La tauromaquia queda fuera por tercer año consecutivo de las Medallas de Oro de las Bellas Artes

El Ministerio de Cultura excluye nuevamente a figuras taurinas de los reconocimientos culturales, en sintonía con el 77% de la población española que exige el fin de las corridas de toros.

18 diciembre 2025
Madrid, España.

Por tercer año consecutivo, el Ministerio de Cultura ha dejado fuera al mundo taurino de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes. La lista de 2025, con treinta y cinco nombres seleccionados por el ministro Ernest Urtasun, no incluye a ninguna figura ni entidad del ámbito de la tauromaquia, una decisión que AnimaNaturalis celebra como reflejo de una transformación social profunda en la que el rechazo a la violencia contra los animales se consolida como un valor mayoritario en España.

Esta exclusión no es casual ni aislada. Desde 2023, cuando el sector taurino recibió su último reconocimiento con las Medallas otorgadas a la ganadería de Miura en 2022, la tauromaquia ha quedado sistemáticamente fuera de estos galardones. En total, ha sido excluida en seis ocasiones: 2012, 2018, 2021, 2023, 2024 y ahora en 2025. "Esta decisión refleja lo que la ciudadanía lleva años expresando: la tortura animal no puede ser premiada ni celebrada como arte", expresa Aïda Gascón, directora de AnimaNaturalis en España. "El Ministerio está actuando en coherencia con los valores de una sociedad que evoluciona hacia la compasión".

La decisión del ministro Urtasun se enmarca en una política cultural que ha incluido la eliminación del Premio Nacional de Tauromaquia en 2024, un galardón que había sido creado durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero cuando se traspasaron las competencias taurinas del Ministerio del Interior al de Cultura. Según declaró entonces el ministro, esta supresión respondía al "fiel reflejo de las valoraciones y sentimientos de la sociedad", un argumento que los datos respaldan de forma contundente.

Una sociedad que dice no al maltrato animal

El reciente estudio Percepciones de la naturaleza y los animales (2025) de la Fundación BBVA revela cifras demoledoras para el sector taurino: el 77% de la población española exige el fin de las corridas de toros, mientras que el 80% rechaza la caza deportiva y el 84% condena los circos con animales. Estas cifras evidencian un rechazo categórico hacia prácticas que someten a los animales por entretenimiento o bajo el pretexto de la tradición cultural.

El informe detalla que el 45% de la población percibe un alto nivel de cercanía con los animales, un sentimiento especialmente intenso entre mujeres, jóvenes de 18 a 34 años y personas con estudios universitarios. "No es casualidad: quienes ven la naturaleza como un recurso justifican su explotación", señala Gascón al analizar la división ideológica que muestran los datos. Mientras quienes se identifican con la derecha muestran una aceptación tres veces mayor hacia la tauromaquia, el rechazo es transversal y mayoritario en todos los sectores sociales.

La evolución temporal es aún más reveladora. Según el mismo estudio, en 2008 la aceptación media de la tauromaquia era de 2,7 sobre 10; en 2025 ha caído a 1,8 sobre 10. "Es una victoria del activismo, pero queda lo más difícil: derogar leyes que blindan la tortura", afirma Gascón. Esta caída refleja un cambio generacional profundo: el 92% de jóvenes entre 18 y 24 años consideran innecesaria la caza deportiva, frente al 68% de mayores de 65 años.

La contradicción entre rechazo social y protección legal

La situación plantea una paradoja jurídica y política que AnimaNaturalis denuncia sistemáticamente. La tauromaquia fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de España mediante la ley 18/2013, un blindaje legal que persiste pese al rechazo mayoritario de la ciudadanía. Esta protección legal choca frontalmente con la realidad social: según una encuesta de Sigma Dos para el diario El Mundo publicada en abril de 2025, el 78% de la población española declara no ser taurina.

