Acabemos con Cantoblanco

Hace unos días recibimos una llamada comunicándonos que había visto en los andenes de una de las estaciones de metro de Madrid a tres pequeños gatos con su madre. Ese mismo día una compañera animalista se acercó a la estación para hablar con algún responsable. No tuvo éxito. Sí pudo hablar con personal de la estación que le confirmaron que los gatines estaban allí.

Dedicamos buena parte del día siguiente a realizar llamadas a todos y cada uno de los teléfonos que nos iban proporcionando con el fin de solicitar una autorización para poder recoger a los gatitos y a su madre, solucionando así el problema tanto para la empresa del metro como para los animales, puesto que obviamente allí no tenían ningún futuro.

Al día siguiente me personé, junto con la responsable de una Asociación Proteccionista para nuevamente intentar hablar con algún responsables. Finalmente pudimos hablar con él por teléfono. Desconocía la existencia de estos animales en la vía y nos dirigió a la central que tienen en Cavanilles. Parecía un imposible conseguir que alguien se responsabilizara y nos facilitara las cosas. En Cavanilles sólo atienden por la mañana y el jueves nos fue imposible personarnos. Sí lo hicimos el viernes pero para nuestra sorpresa nos comunican que los gatitos, 3 pequeños cachorros de apenas un mes de vida, habían sido llevados a la perrera de Cantoblanco por personal del metro. Pasaron allí un solo día, pero fue suficiente para sentenciarlos a muerte. Los sacamos de Cantoblanco pero no han conseguido vivir ni una semana más. Hoy hemos tenido que ayudar a morir al último cachorro. Un proceso vírico contraído en la maldita perrera de Cantoblanco les ha devorado la vida.

Uno se pregunta qué pasa por el interior de estas personas que no facilitan ni permiten que personal proteccionistas y particulares, a los que sólo los mueve el interés de la vida por el animal, intentando su rescate para proporcionarles un hogar digno, y a su vez, sensibilizando y educando a los particulares que los adoptan cubriendo de forma voluntaria y desinteresada un espacio inexistente hoy por hoy en la Administración, pero sin embargo no pierden tiempo cuando se trata de llevarlos a un lugar como la perrera donde todos sabemos ya que no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir porque enferman y mueren en pocos días. Y qué hago yo ahora con este sentimiento de rabia, impotencia y culpa que me inunda porque soy consciente de que, en mi vano intento de rescate, lo único que logré fue poner sobre aviso a los "sin alma" que acabaron así con sus pequeñas vidas rápidamente. Si no hubiese dicho nada allí seguirían, felices y contentos con su madre. A mi me ha costado esfuerzo, dinero y, sobre todo, un enorme desgaste emocional y anímico y a ellos, pobres inocentes, la propia vida.

Os envío una foto de estas tres criaturas. ¿No merecían algo mejor?. ¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportando esto?. Desde luego yo no voy a tolerar que esto continúe en la misma línea durante 4 años más y por ello no voy a dar el voto, ni mi jugosa abstención, a quien tolera, solapa, permite o sencillamente no le importa. Votaré de acuerdo con mi conciencia, mis ideales y mi coherencia, que es lo que me dignifica.
Rosa Beci - Madrid