Creo que podría haberles dicho que me había vuelto heroinómana y no les hubiera sorprendido tanto. Decidí hacerme vegana y mi familia y amigos lo veían como sospechoso y hasta preocupante. Al inicio, quería solamente ser vegetariana porque el veganismo es "tremendamente extremista" pero como decidí hacerlo sobre todo por los animales, pasé de inmediato al veganismo total. Tranquilicé a mis padres al consultar a una nutricionista. 

Cuando intentas explicar a quienes te rodean que no sólo es posible ser vegano sino que también es positivo para la salud, lo menos probable que ocurra es que mueras por desnutrición. De eso ya 13 años y me mantengo en pie. Aunque con el paso del tiempo haya sido irresponsable con mi salud -la comida chatarra vegana existe- los resultados de mis exámenes de sangre siempre me devuelven la calma. En algún momento me esforzaré y daré lo mejor de mí para ser más fuerte que Georges Laraque pero no es lo que me interesa aquí. Si te cuento todo esto, querida lectora*, es porque quiero hablarte de Ética Animal. Si has leído mis anteriores artículos, te habrás dado cuenta de que me gustan mucho los ‘’bichitos’’ y los gatos, pero hablando en serio, me gustan todos los animales incluido el homo sapiens, a pesar de todo.

Soy una persona sensible, más bien, hipersensible - lloré cuando el perro senil de mi prima murió - y amo a los animales desde que estoy en capacidad de interesarme por el mundo que me rodea. Mi decisión de luchar contra la explotación animal no es menos racional. ¿Pero cómo explicarla sin quedar en ridículo? Es un tema importante para mí y nunca he sabido cómo abordarlo o escribir sobre el mismo. Por suerte, a veces la vida ilumina el camino y es gracias a mi colega H. Sémillant que pude conocer a un humano que actualmente hace su maestría en filosofía sobre la ética animal. Me hice amiga de un vegano, síííí!!!! Frédéric Côté-Boudreau me dio generosamente de su tiempo y energía para hablar sobre explotación animal, veganismo e incluso sobre Po. Te ofrezco entonces querida lectora, esta entrevista totalmente complaciente pero sincera e instructiva y poco menos fastidiosa que de costumbre. 

LP: ¿Fréd, puedes explicarnos qué es la ética animal y sobre qué trabajas en este momento?

F C-B: Concretamente, la ética animal es la rama de la filosofía moral que trata sobre nuestras relaciones y obligaciones morales hacia los animales no humanos de manera individual. Para simplificar las cosas, nos hacemos preguntas éticas en relación con nuestras acciones hacia el resto de los animales. 

Al momento, me encuentro haciendo investigaciones sobre el concepto de autonomía en el marco de mi maestría. Critico la interpretación racionalista en la filosofía liberal. En pocas palabras, defiendo la idea de que hay que respetar las elecciones personales de los animales. 

L.Z.: ¿Y qué te llevó a eso? No pareces alguien tipo Brigitte Bardot que llora ante los videos de la caza de focas. 

F.C.-B.: No. En realidad no soy aquello que podríamos llamar un "animal lover". Casi que llegué a esta ámbito al azar pues nunca antes me había interesado por la causa animal -y no me identificaba tampoco con quienes que portan carteles contra los circos con animales. Lo que me atrajo en realidad fue el desafío intelectual que esto representaba. Una nota sobre Peter Singer en una enciclopedia de filosofía fue lo que captó mi atención a medio camino de mi licenciatura. El argumento era simple y muy concreto pero contundente: dado que los animales son criados en condiciones de sufrimiento y que no necesitamos de la carne para estar saludables, el consumo de carne es moralmente problemático. Bastó con esa línea para interesarme en comprender más el asunto. 

L.Z.: De todos modos, esto rompe el arquetipo del vegetariano que muestra una sensiblería grotesca porque tú defiendes el veganismo racionalmente. Pero ser vegano, ¿qué quiere decir eso? No consumes ningún producto de origen animal - carne, huevos, lácteos, miel – en otras palabras, ¿cambia eso tu manera de vivir?

