Entrevista a Marc Bekoff

Doctor en Etologí­a, experto en conducta animal. Es uno de los grandes expertos en comportamiento animal, y sus conclusiones, que probablemente no sorprendan a los que conviven con perros y gatos, revolucionan el mundo cientí­fico.

15 agosto 2006
España.

Amor Animal: 

Vive entre lobos, perros y coyotes y se le ve muy feliz. Es uno de los grandes expertos en comportamiento animal, y sus conclusiones, que probablemente no sorprendan a los que conviven con perros y gatos, revolucionan el mundo cientí­fico. Cuando yo estudiaba se afirmaba que los animales podí­as ser muy agresivos y competitivos, pero hoy puedo asegurar que hay más empatí­a y compasión entre ellos que agresividad. En su vida social se ve claramente que tienen deseos, que esperan algo de los otros. No dejamos de sorprendernos. Ha participado en la Conferencia Internacional sobre la Protección Legal de los Animales organizada por Altarriba, Trifolium y Faada,  y tiene un libro publicado en España con Jane Goodall, Los diez mandamientos. (Paidós).

 

Los animales aman sin dobleces

Tengo 60 años. Nací­ en Nueva York y vivo en las Montañas Rocosas.

Soy profesor e investigador en la Universidad de Colorado. Escribo artí­culos, libros y viajo demasiado. Mi especialidad son los cánidos, investigo sus sentimientos. Estoy casado y cuido a los perros de todos mis vecinos.

Soy de izquierdas. Creo en un bien superior.

 

-¿Se ha especializado en las emociones y sentimientos de los animales? 

Llevo 40 años estudiando el comportamiento social de los animales, pero cuanto más sé, más me interesan sus sentimientos. Una de mis especialidades es el comportamiento de juego. De hecho, estoy escribiendo un libro sobre la moralidad en los animales.

 

-¿Los animales saben diferenciar entre el bien y el mal?  

Tienen un sentimiento moral y en ciertas situaciones saben lo que deberí­an hacer y lo que no, especialmente en el juego. ¿Sabe? Me sorprende que la gente se sorprenda de este hecho. Los animales fabrican herramientas viven en sociedad, tienen normas, amigos preferidos, empatí­a... Es una simpleza decir que todo eso se debe al instinto.

 

-¿Hasta dónde llega esa moral animal?

Cuando juegan, sean perros, gatos, osos, lobos o rapaces, se comunican que van a jugar y, en ese juego, pueden simular que se atacan, que se matan, que se reproducen, pero lo hacen como juego. Nunca traicionan el juego, es decir, no atacan a un congénere cuando han pactado que están jugando.

 

-¿Cómo se dicen los perros, quiero jugar?

Apoyan las patas delanteras en el suelo, mantienen erguidas las traseras y mueven el rabo, esto significa: ¿Quieres jugar conmigo?. Este comportamiento lo hemos visto en perros, en coyotes, en lobos y en hienas; lo llamamos justicia salvaje y demuestra que estos animales confí­an el uno en el otro.

 

-Si se hacen daño, ¿se disculpan?

Sí­, grabamos grupos de animales durante largos periodos y también hemos observado comportamientos de compasión, perdón, capacidad de disculparse, empatí­a... Comportamientos muy semejantes a los de los humanos.

 

-¿Existe la traición entre ellos?

Existe, pero en proporciones mucho menores que entre los humanos. En las especies que viven en grupos es rara la traición porque si un miembro del grupo ve a otro traicionando ya no quieren relacionarse con él, y para ellos es básica la vida social.

 

-¿Es cierto que los perros rí­en?

Se han hecho estudios neurológicos en los que se observa que a los perros se les activa la misma zona cerebral que a los humanos cuando rí­en. Lo expresan con un jadeo y su risa es tan contagiosa como la nuestra: cuando un perro jadea, los de alrededor también lo hacen.

 

-¿Se enamoran?

Absolutamente, sí­. Tengo un grupo de zorros en observación, y precisamente ayer mostré una pelí­cula en la que se ve todo el proceso de enamoramiento, cómo un pareja duerme entrelazada, viajan juntos, comen juntos y se tratan con mucho mimo. Es muy arrogante por parte de los humanos pensar que sólo ellos pueden sentir amor.

 

-¿Es otro tipo de amor?

Los cánidos expresan mucho mejor sus emociones profundas. En general expresan mejor la tristeza y la felicidad porque son más abiertos, no tienen prejuicios y no se reprimen. Son libres de expresar sus sentimientos. Entre ellos se sostienen la mirada, buscan en los ojos del otro.

 

-¿Tienen intuición?

Sí­, perciben si el otro está abierto o cerrado porque es muy importante para la convivencia en grupo.

 

-¿Intuyen las intenciones humanas?

En especial perros y gatos, animales que llevan mucho tiempo conviviendo con nosotros, prevén e intuyen nuestras emociones.

 

-¿Qué siente el perro por su amo?

Los perros han evolucionado de los lobos y ven a su guardián como parte de su manada, y creen que tienen que colaborar y hacer las cosas en común como harí­an los lobos.

 

-¿También tienen depresiones?

Sí­, ellos lo dan todo y tienen expectativas. Si los abandonas, se les hunde el mundo, has roto los códigos, se sienten confusos y deprimidos. Ese comportamiento se ha estudiado en perros, en gatos y en chimpancés. Todos ellos pueden llegar a morir de pena.

 

-¿Qué ha aprendido de los animales?

Que tienen una vida sentimental muy profunda. Son mucho más de lo que se piensa, y no deberí­an estar encerrados en los zoos ni se deberí­an hacer experimentos con ellos. Cuanto más te metes en sus mentes, más compasión sientes hacia ellos y hacia los otros humanos, porque ves los sentimientos en estado puro; los animales no tienen dobleces.

 

-¿Qué episodio vivido con animales le ha conmocionado?

Cuando mi perro Jethro era joven, un dí­a vi con asombro como sacaba de la boca una bola de pelo y la depositaba en mi mano: era una crí­a de conejo cuya madre probablemente habí­a sido cazada por un coyote. Se sentó y me miró con una ternura infinita. Yo cogí­ a la crí­a y la puse en una caja; Jethro se sentó junta a ella y no se movió de ahí­ en dos semanas, se habí­a propuesto cuidar del conejo.

 

-Un perro muy compasivo.

Podrí­a contarle mil historias similares a esa. Hay muchos libros con tí­tulos que son variaciones de la vida secreta de los animales, pero los animales son muy públicos, basta mirarlos para entender sus motivos y sus sentimientos. Si usted le da cariño a una vaca, la vaca le corresponderá, y si se lo da a un periquito, también le corresponderá.

 

-Dicen que no tienen conciencia de muerte.

Esta demostradí­simo que los animales echan de menos al que se va o muere. Se ha estudiado en perros, en elefantes e incluso en ratas. Cuando huelen que un miembro de su grupo familiar ha muerto, muestran comportamientos de duelo, pero eso no significa que entiendan la muerte como lo hacemos nosotros.

 

Imma Sanchí­s

 

Artí­culo publicado en La Vanguardia  el 22 de julio de 2006

 

 

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