Un toro con los cuernos prendidos falleció el sábado en una plaza de Foios, Valencia, al chocar duramente contra el pilón al que le habían atado. Como si se tratara de un suicidio, una rendición ante la crueldad humana.
El rito del toro embolao consiste en colocar dos bolas de alquitrán prendidas en los cuernos del animal y esquivar sus embestidas de impotencia y angustia entre las llamas. Pero el toro de Foios no tuvo la ocasión de embestir a nadie: confundido, giró sobre sí mismo y terminó por estrellarse él solo.
Aunque la muerte no está dentro de los planes de la fiesta, sí lo está la tortura del animal y el supuesto “valor” y “honor” del humano que se enfrenta a él en el ruedo.
Las fiestas taurinas toman formas y nombres algo distintos bajo el denominador común de la tortura animal gratuita en distintas regiones de España, Francia y Latinoamérica.
Algunas comunidades autónomas han reducido casi por completo esta clase de espectáculos, pero en Valencia los toros embolados siguen a la orden del día.
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