F.C.-B.: Sí, un vegano es una persona que no participa de la explotación animal. En lo personal, yo abogo por la abolición total de la explotación animal – para que les sea reconocido su status jurídico y moral de "persona" y no de "bien mueble". Pero que sea vegano no significa que sea aburrido. Puedo hacer tanto deporte e ir a fiestas como solía hacerlo (aunque no me considero un ejemplo personal en ese ámbito tampoco). Incluso encuentro más placentero comer ahora que antes pues sé de recetas innovadoras y de alimentos desconocidos. El único aspecto diferente es el social: vivo en una sociedad que banaliza la violencia hacia los animales. No es fácil ir contra-corriente. Podemos muy bien vivir sin comer productos animales pero es más difícil en el momento en que nos sentirnos excluidos y que debemos siempre estar justificando nuestra elección. Por eso estoy perfectamente convencido de que si en el contexto social el veganismo fuera adoptado, haríamos las mismas cosas de siempre sin ver la diferencia. Comeríamos hamburguesas vegetarianas y les pondríamos veganesa en lugar que mayonesa. Etc. 

L.Z.: ¡De largo! Y en lugar de pasear a nuestros perros con correa, ¡lo haríamos con nuestros hijos! En todo caso, estoy completamente de acuerdo contigo. Es en el aspecto social que reside lo más difícil. 

F. C.-B. : Este obstáculo social representa una buena y mala noticia. Muchísima gente me dice estar de acuerdo con mis argumentos pero que no se ven aplicándolos en su vida personal. Eso se convierte en una profecía auto-frustrada porque si decimos que vale la pena cambiar, será más fácil para todos. 

L. Z.: En principio, ¿por qué es tan importante ser vegano? Para mí, es esencial, no daré marcha atrás, pero cómo explicar cuán importante es a la gente y que no sólo es importante para mí mí mí como individuo?

F. C.-B. : La justificación se adapta dependiendo del interlocutor. De manera general, trato de explicar que los animales son también personas que, como nosotros, tienen interés en huir del dolor, permanecer vivos y que buscan la calma y el bienestar. Lo que ocurre con ellos les importa por lo que sería discriminatorio negar esta importancia bajo pretexto de que "no son humanos". La ética exige que seamos imparciales, por ejemplo, no ignoramos los intereses de un individuo bajo pretexto de ser blanco, heterosexual, hombre, de nuestro país. Cada persona merece respeto, sin importar el color de su piel, su género u orientación sexual, su inteligencia o su grupo cultural o biológico. 

Desde el punto de vista de un animal no humano, su vida le es tan importante como la nuestra lo es a nuestros ojos. Si la no violencia tiene un sentido, no hay razón para que esta se detenga en la frontera de nuestra especie. 

La discriminación hacia los animales no humanos se denomina especismo, por analogía con el racismo o el sexismo. No existe, que yo sepa, ninguna justificación satisfactoria al especismo. Esto no significa que tengamos que dar prioridad a los animales por sobre nuestra familia. Existen conflictos de derechos. Lo que significa es simplemente que hay que respetar sus derechos a no sufrir, a permanecer vivos y a no ser explotados. 

L. Z.: Cuando digo que soy antiespecista, me acusan con frecuencia de ser extremista. Me dicen que el Hombre está en la cima de la cadena alimenticia, que su inteligencia, su propia naturaleza y su fuerza le permiten utilizar a otras especies, que de todas maneras no son conscientes de la explotación de la que son objeto. Algo como lo que algunos afirman, aún hoy, que los hombres son superiores a las mujeres por obviamente las mismas razones. Muchos no estarían de acuerdo con comparar el especismo al sexismo o al racismo! Puedes decirme ¿por qué no podríamos hacerlo?

F. C.-B.: Hablar de no violencia y de respeto al prójimo no es extremista, aunque eso cuestione radicalmente nuestras costumbres actuales. Pero entiendo que la gente se inquiete por la analogía entre el especismo, el racismo o el sexismo. Estas dos luchas morales han sido dolorosamente combatidas y aún no ganadas por lo que la gente teme que se relativice su importancia. Pero es todo lo contrario: el anti-especismo es parte del mismo progreso moral, aquel de derribar las fronteras morales arbitrarias que no sirven más que a los intereses de los opresores. La gente debe comprender que las objeciones que formulamos en relación con el anticiespecismo (como ya vienes de nombrar algunas) ¡son con frecuencia las mismas que se utilizaban para defender el racismo y el sexismo!

Estas objeciones implican notablemente el might is right que es la fuerza que justifica la explotación. ¡Y justamente es aquello contra lo cual feministas y antiracistas han luchado y continúan luchando! Pienso entonces que la lucha contra el especismo está conectada, conceptual y psicológicamente a la lucha contra el racismo, el sexismo y las desigualdades económicas. 

