Jack, Luke, Benjie y, entre otros muchos, el dúo Fanta y Vodka (dos cokers americanos muy bien avenidos) entonaron ayer un ladrido al unísono por una misma causa: están hartos de que la Guardia Urbana les pida la documentación. Es un decir. La protesta, en realidad, la protagonizaron sus dueños, reunidos en la plaza de la Bonanova contra el "asedio" municipal contra los canes sin papeles.
Aunque casi todos eran perros de distinguido abolengo, sus propietarios dicen que el enfado no es cuestión de pedigrí. La campaña intensiva realizada por la Guardia Urbana en toda Barcelona durante poco más de dos semanas perseguía persuadir a los dueños de la necesidad de censar a las mascotas (hubo 1.361 denuncias en este sentido) y de ser cívico. Pero en la zona alta aseguran que los han ametrallado a multas por falta de chip. "Aquí no hemos visto sancionar a nadie por no recoger la caca", se quejó Rosa, junto a su yorkshire.
Los afectados apoyan que se multe a los íncívicos que dejan rastro. "Yo misma recojo a veces los excrementos de otros perros", se quejó Victoria, que siempre que pasea con su husky va pertrechada con varias hojas de diario. Carmen, que llevaba bien sujeto a Nice, terció que en 10 años no había visto nada igual. El colectivo mostró una pancarta contra la concejala Katy Carreras por desoírlos.
Manuel, el dueño del golden Sweet, argumentó que si hay obligaciones también tiene que haber derechos, como parques donde correr en horarios especiales. Y Cristina, la madre adoptiva --con papeles-- de Chico, un tierno chucho callejero abandonado, no entiende por qué la "perseguida" es ella.
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