En el artículo publicado el 2 de mayo de 2004 en el periódico mexicano “Reforma”, con el título: “Piedra de Toque, la Última Corrida”, el escritor Mario Vargas Llosa expresa su opinión sobre las corridas de toros, sus detractores, los aficionados, las consideraciones sobre tal espectáculo como arte, cultura, tradición, barbarie o crueldad. Además, se refiere a otras situaciones que a su parecer justifican el denigrante espectáculo.
El escritor cae en los lugares más socorridos por los aficionados a las corridas o por quienes tienen intereses económicos en ello y por tanto, buscan por todos los medios, justificar lo injustificable: el abuso.
Vargas Llosa, al igual que lo han hecho por años los taurinos, usa falacias para explicar su gusto de acudir las tardes de domingo a llenarse de música y colores, pero también de estereotipado gozo ante el sufrimiento de otros seres sensibles.
Analicemos sus argumentos y respondamos en consecuencia:
- Los toros son sometidos a unos minutos de tormento. No son unos minutos, es mucho tiempo, pues empieza desde el transporte (piso a desnivel), el encierro (golpes con costales de arena, drogas, limado de pitones, vaselina en ojos, borra en fosas nasales), los 20 minutos oficiales de arponazos, lanzasos, cuchilladas y, por si fuera poco, en muchos de los casos, se les arrastra vivos y conscientes a donde se les abandona en espera de ser destazados.
- Hay debate sobre si el único maltrato condenable es el de las corridas. Los defensores de animales no solo repudiamos las corridas, sino también las otras muchas formas de maltrato, así que no existe tal debate. En todo caso, las corridas tienen el agravante de convertir en espectáculo a la crueldad, así como en presentar como héroes o valientes, a verdugos tramposos, lo cual constituye un pésimo ejemplo para los menores, que aprenden a simular ante el abuso de un indefenso, a ser peor que indiferentes, pues se convierten en aplaudidores de la brutalidad.
- Se ataca a las corridas y se tolera el maltrato en rastros, en todo caso se busca confinar a los humanos al vegetarianismo. Los detractores de las corridas lo somos también de todo tipo de abuso y, por lo general, somos vegetarianos, situación que no tiene nada de confinamiento. Los carnívoros suelen pensar que lo único que les nutre o puede complacer su paladar es el pedazo de cadáver en un plato, en tanto que la mentalidad del vegetariano es mucho más abierta, libre de estereotipos alimenticios occidentales o globalizados. Aprendemos a encontrar en las distintas cocinas (en nuestro caso la mexicana), la enorme riqueza de vegetales, granos y frutos, así como de pastas, salsas, tortillas, sopes y ensaladas sin fin, que nos dan una nutrición mucho más completa, balanceada y libre de toxinas. Además, el que se coma carne no tiene porqué implicar tortura en el sacrificio, hay rastros que funcionan adecuadamente y evitan el sufrimiento de los animales, así que no es requisito ineludible que para comer carne se tenga que ser cruel con los animales y menos aún, que se deba generar un ambiente festivo para prolongar la agonía de un ser al que se le somete a muchas punciones y golpes.
- Los detractores de las corridas piensan que tales eventos son el puro ejercicio de la maldad. No es así, los defensores de animales sabemos que también se trata de un atavismo, de inercia negativa, enajenación, intereses comerciales que explotan el morbo, la ignorancia o el snobismo…o, simplemente, las ganas de alcoholizarse en un ambiente festivo en el que se pueden lucir trajes de moda, con un puro y una boina, pero desde luego, sin la menor conciencia sobre la brutalidad que ocurre en la arena.
- Los taurinos tienen un culto amoroso a los bovinos, en los países que admiten la tauromaquia se ama a los toros con pasión; si los defensores lo vieran lo entenderían. Hay de amores a amores, algunos matan y hasta torturan; cabría decir: “aaaay amor, ya no me quieras tanto”. Por otra parte, por supuesto que muchos defensores hemos estado en medio de la gran cantina que suele ser la plaza de toros, donde el ambiente es de todo, menos de espiritualidad o de concentración ante un espectáculo artístico como sí lo es, por ejemplo un concierto, el ballet o una exposición pictórica, escultórica o fotográfica, que como auténticas manifestaciones artísticas no tienen las fronteras que cada vez más, limitan a la tauromaquia, pues son muy pocos los países (de los más atrasados por cierto) que las permiten. Justo porque hemos presenciado la brutalidad y el abuso de las corridas es que las repudiamos y nos avergüenza su existencia, aunque estamos de acuerdo con Vargas Llosa, se acerca el final de ese resabio del circo romano.
