sobre seis granjas francesas de visones. «Era una forma de demostrar que no es solo China. La situación en Francia también es pésima. Es terrible», enfatiza Arnal. Dicha investigación reveló una indiferencia total no solo hacia los animales, sino también hacia el medio ambiente. A esto le siguió una extensa cobertura mediática que puso a los productores de pieles a la defensiva, pues acusaron a One Voice de manipular la grabación y eludir el debate. «La televisión, los periódicos y la radio la mencionaron [la investigación] y asistí a debates, pero la industria peletera no quiso venir y afrontar lo que teníamos que decir», comenta Arnal. «Pero a la gente le llegó.»

Este hecho contrasta mucho con cómo solían ser las cosas. Hace veinte años, la televisión francesa habría renunciado a darle cobertura a investigaciones. Arnal recuerda cómo la policía allanaba las casas de los activistas por los derechos de los animales. «Nos acusaban de ser una secta porque éramos vegetarianos o veganos», recuerda Arnal. Antes de que llegaran las redes sociales y la tecnología sofisticada, «costaba mucho tiempo conseguir hacer algo», comenta. «Apenas teníamos teléfonos móviles... Ni siquiera teníamos cámaras decentes para filmar los laboratorios. Era una batalla muy solitaria. Ahora las cosas son mucho más fáciles para nosotros, pero no lo son para los animales».

Debido a que la vía legislativa supone un gran reto, Arnal y One Voice se han movilizado de multitud de formas. Por ejemplo, se han dedicado a instruir a los consumidores y han lanzado la iniciativa Fur Free Retailer, plataforma que publica las marcas que no emplean pieles, como la casa francesa de alta costura Franck Sorbier. «Necesitaremos mostrar más material, volver al público, a los medios, y decir ‘Mirad, no os olvidéis de estos animales.’ Y recordárselos constantemente. Mucha gente pensará que hay margen de mejora en las granjas. Debemos educar a la gente y decirles ‘No, no hay. No hay ningún modo de que mejores las condiciones de las granjas de pieles’».

Durante los inicios del movimiento en contra de las pieles, lo que le dio fuerza a Arnal fue hablar con activistas de otros países. «Creo que es importante preservar esto», comenta. «Necesitamos fervientemente aprender unos de otros y ayudarnos unos a otros en todo el mundo. No hay fronteras para el sufrimiento animal».


Artículo original: "THE FUR IS DYING: STILL UNFASHIONABLY CRUEL, FUR INDUSTRY FACES MAJOR BACKLASH", de Julie Gueraseva para Laika Magazine.
Traducido y adaptado por Ana Pascual Beltrán

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