El canódromo Meridiana de Barcelona es el último y único recinto de carreras de galgos que existe en España. Parece que su público mayoritario, el más mayor, está en claro retroceso, ya que los más jóvenes prefieren ocupar su tiempo en otros lugares. El público habitual suelen ser hombres de edad avanzada, muchos jubilados, que entre cafés, charlas y puros pasan algunas mañanas y las tardes viendo correr a los galgos. Algunos se toman la afición como un negocio y estudian el librillo de carreras, donde se puede encontrar el historial deportivo completo de cada perro que compite, con auténtica devoción. Pero ganar una suma sustancial no es fácil.
“Aquí nunca se gana”, comenta Manolo. “Yo vengo desde hace 20 años. Cada día. Algún golpe de suerte he tenido, pero las pérdidas son siempre mayores”, asegura. Hoy no le toca jugar. Sólo ha traído el dinero justo para el café, “para no arriesgarme”. No es el caso de Mariano, que suele apostar una media de seis euros cada tarde, pero no en los favoritos “porque entonces no ganas más que limosna”. Se arriesga con otros con menos posibilidades pero que en el caso de ganar le dejarán más beneficios. A pesar de ello las cuentas no salen. “Bueno, lo hago para pasar el rato”, se justifica.
José Luis Navarro, gerente del canódromo desde hace 28 años, defiende el carácter lúdico e inofensivo del lugar. “La persona que viene invierte lo que podría gastar en el cine en pasar la tarde aquí, y disfruta igual.” Pero en numerosas ocasiones lo que empieza siendo una diversión ocasional acaba siendo una adicción. Hay tanta gente enganchada como en los bingos o en las salas con máquinas tragaperras. Personas que pasan su tiempo libre contemplando la pista donde compiten los perros cada tarde, gastando todo lo que llevan encima y que llegan a sus casas con los bolsillos limpios y el ánimo por los suelos.
En Barcelona hubo cuatro canódromos en funcionamiento. Tras el cierre en 1999 del Pabellón, en la plaza Espanya, el Meridiana se convirtió en el último vestigio de esta especie en peligro de extinción. “Llegaron a coexistir 18 canódromos en toda España”, asegura José Luis Navarro. “Aún es rentable. Y si lo hacemos bien lo seguirá siendo”, añade con confianza. De su buen funcionamiento dependen 60 familias que viven de él directamente y casi 100 que lo hacen de forma indirecta. Sin embargo, desde la asociación SOS Galgos, que persigue desde hace años el cumplimiento de las leyes que permita a los perros vivir con mayor dignidad, aseguran que en el canódromo trata mal a los galgos. “Los sobreexplotan con fines lucrativos y las condiciones en las que se encuentran son lamentables”, afirma Albert Sordé, director de la asociación.
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