La organización ATEA (Asociación para un Trato Ético con los Animales) desea hacer llegar a la opinión pública su repulsa y preocupación ante la inclusión de un espectáculo con vaquillas en la Semana Cultural que se celebra en el centro docente “Jesús Obrero”, de Gasteiz.
Se trata de un hecho que viene produciéndose desde hace al menos seis años, lo que ni siquiera ofrece a los organizadores la excusa de la eventualidad. El pasado año, el centro recibió numerosos mensajes de todo el estado en el que se reprochaba su actitud.
A pesar de que los espectáculos con vaquillas se nos muestran como un juego inocuo, constituyen en realidad una burda agresión a los animales protagonistas, de carácter tanto físico como psicológico. Efectivamente, no debemos olvidar que se trata de animales muy jóvenes (en realidad, se trata de una cuestión de tipo “práctico”, pues sólo así se puede garantizar en algún grado la integridad de los participantes humanos), con una gran dependencia emocional de sus madres, de las que se les separa a los pocos días de nacer para, en estos casos, ser explotados en espectáculos públicos como el que denunciamos, hasta que les llega la hora del matadero. Tales situaciones suponen para los cachorros (porque eso es precisamente lo que son las vaquillas, indefensos cachorros de vaca) algo extremadamente hostil e incomprensible. El acoso masivo al que son sometidos provoca en ellos un estado de angustia e indefensión severo. No alcanzan a comprender lo que sucede, e intentan en vano huir de ese entorno axfisiante. Como otros muchos animales en situaciones análogas, entran en lo que los etólogos denominan “síndrome de claudicación”, a partir del cual simplemente cesan en su intento de evitar la agresión e incluso de embestir para defenderse. Se han dado casos de muerte por colapso, consecuencia de situaciones de cansancio físico extremo o de cuadros de gran estrés. Estos hechos no suelen salir a la luz, debido a que ni los organizadores ni los promotores están interesados en verse envueltos en polémicas públicas. Lejos de significar el fin del martirio, el mencionado síndrome supone, en realidad, un castigo adicional para los asustados animales, puesto que, al no dar el juego apetecido, son azuzados por el público mediante golpes y, en general, cualquier estrategia eficaz, entrando en una espiral éticamente deleznable.
Hay que decirlo con claridad: los espectáculos con vaquillas constituyen auténticos actos de agresión organizada hacia inocentes.
En un plano educativo, ATEA no tiene dudas sobre lo nefasto de tales iniciativas, en la medida en que refuerzan la idea de los animales como meros recursos lúdicos a nuestra disposición. Se educa en valores de desprecio y egoísmo, en lugar de fomentar virtudes como la solidaridad y el respeto para todos los seres sensibles, independientemente de su especie biológica. Se da la cruel paradoja de que el centro de “Jesús Obrero” invita estos días a sus alumnas y alumnos, de manera muy loable, a manifestarse contra determinadas agresiones que tienen lugar a miles de kilómetros, mientras se les invita a divertirse en el patio del propio colegio a costa del sufrimiento de otros, en un ejercicio de incoherencia moral que roza lo perverso.
Los responsables del citado centro, modelo y referencia en diversos campos, cometen una grave irresponsabilidad como educadores y educadoras, al mantener año tras año en el programa festivo un acto como éste, y tendrán que explicar a la sociedad vasca cómo consiguen conjugar una enseñanza de calidad con el desprecio más grosero hacia los intereses básicos de seres inocentes.
Desde ATEA creemos necesario recurrir una vez más a algunas reflexiones fundamentales en el campo de la ética, que pasa por ser la única esperanza que le queda al ser humano en tiempo como los que vivimos.
En primer lugar, nos gustaría recordar que no existe lo que podríamos denominar un padecimiento “humano” y otro “animal”. Sólo existe el sufrimiento, la terrible experiencia del dolor, y éste resulta tan indeseable para unos como para otros, sin que cuestiones como la especie a la que pertenece la víctima tengan aquí importancia alguna. Si podemos evitar situaciones de angustia gratuita a los demás, no hay argumento que pueda justificarlo. Y evitar este tipo de situaciones resulta en extremo sencillo, a juzgar por el hecho de que en la práctica totalidad de centros docentes de Euskadi prescinden de ellas.
Por otro lado, resulta descorazonador y decepcionante al mismo tiempo tener que recurrir una y otra vez a invitar a la gente a poner en práctica un elemental ejercicio de empatía, es decir, a colocarse en lugar del otro. No debemos comportarnos con los demás como no nos gustaría que se comportaran con nosotros. Es en este tipo de cuestiones en las que deberían incidir los responsables del centro a la hora de inculcar valores a su alumnado.
Por todo ello, desde nuestro colectivo reiteramos una vez más la dudosa autoridad moral que tiene una sociedad para rechazar sin titubeos determinadas formas de violencia o discriminación, al tiempo que muestra una pasividad cómplice hacia otras, actuando en ocasiones incluso de promotores, como en el caso que nos ocupa.
Puestos en contacto con la Dirección de Juegos y Espectáculos del Gobierno Vasco, se le han comunicado los hechos, a lo que se nos trasmite que, hasta el momento, no tenían noticia alguna de este espectáculo. Ello demuestra que durante al menos seis años se ha venido celebrando sin notificación oficial alguna, y por lo tanto sin el oportuno permiso administrativo. Desde la citada dirección se nos hace constar que a la hora del evento se personarán en el lugar efectivos de la Ertzaintza, al objeto de comprobar todos los extremos precisos, y proceder en consecuencia.
El espectáculo tendrá lugar mañana jueves, 25 de marzo, a primera hora de la tarde, en el patio interno del colegio.
Por último, ATEA considera claramente positivo el hecho de que un sector del profesorado del centro haya mostrado una inequívoca postura de rechazo ante esta situación, de la misma forma que lo ha hecho parte del alumnado, para el que, afortunadamente, no todo vale todo a la hora de divertirse.
Sin perjuicio de que puedan emprenderse las acciones legales oportunas, nuestra organización espera y desea que este año sea el último en el que se recurre a la utilización de animales en la Semana Cultural del centro “Jesús Obrero”.
ATEA
Asociación para un Trato Ético con los Animales
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