L. Z.: Cuando me hice vegana, la gente reaccionaba muy mal a veces. Era como si yo los hubiera atacado personalmente y no hablo precisamente de granjeros avícolas o de productores de lácteos...

F. C.-B.: La gente se siente atacada porque lo no comprende bien aún. Sienten que negamos su identidad o que los tratamos de asesinos en serie. Pero cuando tomamos el tiempo de explicarles el porqué, en general y de acuerdo a mi experiencia, se muestran más abiertos y comprenden que no es su culpa que hayan sido criados con prejuicios especistas y además, comprenden que pueden cambiar. 

L. Z.: Ja ja! ¡Tienes mucha más paciencia y tacto que yo! Nunca he logrado ‘’convertir’’ a nadie. Además, me desagrada este término. Siento que amplifica la idea de que el veganismo es una religión. Partiendo del hecho que algún día será necesario cambiar nuestros hábitos, al menos por razones ecológicas, ¿crees tú que habría que legislar en lugar de dejar este peso sobre cada individuo?

F. C.-B.: Es una conversión del pensamiento y de la moral. No tiene nada que ver con la religión. Los derechos de los animales no son una religión como tampoco lo son los derechos humanos. Y está claro que si queremos este cambio de sociedad, el cambio individual es insuficiente aunque sea necesario. Pero se necesitaría una menor cantidad de cambios legislativos que de cambios institucionales. Por ejemplo, hacer del veganismo una opción predeterminada (en las cafeterías, en las  reuniones, etc). Estoy en contra de la idea de imponer el cambio, en el estado actual de las cosas (¡eso sería contraproducente!) pero podemos fácilmente alentarlo explicando las razones. Como en todo avance social sobre una cuestión moral, tiene que haber un debate de sociedad y las instituciones deben asumir la responsabilidad de motivar el cambio. Hace más de cuatro siglos, al menos, la igualdad entre hombres y mujeres fue propuesta. Toma tiempo cambiar las costumbres. 

L. Z.: Y la explotación animal no se reduce únicamente a la alimentación. Utilizamos también a los animales para nuestro entretenimiento, como diversas herramientas, para testear medicamentos y diversos tratamientos médicos, para hacer vestidos, etc. Pero una de las violencias más difíciles de denunciar, bajo mi punto de vista, es la posesión de animales de compañía. Podemos quererlos de manera auténtica pero muy seguido los queremos mal. Si Po muere antes que yo, hay grandes probabilidades de que yo adopte otros animales de inmediato porque los refugios están repletos de animales-desechos. Pero si los animales no humanos vieran otorgados sus derechos no sería ya posible entonces comprarlos o mantenerlos en casa como compañeros…

F. C.-B. : Durante mucho tiempo fui abolicionista incluso por los animales de compañía. En todo caso, debemos adoptar animales procedentes de refugios, pues es justamente como si se tratara de refugiados. Hay que ocuparse de ellos, procurando evitar más nacimientos. 

L. Z.: Veo las cosas un poco de esa manera. Caramba, tendríamos que pelearnos por algo… espera un minuto. ¿Tú ya no eres abolicionista ahora?

F. C.-B.: Sigo siendo abolicionista pero me hago un cuestionamiento personal desde que leí Zoopolis, el más reciente ensayo de Will Kymlicka escrito junto a su esposa Sue Donaldson. Ellos proponen un modelo político para concebir nuestras relaciones morales con los animales. Por ejemplo, creen que los animales domésticos pueden y deben ser considerados ciudadanos y partiendo de este hecho, deberían gozar de las mismas protecciones constitucionales que nosotros en la sociedad. Esto quiere decir que es posible cohabitar con los animales domésticos a condición que les sean no solamente  respetados sus derechos a no sufrir y a permanecer en vida sino que también tengan acceso a diferentes oportunidades y actividades, que se beneficien de los servicios de salud, de protección jurídica y política, etc. Evidentemente, ya no serían tratados como propiedad sino como ciudadanos con proyectos personales así como vínculos particulares con quienes les rodean. Sería completamente distinto a lo que conocemos hoy. 

No sé si estoy completamente convencido de su acercamiento al tema pero pienso que es una propuesta totalmente razonable, estimulante, que abre nuevas posibilidades. También veo en mi entorno mucha gente entusiasta ante este proyecto. Para muchos de nosotros, compartir momentos con personas no humanas constituye una experiencia muy enriquecedora y renovadora, incluso única. Solamente hay que evitar que sea una relación de dominación que obedezca a nuestros deseos egoístas. Si puede darse una relación mutuamente enriquecedora, ¿por qué no?

