Seré furtivo mientras las piernas me aguanten

Cada año se descubren 1.500 lazos colocados ilegalmente en la montaña asturiana para atrapar jabalíes, mientras unos veinte venados aparecen decapitados Tino R. sube «casi todos los días al monte» para supervisar sus trampas.

06 febrero 2005
España.

«¿Cuándo empecé a furtivear? No sé, yo siempre he cazado. Y seguiré subiendo al monte mientras las piernas me aguanten». Tino R. habla desde su particular santuario, un pequeño garaje en los aledaños del parque de Redes, pasado Tanes. Es una construcción endeble adosada a unas cuadras que sólo utiliza para su gran «afición»: la caza. Las paredes, plagadas de desconchones, exhiben algunas tablillas con colmillos de jabalí pegados burdamente y barnizados. Hay varios manojos de cuerdas, ropa de agua, un viejo ropero que sirve de armero, cajas de munición en bolsas de supermercado y un congelador disimulado bajo una manta raída. Él viste unos viejos pantalones de tergal gastados. Pasa ya de los 50 años, tiene las manos callosas y un aire suspicaz.

Este cazador forma parte de ese indeterminado número de hombres que, al margen de la ley, sigue peinando la montaña asturiana en busca de animales. «El furtivismo ya no es un fenómeno preocupante», dice el jefe del servicio de Caza y Pesca del Principado, Orencio Hernández. Pero, pese a que la cantidad de personas dedicadas a esta actividad no ha dejado de caer en los últimos tiempos, Hernández señala que cada año se localizan unos 1.500 lazos destinados a la caza de jabalí, aunque mutilan y matan a venados, osos y cualquier especie que se tope con ellos. Eso sí, ataques directos a especies protegidas como el urogallo o el oso pardo no se detectan desde hace años, aunque sí daños indirectos por los mencionados lazos o por venenos.

Galoseo en los matorrales

Tino R. calcula que tiene media docena de estos lazos colocados en los pasos habituales de los jabalíes en un par de valles cercanos a su pueblo. Gruesos alambres con un nudo corredizo que sujeta con una especie de grapa metálica. A veces, los clava a un árbol con grapas de acero, otras los enlaza al tronco. Sabe muy bien donde dejarlos. Los cochinos «siempre dejan un boquete» en los matorrales por donde pasan. «Ahí es donde se pone el lazo». En más de una ocasión y casi por curiosidad coloca gasóleo en algunos charcos. Si un jabalí pasa por la zona tardará poco, dice, en revolcarse en ellos para matar a los parásitos. Por las huellas sabe cuándo ha pasado. En su siguiente visita, el animal tendrá una trampa esperándole.

Casi todos los días, «si el monte está tranquilo», pasa a ver sus mortales creaciones. Por lo general, sus presas han muerto, ahorcadas de un golpe seco o estranguladas en una lenta agonía. Pero los animales también pueden quedar enganchados por una pata. Si es así los mata de un hachazo, con una estaca o, incluso, de un disparo. Esto último «no conviene porque los de montaña (el Servicio de Protección a la Naturaleza de la Guardia Civil) tardan diez minutos en subir al monte cuando oyen más de un tiro. Con el primero, se ponen en guardia; con el segundo, es como si anunciases dónde estás».

Pero también puede ser que, un día, la autoridad le esté esperando junto a uno de sus lazos. Porque, en ocasiones, sobre todo cuando se trata de zonas oseras o especialmente sensibles, en cuanto se localiza una de estas trampas se hacen esperas. Miguel Ángel Pidal, guarda mayor del coto de Llanes, lo ha hecho muchas veces. «Llamamos al Seprona y 'desarmamos' el lazo, como si hubiese caído un animal y luego escapase». «Luego, nos escondemos y vigilamos. Puede haber esperas de hasta dos días». Hay que esperar a que el supuesto furtivo llegue. «Son listos y precavidos. Cuando pasan y ven el lazo desarmado, sospechan y pasan de largo. Hay que seguir esperando a que se sientan seguros, y cuando lo van a volver a armar, ya los pillas in fraganti», explica Pidal.

Este furtivo sabe que si algún día le localizan tendrá serios problemas. Joaquín de la Riva, fiscal de Medio Ambiente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias recuerda que el uso de «veneno, explosivos, lazos y cepos es delito y va por vía penal». La gravedad de estos procedimientos estriba en que no son selectivos, y pueden afectar a cualquier especie, incluso, a aquellas en peligro de extinción. Por eso, dice De la Riva, «se castiga con penas de prisión de cuatro meses a dos años y multa de 8 a 24 meses», con un valor, normalmente, de «seis euros por día». O sea, si la sanción fuese de dos años, su monto ascendería a 4.320 euros.

