Durante los días en los que se cerraba esta edición, diferentes científicos, como los del Instituto Nacional para la Investigación Médica de Gran Bretaña, comenzaban a sugerir que el temido virus de la influenza porcina, gripe A o nueva gripe podía ser menos letal de lo anunciado, pues parecía afectar sólo a las vías respiratorias altas y no a los pulmones. Para entonces la gripe había cambiado varias veces de nombre, con la pretensión de no herir sensibilidades ni intereses económicos, y los niveles de las alertas sanitarias mundiales habían batido récords. Gracias a los medios españoles, además, conocimos a didácticos virólogos que nos presentaron al H1N1 y familia, estábamos al tanto de cada uno de los casos que aparecían en el mundo y en España (¡), sabíamos que Putin no quería más jamón ibérico y que hasta en las telenovelas mexicanas habían prohibido los besos y las caricias.

Pero apenas ha habido mención a una de las causas claras de éste y otros brotes gripales: la rápida transmisión y mezcla de los virus generada por la producción intensiva de carne en el mundo. De poco ha valido que, entre otras fuentes, la revista médica The Lancet publicara un editorial en 2006 apuntando a la producción y el comercio industrial de pollo como causa del último brote de gripe aviaria o que la revista Science advirtiera ya en 2003 de que la gripe porcina evolucionaba cada vez más rápido por el aumento del tamaño de los criaderos industriales y el uso generalizado de vacunas en ellos. En el Estado español no se habla de este asunto.

Imposible olvidar, por otra parte, los millones de antivirales que se quedaron almacenados en los hospitales con el episodio de gripe aviar, para tranquilidad del mundo y sobre todo de las arcas de la farmacéutica Roche, que comercializó de forma exclusiva el principal antigripal en este caso: Tamiflu.

En busca de respuestas, contactamos con el pensador que en 2006 ofreció una de las explicaciones más lúcidas sobre los determinantes sociales y económicos de la expansión del virus H5N1, el de la gripe aviar, en su libro El monstruo llama a nuestra puerta. Mike Davis señala a la industria pecuaria como responsable también de este brote, que, según algunas interpretaciones, pareciera el fruto de un desastre natural o del designio divino: “A medida que hemos sabido más sobre el epicentro de la crisis en una comunidad pobre mexicana [La Gloria] cerca de un gigante estadounidense de la producción porcina [Smithfield Foods], en el Estado de Veracruz, parece cada vez más obvio que esta crisis tiene más que ver con otras como la fuga tóxica de una fábrica de pesticidas de Bhopal, en la India, o con un vertido de carburante de un petrolero que con un ataque anónimo de la naturaleza”. Y aporta un dato revelador: en 1965, había en EE UU 53 millones de cerdos repartidos en más de un millón de granjas; hoy 65 millones de cerdos se concentran en 65.000 instalaciones. Davis también cuestiona la seguridad de los sistemas de alerta internacionales propugnados por la OMS, acompañados por la masiva administración de antivirales y vacunas, si se dispone de ellos, a la población. “La mayor parte de la humanidad carece de acceso a los antigripales farmacéuticos. Según la estrategia de la OMS, muchas de las naciones de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) están construyendo trincheras biológicas, más que construir capacidad de respuesta alrededor del planeta. La mayoría de las líneas de producción de antivirales y vacunas están concentradas en Europa occidental. La mayor parte de uno de los antivirales claves, Tamiflu, es atesorada por los países ricos y las personas más acaudaladas de los países pobres. Hace seis años, la OMS rechazó las demandas de la India para permitir fabricar la versión genérica de Tamiflu”, señala el historiador y urbanista conocido también por sus trabajos sobre el control social en las ciudades y la pobreza de los suburbios.

“Los medicamentos que salvan vidas deberían ser un derecho humano global. La OMS ha de comprometerse en el desarrollo de vacunas universales”, reclama.

Líneas de frente sin cubrir

Otro aspecto reseñable es que no existen sistemas de vigilancia adecuados en las propias granjas, foco de los contagios de animales a humanos. Y, como denuncia Davis, “los países más ricos han fallado totalmente en transferir el estado de los avances biotecnológicos a las líneas de frente de las enfermedades, en los países empobrecidos”. A pesar de que México tiene médicos de reconocido prestigio, los ensayos sobre el virus porcino se han realizado en Winnipeg, Canadá.