El Ministerio de Pesca canadiense en Ottawa autorizó para esta temporada la matanza de 320 mil focas arpa. Numerosos habitantes de la provincia atlántica, industrialmente pobre, viven de la venta de la piel de foca, cuyo precio se multiplicó por diez en los últimos cinco años, según los medios canadienses. Otra fuente de ingresos es el aceite que se extrae de los animales.
Fuertes rachas de viento, aguas picadas, una intensa lluvia que se mezcla con nieve y una persistente neblina al inicio y final del día son las condiciones a las que se tienen que enfrentar más de 60 barcos y centenares de pescadores que han acudido hasta los alrededores de las islas Magdalena para cazar focas arpa.
Junto a los cazadores se encontraban ayer decenas de manifestantes en los témpanos del golfo de San Lorenzo. Las organizaciones protectoras de animales critican que las focas son matadas de manera cruel y muchas veces son despellejadas vivas. Por eso reclaman una prohibición mundial a la importación de productos realizados a partir de las focas, como se impuso hace poco en EU.
Los cuatro helicópteros que el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW) ha fletado para poder presenciar la faena tuvieron que ser abandonados a últimas horas del lunes en un descampado en las afueras de la ciudad de Charlottetown ante la intensa niebla que cubría la zona a esas horas.
Los intensos vientos hicieron ayer imposible el despegue de los helicópteros.
Otro grupo ecologista que está en la zona para protestar contra la matanza, que este año acabará con la vida de 320,000 focas, Sea Shepherd, del veterano activista Paul Watson, también ha tenido problemas aunque de distinto tipo.
Watson —que fue uno de los fundadores de Greenpeace hace 30 años— está en las aguas del golfo de San Lorenzo a bordo del barco “Farley Mowat” y ha denunciado que el rompehielos “Amundsen” intentó embestirlo cuando se acercó a uno de los pesqueros para tomar fotos.
Según el ecologista, que ya denunció los intentos de las autoridades canadienses de mantener su barco fuera de las aguas del golfo de San Lorenzo poniendo trabas burocráticas de última hora, el rompehielos puso sus máquinas a plena marcha a través del hielo apuntando hacia el “Farley Mowat”.
Las regulaciones del Ministerio de Pesca canadiense son especialmente estrictas con los observadores.
Toda persona que quiera contemplar la caza tiene que solicitar a diario un permiso en las oficinas del Ministerio de Pesca en Charlottetown.
Las organizaciones ecologistas han denunciado que mientras que una licencia para cazar focas cuesta 4 dólares y sirve para toda la temporada, el permiso de observador cuesta 20 dólares al día.
Además, siempre tiene que existir una distancia mínima de 10 metros entre cazadores y observadores y es responsabilidad de estos últimos mantener la separación incluso si los pescadores se dirigen hacia donde se encuentran, como ha sucedido en otros años.
De momento esta regla no está siendo un problema.
En las últimas horas, cuando un grupo de pescadores vio a un grupo de periodistas acercarse, recogieron los animales recién cazados —incluidos los cadáveres ya despojados de la piel que normalmente abandonan sobre los hielos—, y giraron su barco 180 grados, ignorando varias presas fáciles que había en su camino.
http://www.laopinion.com/
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