- El toro de lidia no existiría sin las corridas. Afirmación, al igual que las anteriores, por demás carente de sustento. Que sepamos, por allí del siglo XVI no se hizo ninguna manipulación genética para crear al toro de Lidia con la idea de realizar el evento en cuestión, sino que en los corrales de las morerías, los matarifes decidieron un día, que antes de asesinar a los animales que destinarían al consumo de sus amos, se divertirían torturándoles. Ese fue el “noble” origen de las corridas, así que, señor Vargas Llosa: primero fueron los toros y después… bastante después, las corridas.
- Si el toro hablara, elegiría ser toreado. Especulación pura, poco digna de un experto en el manejo de la lengua castellana; no merece mayores comentarios que el de que muchos analfabetas toreros han dicho lo mismo, en tanto que los defensores podríamos especular sobre lo contrario, pero con más bases, pues no es muy congruente pensar que a un ser capaz de sentir dolor le agrade la idea de que lo lastimen y lo asesinen, solo porque a otra especie eso le parece “arte”.
- Lorca, Hemingway, Goya y Piccaso, empobrecería su obra sin las corridas. También se “empobrecería” la obra de muchos otros artistas (el mismo Picasso y su Guernica por ejemplo) sin la guerra, o sin los tormentos ocasionados a muchos hombres y mujeres, incluso a Jesucristo, pero ello no significa que la guerra o la tortura sean buenas. Un artista puede tomar por tema la peor aberración humana y convertirlo en su obra, pero ello no implica que el tema sea necesariamente bueno. Eso es elemental.
- La caza y la pesca, deportes extendidos y prestigiosos, no han movilizado a los defensores de animales. Falso, igual que todo lo antes referido: la caza y la pesca no tienen nada de prestigiosos y desde luego que han movilizado a los defensores, solo que el señor Vargas Llosa no está enterado, pues dudo que en la sección del diario que publicite a las corridas, encuentre información sobre las actividades en defensa de todos lo animales, que por otro lado, no cuentan con el apoyo de los medios que suelen tener las notas rojas y claro, las corridas.
- En la utopía de los defensores habría que sacrificar toros, zoológicos, placeres gastronómicos, pieles, campañas de erradicación de alimañas, ¿se extermina acaso a los portadores de sífilis o sida?, utopía en que hombres y animales gozaran de los mismos privilegios. No es utopía el final de las corridas, el mismo escritor acepta que se acerca. Tampoco lo es el cambio de concepto de lo zoológicos, que permite mucho más libertad a los animales, pues ahora se busca que sean los humanos los que estén colocados de tal forma, que puedan ver a los animales en libertad, sin que se altere su comportamiento como resultado de los aberrantes cautiverios a que se les ha sometido por siglos. Los placeres gastronómicos van mucho más allá de los cortes, los vegetarianos no estamos tan limitados en nuestro gusto para alimentarnos. Desde luego que no debiéramos usar pieles y poco a poco se van sustituyendo las mismas por materiales que les imitan muy bien, especialmente en los países más avanzados, pero sobre todo, conscientes de la necesidad ética y ambiental de ir modificando conductas. Los defensores no hablamos de alimañas, hablamos de animales que molestan a los intereses de ciertos grupos humanos; pero de cualquier manera, aceptamos que pueda existir control sobre los mismos (no estamos locos, ni somos antisociales), pero ese control de sobrepoblaciones animales no implica que deba hacerse en forma cruel. Hay formas de manejo de especies incómodas, sin necesidad de torturarles y, muchas ocasiones, sin necesidad de sacrificarles. El comentario sobre sífilis o sida es realmente ridículo y fuera de lugar, carece de toda relación con la defensa de los pobres toros.
Sólo falacias y lugares comunes señor Vargas Llosa, es decepcionante que un gran escritor se deje llevar por un gusto personal y que, por lo menos en ese campo, no pueda abrir su mente para aceptar que hay vicios humanos que se deben eliminar. Debemos evolucionar como especie y arrancar de una vez por todas las distintas formas de discriminación: una de ellas la que se refiere a la especie.
Gustavo Larios V.
Presidente de la Asociación Mexicana por los Derechos de los Animales, A. C.
México, D. F., mayo de 2004
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