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 EL PRIMERO. EL GATITO QUE MURIÓ ARROLLADO EN LA ROTONDA DE TRES FORQUES CON TRES CRUCES.
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Tres felinos de cuatro semanas mueren atropellados en apenas un tramo de 100 metros de la calle de Tres Forques
M. Vázquez, Valencia
«Cuando me giré para intentar sacar al gatito de entre los coches, lo vi patear y dar dos bandazos en el suelo... Lo vi morir. A pesar de que tenía pocas esperanzas, me acerqué para comprobar si aún vivía, pero ya estaba muerto, completamente muerto».
Pese a que Vicente Comes trató de detener el intenso tráfico que a las dos y diez de la tarde de ayer cruzaba por la rotonda de la calle de Tres Forques con la avenida de Tres Cruces, no lo consiguió, y eso a pesar de todos los esfuerzos que hizo por algo que a muchos podría parecerles insignificante: salvarle la vida a un pequeño gatito de apenas cuatro semanas de vida que «intentaba salir corriendo de entre los coches, completamente desorientado» y encaminado a una muerte segura, como finalmente así fue.
Lo que no sabía Vicente es que, tan sólo unos metros más adelante, a apenas una distancia de 75 metros, un hermano de camada de ese felino que intentó salvar encontraría la muerte de idéntica forma y, otros 25 metros más adelante en la calle de Tres Forques, un tercer gatito también sería brutalmente atropellado por un turismo.
Lo que se desconoce, de momento, es de dónde salieron los pequeños mininos y cuál fue, en realidad, el motivo de su muerte: la crueldad injustificada de alguien que decidió deshacerse de ellos arrojándolos por la ventanilla de su automóvil, sabedor de que serían arrollados, o la imprudencia ignorante de los felinos, que tal vez se refugiaron en el motor de un coche que, luego, abandonaron asustados cuando éste se detenía en los semáforos o por la congestión del tráfico de esas horas.
Intento desesperado de salvarlos
«No sé muy bien de dónde salió el gatito que yo vi -se dolía ayer Vicente, gran amante de los animales y aún trastornado por la trágica escena a la que había asistido-. Al principio pensé que estaba en el jardín que hay en el centro de la rotonda, pero ahora estoy seguro de que no podía estar allí». Lo que tiene claro es que cuando él cruzaba la rotonda a bordo de su motocicleta, vio un minino «corriendo desorientado» y, sin pensarlo dos veces, decidió parar la moto y empezó «a bracear para advertir a los coches que parasen». Casi ningún vehículo se detuvo, algo que indignó a Vicente. «Les gritaba: ý¡Parad, parad! ¡Vais a atropellarlo!ý, pero con el casco puesto no podían oírme y, a pesar de que les avisaba con los brazos, nadie se paró. Si sólo se hubiesen detenido los coches que había a su lado, el gato se habría salvado, lo habría cogido y me lo habría llevado a casa porque dejarlo allí era abandonarlo a una muerte segura», explicó. Sin embargo, cuando logró acercarse al minino era ya demasiado tarde para rescatarlo: sólo llegó con el tiempo justo de ver cómo moría atropellado.
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