No son cazadores

Pero, incluso más que todo esto, el guarda mayor de Llanes habla de una medida disuasoria mucho más potente. «Un cazador de verdad no se atreve a furtivear porque le pueden quitar la licencia durante cinco años», toda una condena para los aficionados. «Por eso, el furtivo no es cazador y, si lo es, es que es subnormal».

En el caso de Tino R. no hay amenazas que valgan, y se justifica. «Mejor que coma yo la carne que los de fuera», afirma con convicción. Tino resta importancia a sus delitos. «Peor es lo de otros, que matan un venado sólo por el trofeo. Le cortan una pata y luego tiran el resto del animal a una torca».

Lo habitual es que los restos no se lleguen a localizar y sean pasto de las alimañas. Pero, con todo, el jefe del servicio de Caza y Pesca del Principado apunta que, cada año, «se localizan unos veinte venados decapitados en los montes». Estas actividades no son tan duramente castigadas como la utilización de lazos, cepos, explosivos o venenos. El fiscal de Medio Ambiente, Joaquín de la Riva, señala que «al tratarse de especies cinegéticas se sigue la vía administrativa, y no penal». No obstante, matiza que «en varios casos estas actividades van asociadas al uso de armas ilegales o sin licencia». Eso sí es un delito.

Tino conoce bien el ambiente en el que se mueve y revela que hay furtivos que cazan «de noche, con focos y rifles de visión nocturna». Miguel Ángel Pidal ya lo sabe. «Muchas veces los focos se dirigen desde los coches, pero, en ocasiones, los furtivos llevan una batería a la espalda y el foco en la cabeza». Lo más normal, dice Pidal, es que «salgan en las noches de luna llena y esperen a los corzos en los 'praos'. Saben a qué pastos acuden los animales y allí les aguardan». Cuando hay noticias de que esto ocurre, también permanecen apostados agentes del Seprona y guardas del coto o del parque de turno.

Aunque tiene unos modernos prismáticos y un rifle, Tino sólo los utiliza en las cacerías legales. Para furtivear prefiere una vieja escopeta de cartuchos que lleva desmontada en una mochila. En su pueblo, quien más y quien menos, se imagina lo que hace cuando se pierde en los hayedos. A veces, espera a algún corzo de los que bajan a las vegas y lo intenta despachar «de sólo un tiro, para no armar mucho jaleo». Si se le hace tarde, la pieza queda escondida en alguna cuadra apartada o tapada con helechos. Entre los diversos métodos que emplea, calcula que cada año media docena de animales terminan en sus manos.


Las claves

Lazos: es el método más empleado en Asturias, y su principal objetivo es el jabalí. Según los datos del Principado, cada año se desmontan unos 1.500. Sin embargo, la mayoría de las veces no se llega a detener a los autores: el año pasado sólo nueve furtivos fueron condenados por este delito.

Armas de fuego: cada vez menos furtivos se hacen al monte con escopetas, aunque en ocasiones se utilizan ballestas, que no producen ruido. Las armas de fuego se usan para venados, corzos y rebecos. Unos veinte venados aparecen cada año decapitados en los montes de la región, una vez que los furtivos se hicieron con el trofeo. En muchas ocasiones, este tipo de furtivismo está vinculado a la utilización de armas ilegales; el fiscal de Medio Ambiente recibe unos diez casos al año de este tipo de delito.

Venenos: su principal objetivo es el lobo, y la motivación, la defensa de los rebaños. Es casi imposible apuntar al culpable salvo que se le descubra in fraganti.

Las penas: la utilización de explosivos, lazos, venenos y cepos se tramitan por la vía penal y la pena va de cuatro meses a dos años de prisión y una multa de 8 a 24 meses.

Especies: es delito la caza de especies protegidas. Cada vez son menos los casos, y hace años que no se detectan casos de osos o urogallos. El año pasado sólo se tramitó un caso de especie protegida, la pesca de una lamprea en el Eo. La caza de especies cinegéticas fuera de temporada va por vía administrativa, no penal.

Necesitamos tu apoyo

AnimaNaturalis existe porque miles de millones de animales sufren en manos humanas. Porque esos animales necesitan soluciones. Porque merecen que alguien alce la voz por ellos. Porque los animales necesitan cambios. Porque en AnimaNaturalis queremos construir un mundo más justo para todos.

Las donaciones puntuales y periódicas de nuestros socios y socias son la principal fuente de nuestros fondos.