L. Z.: ¡Me parece interesante! Tú sabes hasta qué punto estoy loca por mi gata Po. La considero como un individuo no como una divertida masa de pelos. En un mundo ideal, podríamos vivir con otras especies sobre una base de igualdad

F. C.-B.: Exacto. Tiene que darse sobre una base de igualdad, protegida por la Constitución. Podrás entonces tener invitados al funeral de Po y la atención médica de Po podría ser financiada por el Estado (No estoy bromeando). 

L. Z.: Aaay! Escucha, te invitaré a su funeral pero en principio te invito a su cumpleaños pues aún no he celebrado sus 18. Sé que a ella no le importará pero no pasa nada, ¡le hacemos una fiesta! 

F. C-B. : ¡18 años son dignos de celebrarse!

L. Z.: Estoy jugando con ella ahora mismo. No siempre escoge sus momentos para que la entretenga… Oh OH! ¿Tú y yo podríamos también jugar? ¡Me encantan los juegos! ¡Sobre todo cuando podemos ganar premios! Pero aquí no hay regalo. O por último, ¿te puedo regalar un muffin, OK?

F. C.-B. : ¡Un muffin vegano! Los tuyos son muy buenos por cierto. Bueno, ¿de qué se trata este juego?

L. Z.: Es un ejercicio de reflexión. Imaginemos que unos extraterrestres llegan a la Tierra y descubren que la carne humana sabe realmente bien, en particular aquella de los bebés lactantes y que los fetos se convierten en un platillo de lujo. Que los extraterrestres, más inteligentes y más poderosos que nosotros, lleguen a tomar control de nuestras vidas. Que encuentren divertido cazarnos. Que a los más dóciles de nosotros nos conserven como compañeritos. 

¿Cómo podríamos nosotros, los insignificantes humanos, explicar racionalmente que nuestras vidas tienen valor? Que es inadmisible que estos extraterrestres nos traten así aunque tengan la capacidad y que obtengan placer (recuerden que la carne de bebé es suculenta).

F. C.-B. : Aunque parezca gracioso, este ejercicio de reflexión es puesto en la mesa de debates académicos sobre ética animal. Y si no me equivoco, un episodio de Star Trek presenta un escenario análogo. Sea como sea, es interesante ver el resultado cuando los roles se invierten. Nos gusta halagar nuestras propias capacidades morales mientras que una especie extraterrestre podría percibirnos tan impulsivos y compulsivos, tan instintivos y vulnerables. Desde un punto de vista global, es evidente que nuestra especie es la más sanguinaria y que no hayamos dejado de matarnos por tonterías desde el inicio de nuestra historia. ¿Qué excusa tendremos el día en que se nos trate de la misma manera?

L. Z.: Excusas, siempre podemos encontrar, pero buenos argumentos… ¡me quedo con las ganas! Por cierto, los escucho de todos los tipos los dichosos argumentos para justificar la explotación animal. ¿Jugamos de nuevo? ¿Sacamos los peores que conozcamos y los más frecuentes y los hacemos explotar?

F. C.-B: ¡Cuando quieras!

Continuará  querida lectora…

Léxico para ayudar a los confundidos, medianamente confundidos o vege-confundidos 

  • Vegetarianismo: Alimentación que excluye la carne animal (sí, el pescado y el pollo también cuentan como carne). 
  • Veganismo: Alimentación que excluye todo producto de origen animal (carne, huevos, lácteos, miel). También, modo de vida que boicotea toda forma de explotación animal en la alimentación, el vestuario, el entretenimiento, etc. 
  • Abolicionismo: Teoría que defiende la idea de que todas las formas de explotación animal deberían ser abolidas. Reivindica también la idea de incluir a los animales en la categoría de ‘’persona’’ en lugar de ‘’bien mueble’’. 
  • Bienestarismo: Teoría que aboga por el mejoramiento de las condiciones de producción animal. Podemos explotarlos mientras procuremos que no sufran (tanto). 
  • Neo-bienestarismo o Neo-abolicionismo: Teoría que pone en práctica el bienestarismo con fines abolicionistas. 
  • Especismo: Discriminación realizada por motivos de especie. 
Publicado por Lora Zepam
Traducido al español por Emmeline Manzur