Sin embargo, cuando se pregunta específicamente sobre derogar la protección cultural a los toros, el apoyo cae hasta el 48%, treinta puntos menos que el porcentaje de quienes se declaran no taurinos. "Esta aparente contradicción revela algo importante: hay un sector de la población que, aunque no disfruta ni participa de la tauromaquia, todavía la tolera por inercia cultural", analiza Gascón. "Pero la tolerancia pasiva no es lo mismo que el apoyo activo. La sociedad está lista para el cambio, falta que la legislación lo refleje".

La división es también ideológica y generacional. Entre los votantes de Sumar, el partido del ministro Urtasun, el 92,1% está en contra de las corridas, mientras que entre los simpatizantes del PSOE los no taurinos representan el 87,6%. Incluso entre los votantes de PP y Vox, tradicionalmente defensores de la fiesta, los no taurinos son mayoría: 64,9% y 60,1% respectivamente. Por edades, los jóvenes de 18 a 29 años son los más partidarios de retirar la protección patrimonial, con un 58,9%.

El respirador artificial de las subvenciones públicas

La exclusión de las Medallas de Oro contrasta dramáticamente con el apoyo económico que la tauromaquia recibe del Estado. Un análisis exhaustivo de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales del Ministerio de Cultura (2024-2025) revela que el porcentaje de población que asiste a cualquier tipo de festejo taurino se mantiene estancado en un 8%, la misma cifra de hace seis años. Esta aparente estabilidad, sin embargo, oculta una crisis profunda.

La comparativa a largo plazo es demoledora: la asistencia a espectáculos taurinos ha caído un 18% en las últimas dos décadas, del 9,8% en 2006 al 8% actual. La asistencia a corridas de toros ha descendido un 15% en la última década, del 6,9% al 5,9%. "Los datos muestran que la tauromaquia no está creciendo, sino resistiendo a base de subsidios y políticas de promoción dirigidas a los jóvenes", señala Gascón. "Se está intentando maquillar el declive natural de una práctica cada vez más rechazada por la sociedad, utilizando dinero público para captar nuevas generaciones que de otra forma jamás se acercarían a una plaza de toros".

La estrategia es evidente en los datos. Mientras la asistencia se desploma entre adultos y mayores, especialmente en el grupo de 65 a 74 años con una caída de 1,8 puntos porcentuales, el único grupo de edad que crece es el de los jóvenes de 15 a 24 años. La asistencia a corridas entre adolescentes de 15 a 19 años se ha disparado 3,8 puntos, un aumento que coincide temporalmente con la inclusión de la tauromaquia en el Bono Cultural Joven, una subvención de 400 euros que se entrega al cumplir la mayoría de edad.

Según AnimaNaturalis, se invierten más de 120 millones de euros anuales en subvenciones taurinas, un gasto que la organización considera inaceptable cuando el 77% de la ciudadanía exige el fin de esta práctica. "Mientras se inviertan millones en sostener la tauromaquia, seguiremos premiando la crueldad con dinero de todos", denuncia Gascón. "Sin subsidios, no hay futuro para esta industria. Lo que llaman tradición es, en realidad, una actividad moribunda conectada a un respirador artificial de fondos públicos".

El debate parlamentario que no fue

El contraste entre la voluntad ciudadana y la acción política se hizo especialmente evidente en febrero de 2025, cuando la plataforma No es mi Cultura entregó 715.606 firmas al Congreso de los Diputados solicitando derogar la protección de Patrimonio Cultural a la tauromaquia mediante una Iniciativa Legislativa Popular. La propuesta, que contaba con un respaldo social masivo según todos los estudios demoscópicos, fue bloqueada antes de llegar siquiera a debatirse en el pleno del Congreso.

La abstención del PSOE, socio de gobierno de Sumar, resultó determinante para impedir que la iniciativa avanzara. Este bloqueo evidencia la distancia entre el discurso político y las convicciones de la ciudadanía. Según los datos, el 65% de los votantes socialistas está a favor de retirar la protección patrimonial a la tauromaquia, una cifra que contrasta con la posición oficial del partido.

