El Coliseo Balear de Palma se prepara para un hito polémico el próximo 7 de agosto. Será la segunda corrida en Baleares que abrirá sus puertas a menores de edad tras la reforma legal impulsada por el gobierno autonómico de Marga Prohens (PP) con el apoyo indispensable de Vox. Una promoción de entradas infantiles a 9 euros desató la alarma de la sociedad por esta maniobra destinada solo a captar públicos infantiles para renovar la afición de este este violento espectáculo. La imagen contrasta con la declaración de Palma como "Ciudad Amiga de la Infancia", un título que la izquierda y los colectivos defensores de animales esgrimen como bandera ética en esta batalla cultural.
La historia reciente es un péndulo político. En 2017, el gobierno de Francina Armengol (PSOE) prohibió la entrada de menores a los cosos balearicos argumentando protección infantil. Ocho años después, en octubre de 2024, el Parlamento autonómico con los votos de PP y Vox aprobó la modificación del artículo 12 de la Ley de Protección Animal. La nueva norma permite el acceso a menores de 16 años siempre que estén acompañados por un adulto, y obliga a los organizadores a colocar carteles "visibles" sobre la naturaleza del espectáculo.
Para Vox, liderada en esta cruzada por el diputado Jorge Campos, se trata de un "triunfo de la cultura y la libertad". Campos no solo celebra la medida, sino que pide más: la autorización de plazas de toros portátiles y que el Consell de Mallorca declare la tauromaquia Bien de Interés Cultural. "Es un orgullo haber contribuido a que los menores puedan volver a asistir", afirmó en un escrito donde remarcó antecedentes históricos como las celebraciones taurinas en Mallorca desde 1230.
El PP, por su parte, defendió la enmienda del acompañamiento adulto como un "equilibrio". Cristina Gil, diputada popular, argumentó que "el menor es un sujeto activo" que "decidirá en su madurez", y cuestionó a la izquierda: "Les parece bien que tomen decisiones en materia de sexualidad o vida, pero no que acudan a los toros". Una postura que el PSIB-PSOE tachó de cinismo: "Se pongan como se pongan, en Baleares no hay afición taurina. Puede que en Madrid les convenga comprar el ideario folclórico de Vox, pero aquí esto es puro intercambio político por los presupuestos", espetó la diputada socialista Irantzu Fernández.
Aïda Gascón, directora de AnimaNaturalis en España, no disimula su indignación al analizar la situación: "Promocionar entradas infantiles a un espectáculo donde se tortura y mata a un animal es una aberración educativa y ética".
Por esta razón, AnimaNaturalis propone enviar masivamente esta carta a la presidenta Marga Prohens (PP) para invitarla a reflexionar acerca del futuro de las corridas de toros en las Islas Baleares y que tome medidas inmediatas para proteger a la infancia y a los animales.
"Palma se declara Ciudad Amiga de la Infancia, pero permite que se les invite a ver cómo se acuchilla a un ser vivo hasta la muerte. ¿Dónde queda la protección real?", agrega Gascón. "La tradición jamás debe justificar la crueldad. Si así fuera, aún tendríamos esclavitud o duelos a muerte. ¿Acaso llevamos a los niños a ver esos 'patrimonios'?".
Trascendiendo la trinchera política, el núcleo ético divide aguas: ¿Puede la tradición invalidar la protección infantil? Marta Carrió, diputada de Més per Mallorca, lo resumió con ejemplos contundentes en el Parlamento: "¿Defenderíamos a un padre que deja fumar a su hijo porque no cree que dañe su salud? ¿O a uno que le lleva al casino? La tauromaquia no es una cuestión de libertad, sino de responsabilidad hacia su integridad psicológica".
"Estudios como el de la Coordinadora de Profesionales de Prevención de Abusos señalan claramente que la exposición a violencia genera trauma y desensibilización. ¿Cómo explicar a un niño que no debe pegar a su perro si después aplaude a un torero que clava banderillas? Es una esquizofrenia moral que confunde su desarrollo ético", argumenta Gascón.
No existe evidencia científica que demuestre inocuidad en la exposición infantil a la violencia taurina. Citando estudios europeos, señalan riesgos de insensibilización ante el sufrimiento o refuerzo de conductas agresivas.
"Cuando un niño ve un toro morir en la arena, no aprende cultura: aprende que el poder sobre el más débil es legítimo. ¿Esa es la lección que queremos para las nuevas generaciones? En AnimaNaturalis trabajaremos sin descanso para revertir esta ley, y que Baleares vuelva a ser referente en protección infantil, no en retroceso", dice Gascón. "Enseñemos a los niños a respetar la vida, no a aplaudir su destrucción. Solo así construiremos una ética sólida frente a la violencia disfrazada de tradición".
La corrida del 7 de agosto será apenas un episodio. La guerra cultural, sin embargo, está lejos de terminar. Con una Iniciativa Legislativa Popular #NoEsMiCultura en marcha y la presión internacional creciendo, la sombra sobre el futuro de los toros en Baleares se alarga. Pero hoy, los focos están en esos menores cuyas miradas frente al toro acuchillado plantean la pregunta más incómoda: ¿Estamos protegiendo su infancia, o traumando su capacidad de compasión? La respuesta definirá no solo el futuro de la tauromaquia, sino de la propia humanidad que pretendemos forjar.

