La matanza de chivos, que cada 20 de octubre se realiza en Tehuacán, Puebla, para conmemorar el festival del tradicional mole de cadera, sigue causando polémica entre activistas defensores de los animales.
Mientras María Elena Hoyo y Cecilia Vega la criticaron, al señalarla como un “acto de barbarie” y “un baño de sangre”, Guadalupe Ramírez, presidenta de la Asociación Civil Planeta Compartido, y originaria de Tehuacán, consideró las criticas como “infundadas” y ajenas a la realidad.
El miércoles pasado, cerca de 400 chivos fueron matados —de los 4 mil 500 que serán sacrificados en los siguientes días— de un disparo en la cabeza, para después clavarles un estilete en el pescuezo. Posteriormente, el animal, que desde tres meses atrás debe ser alimentado exclusivamente con sal y biznaga, es colgado de un tubo hasta desangrarse. Sin embargo, según testigos, en algunos de los casos el chivo estaba vivo mientras se desangraba ante la mirada indiferente de los llamados matanceros.
“Es ridículo que a estas alturas de la vida se tome una matanza tan cruel y verdaderamente espantosa como parte de una tradición”, consideró Maria Elena Hoyo, activista de Organizaciones Defensoras de Animales y su Hábitat. Indicó que esa acción “es como si ahora, en aras de la tradición, quisiéramos sacrificar niños para ofrecerles el corazón a los dioses”.
Cecilia Vega, de la Fundación Haghenbeck, también manifestó su indignación. “No es posible que se siga permitiendo una crueldad impresionante hacia los animales. Estamos en contra de esas festividades arcaicas que ya no tienen razón de ser”, dijo.
Ambas acusaron al gobierno de Melquíades Morales de no hacer nada para impedir que los chivos sean matados de “una manera tan salvaje”. Sin embargo, Guadalupe Ramírez, negó que los chivos sean maltratados en su traslado y que la matanza se realiza “bajo las normas debidas”, pues se hacen con un pistolete de perno cautivo.
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