"Es una traición a la voluntad popular", afirma Gascón. "Más de 700.000 personas se movilizaron para pedir coherencia legal, y ni siquiera se les concedió el derecho a que se debatiera su propuesta. Esto demuestra que los lobbies taurinos siguen teniendo un poder desproporcionado en las instituciones, muy superior a su peso real en la sociedad".

La decisión del PSOE de no apoyar el debate de la iniciativa evidencia las tensiones internas en el gobierno de coalición. Mientras Urtasun y Sumar mantienen una postura clara contra la tauromaquia, calificándola de "actividad injusta, sádica y despreciable", el PSOE mantiene una ambigüedad que AnimaNaturalis considera inaceptable. Esta contradicción se refleja en que el mismo partido que permite la exclusión de la tauromaquia de premios culturales, impide simultáneamente el debate para retirarle su protección legal.

De la incoherencia a la coherencia: el camino pendiente

La exclusión de la tauromaquia de las Medallas de Oro de las Bellas Artes es, para AnimaNaturalis, un paso en la dirección correcta, pero insuficiente mientras persista la contradicción legal. El sector taurino denuncia un supuesto "ninguneo político" y una "estrategia de invisibilización", pero los datos revelan que la verdadera invisibilización la sufren las 715.606 firmas ciudadanas que ni siquiera merecieron un debate parlamentario.

La Ley de Protección de Derechos y Bienestar Animal aprobada en 2023 fue un avance histórico en España, pero mantiene una exclusión flagrante: no protege a los toros de lidia ni a los animales de granja. "Es incoherente: no puede haber derechos a medias", critica Gascón. "No se puede celebrar la protección de unos animales mientras se consagra legalmente la tortura de otros. La compasión no entiende de especies ni de tradiciones".

El camino hacia la coherencia legal pasa, según AnimaNaturalis, por tres acciones concretas que la ciudadanía puede impulsar: presionar para ampliar la Ley de Bienestar Animal incluyendo la prohibición de corridas, circos y granjas peleteras; boicotear productos y espectáculos que impliquen sufrimiento animal; y exigir transparencia absoluta en el destino de los fondos públicos, especialmente aquellos que financian prácticas rechazadas por tres de cada cuatro españoles.

Los datos internacionales refuerzan esta dirección. Una encuesta de Ipsos I&O Public para CAS International, realizada a 7.500 personas en España, Francia y Portugal, reveló que el 77% considera que la tauromaquia causa demasiado sufrimiento y el 58% apoya directamente su prohibición.

El futuro es de la compasión

La decisión del Ministerio de Cultura de excluir a la tauromaquia de las Medallas de Oro durante tres años consecutivos no es un acto de censura ni de imposición ideológica, como sostiene el sector taurino. Es, simplemente, el reconocimiento de una realidad social innegable: el 74% de la ciudadanía española niega que los seres humanos tengan derecho a dominar a los demás animales, una postura que se ha consolidado desde 2008, cuando solo el 53% compartía esta visión.

El ministro Ernest Urtasun, criticado duramente por los defensores de la tauromaquia, se ha limitado a alinear la política cultural con los valores de una sociedad en transformación. Su postura, calificada de "beligerancia antitaurina" por sus detractores, es en realidad la expresión institucional de lo que piensan 77 de cada 100 españoles. La resistencia del sector taurino no es contra un ministro, sino contra el siglo XXI.

"Los jóvenes no quieren ver animales sufrir, quieren un país que avance hacia la empatía y el respeto", sentencia Gascón. "Por mucho dinero que inviertan en sostener la tauromaquia, el futuro será de quienes entienden que la compasión también es cultura. Y esa cultura, la de la empatía y el respeto hacia todos los seres sintientes, es la que merece ser premiada y celebrada".

La tauromaquia puede seguir invocando su blindaje legal y sus siglos de historia, pero los números no mienten: cada año que pasa, cada encuesta que se publica, cada joven que crece, la sociedad española se aleja un poco más de las plazas de toros. La exclusión de las Medallas de Oro no es el fin del camino, pero sí una señal inequívoca de hacia dónde se dirige España: hacia un futuro donde el arte y la cultura se construyan sobre la vida, no sobre la muerte.